El adiós al desaparecido es un viaje al inconsciente

HELMER GONZÁLEZ

LA PATRIA | MANIZALES

En su trabajo con víctimas la psicóloga Luz María Gómez de Montoya cuenta entre sus atenciones cerca de 10 casos con familiares de desaparecidos. Su labor la desarrolla en la Unidad para las Víctimas de Manizales.

Recordó el caso con el que tuvo uno de varios éxitos con el tratamiento terapéutico. En el 2011 desapareció en el río Chinchiná una estudiante de artes escénicas de la Universidad de Caldas. La búsqueda jamás dio resultados.

Los padres recurrieron a muchos medios para saber la suerte de su hija, incluyendo a adivinos. Desde aquel 26 de febrero no la ven.

Advierte que la atención a la familia de la universitaria no se hizo en calidad de víctimas del conflicto, pero se trataba de todas maneras de una situación de desaparición. El proceso terapéutico duró cerca de tres meses.

En este sentido aclara que cada hecho y reacción al tratamiento tiene sus propios tiempos, algunos pueden dar resultados con menos o más sesiones.

Duelo simbólico

“Hicimos un duelo simbólico, trabajé con ellos para resarcir el daño interno y que tomaran conciencia de que su hija estaba ausente físicamente, pero presente espiritualmente”.

El método que utilizó necesitó llevar a los padres gradualmente hasta un transe hipnótico en el que ellos sutilmente hablaran de su hija. En el inconsciente pudieron establecer una comunicación imaginaria con su hija, hablaron con ella, perdonaron, la despidieran y así se dieran cuenta de que ella ya estaba bien.

Señala que la clave de los procesos terapéuticos consiste en hacer consciente el dolor para liberarse, hacer una catarsis que permita salir otros contenidos. “Es como una pieza del rompecabezas, que estaba afuera, se encajara y así se libera el inconsciente de esa carga emocional. Este grupo familiar despidió así a su ser querido”.

Devolver la esperanza

“La desaparición trunca los proyectos de vida personal, familiar y hasta los laborales, porque no encuentran salidas”, destaca y agrega que las personas que sufren este daño están en un marasmo, porque aprenden a estar desesperanzadas.

En relación con quienes son víctimas, resalta que no solo pierden a su ser querido, sino que la consecuencia es la pérdida del empleo, entran en depresión y se pueden mostrar agresivas.

“La reparación económica no es lo único si permanece el daño en el inconsciente. Hay que eliminar los efectos secundarios, porque la víctima (familia del desaparecido) es un muerto en vida que se debe sacar de la sombra a la luz, para que se aclaren su proyectos”.

Proyecto de vida

Asegura que el inconsciente no tiene pasado ni presente ni futuro, pero hay que usarlo. “La estrategia es llevar a que la persona tenga una ensoñación y vea los recursos que tiene para que se proyecte como quiere, con este ejercicio y posteriores procesos encontré que las personas desarrollan actividades y actitudes de resiliencia”.

De otro lado, señala que se debe evitar la revictimización, y en cambio facilitar el goce efectivo de los derechos. De esa manera está cambiando atención psicosocial que reciben las víctimas.

“He entendido que lo más importante es enseñarles a quererse, en su interior hay un mago: el inconsciente es la vía para curar, debemos aprender a comunicarnos con él y encontrar las respuestas a lo que necesitamos”, concluye.

Parte de la reparación

La reparación a las víctimas de desaparición en el marco del conflicto en Colombia está enmarcada en los principios de la Unidad para las Víctimas, que tiene varias dimensiones: individual, colectiva, material, moral y simbólica. En lo individual, como lo relacionó la psicóloga Luz María Gómez, está el goce de los derechos y las acciones para recuperar la dignidad, la memoria y la verdad, aspectos que se reflejan en el proceso terapéutico.

Ruta de búsqueda*

En Colombia la ruta de búsqueda de desaparecidos, ocultados forzosamente, tiene cuatro fases, que aplican las autoridades delegadas para cumplir esta responsabilidad.