LA PATRIA | MANIZALES
Para la familia de la quindiana Patricia Esperanza David, de 43 años, el dolor es doble. No solo se enfrenta a la realidad de que su ser querido fue asesinado, sino que el cuerpo no aparece.
“No hay cadáver. La tiré al río Cauca”, dijo un mayordomo, de 35, supuesto responsable de matar y desaparecerla. Era su novio.
Con él se había planteado un preacuerdo con 20 años de condena, si confesaba dónde estaba el cuerpo y este era hallado. Dijo que se la llevó para el sector del Kilómetro 41, discutieron, la empujó, ella se golpeó contra unas piedras en la cabeza, la cargó y la tiró al Cauca.
Sin embargo, esta confesión no tuvo resultados. El cadáver nunca se encontró, ni se reportó hallazgo alguno a su paso por La Felisa, La Pintada, Santafé de Antioquia o Bolombolo.
Por eso la Fiscalía Segunda Especializada delegada ante el Gaula Caldas lo acusó por feminicidio y desaparición forzada. Ya se programó fecha para audiencia preparatoria.
El ente acusador explicó que se presume que el mayordomo tenía todo premeditado al llevarla a ese paraje solitario y que se aprovechó de la debilidad de la víctima.
La señora desapareció el 19 de diciembre pasado, después de que el mayordomo la recogió en el barrio La Frontera, de Chinchiná, para invitarla a salir. Desde ese día le perdieron el rastro a esta mujer, madre de dos hijos mayores de edad.
La perseguía a donde fuera, con tal de no dejarla sola para que no hablara con nadie. Le hacía cambiar la tarjeta SIM del celular y le dio un manos libres para que conversara con él todo el tiempo, mientras trabajaba.
Sospechosamente, después del 19 de diciembre pasado no volvió a preguntar por ella. “Siendo tan celoso, tras la desaparición de mi mamá, se desentendió”, les dijo a los investigadores Yesica Johana Garzón, hija de Patricia.
Por eso, la, que lideró la investigación por este hecho, logró que un juez avalara la orden de captura contra el mayordomo.
Yesica Johana, la hija de Patricia, les contó a los uniformados que el día de la desaparición llegó en la noche a su hogar y su mamá le comentó que saldría con el novio, pero no le explicó a dónde iría.
Se levantó al día siguiente, pero su madre no llegó. Preocupada llamó a su hermano, Daniel, que vive en Manizales. Él se desplazó hacia Chinchiná para apersonarse del caso, no sin antes comunicarse con el mayordomo.
“La dejé en el parque arreglando unos pantalones”, fue la respuesta que recibió del sujeto. Le insistió luego con una nueva llamada, pero no contestó. Decidió ir hasta una finca de Chinchiná, donde el hoy capturado era el administrador. “Tuvimos una discusión y ella se bajó en el ARA a la entrada del pueblo”, expresó el tipo. La situación quedó así.
“Demasiado celoso y posesivo”, contó la hija de la desaparecida, al recordar en entrevista con los investigadores que el mayordomo le hizo cambiar de número celular a Patricia Esperanza, pues la celaba con otra persona. “Iba y la buscaba en su trabajo”.
Hubo otro relato que mostró lo obsesivo que era el sujeto. La madre le comentó a su hija que le tenía mucho miedo y que en una ocasión ella le dijo que iba para Manizales, él no le creyó, compró una navaja y se fue para Santa Rosa. Le expresó: si la encuentro con alguien, la mató.
Ya había un sospechoso: el mayordomo, quien se presentó voluntariamente a rendir entrevista por ese caso. Anotó que llevaban juntos cuatro años, pero que todo empezó a marchar mal cuando ella se consiguió a otro, de lo que se enteró el 16 de noviembre de 2019.
“Le hice el reclamo, pero no pasó a mayores. El 19 la recogí para comer chuzo por el cementerio de Chinchiná, le pregunté si había llamado al otro, ella se enojó y me dijo que si no le tenía confianza, mejor no siguieran. Se bajó en el ARA entrando a Chinchiná y desde ahí no volví a saber de ella”, aseguró el hombre.
Al otro sujeto también lo indagaron y anotó que unos días antes de la desaparición, el 16 de noviembre, se dejó con Patricia, por miedo a que su esposa se enterara y al saber lo que ella tenía con el mayordomo.
Más fuertes se volvieron las sospechas en contra del mayordomo. Resultó contradictorio, por ejemplo, que le entregó dos versiones diferentes al hijo de Patricia. En las cámaras de la Policía no se evidenció que el hoy detenido haya dejado a su pareja en la esquina del ARA, como lo juró.
Patricia, en palabras de su hija, era una mujer entregada a su familia, se ausentaba poco y salía solo cuando el sujeto la invitaba a algo.
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