LA PATRIA | MANIZALES
Compañeros de Manuela Giraldo Montes, la estudiante de enfermería asesinada el pasado lunes en el barrio Chipre, rezaron por el eterno descanso de su alma. Allí estaba su padre, Herman, quien vive un doble dolor: su hija está muerta y su hijo, Alejandro, detenido.
"Una gran chica. De pronto no tengo mucho dolor. Se siente, sí. No es un fenómeno normal. La admiré, la admiraba más de lo que amaba. Esta profesión de enfermera la destaca. Agradezco la solidaridad".
Al Consejo Superior de la Judicatura, en San José, arribó, esposado, Alejandro, el hermano de la enfermera. La familia, la mayoría con vestido negro, esperaba afuera. "Sí, es Alejandro, ya lo trajeron", expresaron. Los padres de los hermanos no acudieron.
Una hora después se inició la audiencia en la que la Fiscalía Octava Unidad de Vida le imputó cargos por feminicio agravado. Dos horas después, a las 5:00 de la tarde, el juez le preguntó: Alejandro, ¿acepta los cargos? Sin tapujos respondió: Sí, acepto y estaba en mis capacidades mentales. El juez lo regañó porque solo le pedía un sí o un no. No explicaciones.
A este joven, de 26 años, le esperarían unos 39 años de cárcel por asesinar a su hermana. Su tranquilidad ayer durante la audiencia era sorprendente para todos los presentes. Nunca volteó a mirar hacia atrás, donde estaban sus familiares. Permaneció tranquilo y no derramó una sola lágrima, ni siquiera cuando la fiscal indicó que fueron 63 puñaladas con las que acabó con la vida de su hermana. Su reacción fue dar un sí con su cabeza.
Incluso, antes de que le preguntaran si aceptaba cargos, su abogado defensor pidió que se le hiciera un examen siquiátrico para determinar si estaba en sus cabales cuando asesinó a María Manuela. Su respuesta fue negativa. Aseguró que no necesitaba eso. Al final de la tarde lo mandaron para la cárcel.
En su relato de ayer, la Fiscalía se basó en las declaraciones del papá de los hermanos y el novio de la estudiante de enfermería.
El primero contó que los jóvenes peleaban mucho. La familia es natural de Filadelfia. Hace unos seis meses, Manuela y Alejandro se fueron a vivir a Chipre, pero los papás solo recibían quejas del uno o del otro. El confeso asesino, desempleado, peleaba porque el perro de su hermana hacía las necesidades en la casa, el gato se orinaba y ella no limpiaba. La mujer, a su vez, indicaba que la trataba de boba, piroba y estúpida.
Ante la situación, el papá decidió venirse para Manizales hace unas tres semanas. El lunes, el día del homicidio, el progenitor se levantó a las 4:15 de la mañana para despacharla para Chinchiná, donde hacía su práctica. A las 12.30 de la tarde la familia se sentó a almorzar.
Todo era tranquilidad. Terminaron y el papá salió a pasear al perro, pero cuando llevaba menos de una cuadra escuchó unos gritos. Se devolvió, subió las escalas y encontró a su hija, bocabajo, en un baño de sangre. Al lado, Alejandro, con el cuchillo de cocina en la mano.
¿Qué pasó?, le preguntó. La maté porque la odiaba, anotó. Le indicó que llamaría a la Policía, le entregó el cuchillo y le respondió que lo hiciera, que él esperaba a los uniformados. A la joven la llevaron en una patrulla a un centro asistencial, pero falleció. El asesino también resultó con heridas en sus manos, pero se estableció que se las hizo mientras apuñalaba a su hermana.
En su declaración, el novio de María Manuela le relató al ente acusador lo que ella le contó en noviembre pasado: Que en una pelea delante de la mamá Alejandro le expresó que no se le daba nada ganarse un carcelazo por matar a esta boba pendeja.
La fiscal le explicó al hasta ese momento sindicado que el feminicidio agravado daba una pena que podría ser de 41 años. A la vez aclaró que de esas 63 puñaladas, 47 fueron en la espalda y seis en la nuca, lo que significa que puso a su hermana en un estado de indefensión. Mientras se decía esto, familiares de los hermanos rompieron en llanto. Alejandro solo se rascó un ojo, tomó del agua que le dieron, movió sus manos y acomodó las gafas de colores que tenía sobre la mesa.
Sobre las 6:00 de la tarde terminó la audiencia. De todo esto quedó una huella imborrable para esta familia filadelfeña que hoy tiene a su hija muerta y a su hijo en la cárcel.
La secretaria de las Mujeres y Equidad de Género de la Alcaldía, Gladys Galeano Martínez, expresó que desde su dependencia ofrecen mecanismos de ayuda como la Línea gratuita 123 Mujer y Género, que además de atender casos de violencia de género, también es un espacio para escuchar situaciones de riesgo en la familia y que de atenderse de forma oportuna pueden prevenir casos como el mencionado.
No todo homicidio en el que la víctima es una mujer es feminicidio. En este caso aplicó por el odio que sentía el hombre contra su hermana y porque vivían bajo el mismo techo.
El 11 de octubre del año pasado, Reydaniel Muñoz asesinó a su hermano John Fáber, en el barrio Los Alcázares. Un Juzgado aprobó el preacuerdo entre Fiscalía y defensa. La sentencia: 17 años de prisión por homicidio simple.
El homicidio ocurrió hacia la 1:30 de la madrugada. Los jóvenes departían con unos amigos dentro de su vivienda por la clasificación de la Selección Colombia al mundial de Rusia. Por el ruido que causaron su familia les ordenó que se fueran a festejar a otro lado.
En la calle, los hermanos se recriminaron mutuamente porque los sacaron a la calle. De los insultos pasaron a las agresiones físicas y aunque quienes los acompañaban los separaron, Reydaniel sacó una navaja e hirió a John Fáber en pecho y espalda. Un amigo que pasaba en su carro llevó a la víctima al hospital Santa Sofía, en donde murió.
Una lesión en el pulmón derecho fue mortal. El homicida prefirió caminar acompañado de otras personas, dijo que sabía lo que le esperaba, pero al ver que una patrulla de la Policía se acercaba, escapó por una zona boscosa. Lo interceptaron cerca del Parque del Agua.
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