LA PATRIA | MANIZALES
La vida de Johana del Carmen Montoya Rosario, que hoy cuenta con 32 años, se desarrolló en un “entorno de maltrato, abusos y exclusión”, como consta en el proceso penal en su contra.
Esas circunstancias determinaron un desenlace trágico el 18 de febrero de 2015, cuando el municipio de Palmar de Varela (Atlántico) se vio sacudido por la muerte de los tres hijos de la mujer, quien los degolló y luego intentó quitarse la vida.
El triste final de los menores tiene relación a su vez con el origen de Johana. Desde los nueve años hasta los 12 sufrió abusos y violaciones de su propio padre, pero al contarle a la mamá la situación se agravó por que no solo no le creyó, si no que empezó a maltratarla.
Forzada a abandonar su hogar y con una baja escolaridad tuvo a su primer hijo en 2005; en el 2008 a una niña, y en el 2010 a otro niño. Por un tiempo regresó a la casa de sus padres, pero sorprendió a su papá abusando de su hija menor.
De nuevo abandonó el hogar. Para entonces, según el compañero con el que convivió hasta el día de la tragedia, presentaba comportamientos extraños. Decía que escuchaba voces que le ordenaban suicidarse, oía pasos en el techo, lloraba espontáneamente y se quejaba de dolores de cabeza, como lo experimentó el día en que mató a sus hijos.
Los degolló
Su compañero salió a trabajar temprano. Una vecina la notó cabizbaja. Johana puso el televisor de la casa a alto volumen, mientras sus niños estaban en el patio. Llamó al primero, lo degolló y escondió el cuerpo debajo de una cama. Lo mismo hizo con el otro y con la niña.
Al final se cortó las venas de las muñecas y del cuello. Pasadas unas horas el compañero regresó del trabajo. La halló con vida y en el hospital local lograron salvarla. Por dos meses la atendieron en una clínica de salud mental.
El proceso penal concluyó con una condena de 60 años de prisión. La apelación de la defensa, que buscaba un tratamiento judicial como inimputable, tampoco dio resultado en el Tribunal Superior de Barranquilla, que ratificó la sentencia.
La defensa acudió en casación a la Corte Suprema de Justicia. El alto tribunal desnudó el “error grave de valoración” de un testimonio presentado por la defensa. Se trataba de una psicóloga.
El testimonio
Según el juez que condenó y el Tribunal que confirmó, la prueba defensiva, por basarse en una evaluación psicológica, no podía pesar más que la psiquiátrica aportada por la Fiscalía, practicada por una especialista en Medicina Legal.
También dijeron que la psicóloga nunca había visto personalmente a Johana. Para completar, los audios del juicio se habían perdido al quedar almacenados en un computador que se dañó y no había copia.
Sin embargo, en la reconstrucción de las audiencias, lo que encontró la Corte Suprema es que la psicóloga sí había tenido cuatro sesiones presenciales con la mujer.
Al revisar la hoja de vida la profesional se determinó que no era solo una psicóloga, sino que era especialista en clínica y con un doctorado en neurociencia, además de una amplia experiencia en atención a pacientes con trastornos en hospitales mentales.
Se concluyó que su testimonio fue desestimado sin fundamento para dar cabida a una condena como imputable, pero la Corte corrigió el fallo y en vez de mantener a Johana en una prisión, la envió a un centro de salud mental, máximo por 20 años.
Datos
*Dos meses se demoró Johana para recordar los primeros fragmentos de lo que hizo.
*Johana relataba que cuando se veía en el espejo era otra mujer la que aparecía en la imagen.
Sepelio de los tres menores asesinados por su madre.
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