LA PATRIA | MANIZALES
Iván Roberto Duque Gaviria, alias Ernesto Báez, era muy temperamental y terco. No quería perder, así no tuviese la razón.
En una ocasión, cuando el frente Cacique Pipintá de las Auc operaba en Caldas, un sobrino suyo chocó en un carro contra otro automotor, en una curva de una vía veredal. La culpa fue de su familiar. Pese a eso, Báez se bajó e increpó al conductor, quien insistía en que conducía bien. Cuando vio detrás del exparamilitar a varios hombres con fusiles se asustó y su esposa empezó a llorar. Finalmente tuvo que dar su teléfono y arreglar el daño.
Anécdotas como esta demuestran la personalidad del excomandante político del Bloque Central Bolívar, del que dependía el Cacique Pipintá. Báez, nacido en Aguadas, falleció hace una semana y media por un paro cardíaco.
Llevaba dos años en libertad, luego de pagar una condena de ocho años.
El caldense, abogado de la Universidad de Caldas, tuvo participación en 844 de los 965 hechos atribuidos a ese bloque, por delitos en Caldas, Antioquia, Bolívar, Santander, Norte de Santander, Boyacá, Cundinamarca, Risaralda, Vichada, Meta, Caquetá, Huila, Nariño, Putumayo y Chocó.
La federación de las Autodefensas no fue original de Carlos Castaño, sino de Báez, su asesor, quien para 1997 vivía en la clandestinidad, al haber sido condenado por la justicia por recibir apoyo de grupos de autodefensa, mientras se desempeñó como secretario de Gobierno de Boyacá, en 1994.
Tras pagar su condena por Justicia y Paz se dedicó a dictar charlas y lanzar libros. Quería incursionar de nuevo en la política, pero la muerte se le adelantó.
En vida aseguró que nunca empuñó un arma y mucho menos disparó un fusil. Dijo que jamás asesinó y que su mayor crimen fue haber sido un político de extrema derecha, que militó dentro de una poderosa organización armada para refundar la patria.
El Bloque Central Bolívar cometió, al menos, 108 homicidios en Caldas entre el 2000 y el 2005. Muchos fueron víctimas por ser adversarios políticos de integrantes de la estructura paramilitar y/o estar en contra de esa organización.
"No es un honor decir que es aguadeño. Ese señor me hizo mucho daño, me mandó a la cárcel", expresó Óscar Yhonny Zapata Ortiz, alcalde de ese municipio.
Un exparamilitar, quien trabajó muy cerca de Báez, explicó que era un hombre muy exigente (en lo militar y lo familiar), estricto y político.
"Leía todo el tiempo, aunque no se le veía muy dedicado a la tropa. Radical a morir. Se tenía que hacer lo que dijera, así no tuviese la razón. Mandaba a matar por cosas ínfimas. Como ocurrió con el alcalde de Aguadas Iván Rincón Henao y con el indígena Gabriel Ángel Cartagena. Todo lo hacía alrededor de la política, se relacionaba con muchos funcionarios de todo el país y nunca se le vio metido en el monte", anotó la fuente.
Báez contó con familia y varios hijos. Un allegado recordó que tuvo una esposa y una hijastra. Finalmente, terminó metido con esta última y nacieron hijos de esa relación. "Era muy mujeriego, le encantaban las niñas", expresó.
Tenía muy buena relación con alias Alberto Guerrero, excomandante militar del Cacique Pipintá, hoy detenido tras su captura en Medellín en enero del 2007.
"Báez siempre negó ante la JEP su nexo con el Cacique Pipintá y le atribuyó su comandancia a Alberto. Recuerdo que durante el cese bilateral para las negociaciones de paz, Báez mandó matar al alcalde de Aguadas porque le incumplió en algo. El comisionado se emputó por eso. Luego Báez ordenó asesinar a quienes cometieron ese crimen y le dijo al Gobierno que esos sujetos habían hecho eso sin su permiso", subrayó un exparamilitar.
Recordó que el fallecido monopolizó la política en Caldas, manipuló y puso alcaldes y congresistas en los municipios de la zona de influencia del Cacique Pipintá (ver recuadro El Tambor).
"Fundó un frente en la zona de Aguadas, por ser de ahí. Necesitaba seguridad. Pidió apoyo y le mandaron fusiles por allá en junio de 1999. Ahí arrancó el Cacique, con unos 15 hombres. Luego llegó a tener hasta 300. Después se extendió a otros municipios. Los ganaderos pedían ayuda para protegerse de la guerrilla y pagaban voluntariamente por ella", narró el excombatiente.
Una persona que compartió con Báez manifestó que tenía una memoria asombrosa y la capacidad de recordar momentos con un grado de detalle increíble. "Rememoraba momentos y mencionaba la hora, el clima, hasta la ropa que llevaban puesta las personas. Le gustaban mucho las reuniones y hablaba de último. Prefería primero escuchar y después dar su discurso, con datos históricos. Se sobresaltaba. Parecía político en campaña", dijo.
El abogado Gabriel Ángel, militante de la Unión Patriótica y quien fuera asesor político del Bloque Oriental de las Farc, escribió esta semana una columna en el portal Las2Orillas y manifestó que al conocer a Báez no pudo evitar preguntarse por qué un hombre así se había visto envuelto en eventos tan condenables.
Lo definió como un ser respetuoso de la opinión ajena, que escuchaba con atención y exponía sus opiniones con franqueza.
"Su preocupación por la gramática me sorprendió. Por eso empecé a llamarlo profesor, con toda consideración. Cuidaba rigurosamente de la ortografía, los artículos y adjetivos, del sentido de cada palabra. Revelaba un buen grado de cultura y un elevado bagaje político. No tenía nada en común con el uribismo, aborrecía a su líder y abrigaba muchas dudas en torno al actual gobierno y el presidente Duque".
Báez se quedó con ganas de marchar el pasado 21. Se preparaba, con megáfono en la mano, para pedir por el derecho a a la pensión. La muerte llegó primero.
En el 2005, en la vereda El Tambor (La Merced), se desarrolló una reunión política entre el entonces presidente del Partido Liberal en Caldas, Ferney Tapasco González, y Ernesto Báez, jefe del frente Cacique Pipintá. Se repartieron el departamento para la campaña al Congreso. Lo denominaron sectorización.
La idea era llevar a dos candidatos al Congreso de la República del 2006. Uno, Dixon Ferney, hijo de Tapasco González, y el otro, Juan Pablo Sánchez, joven que resultó como candidato en una reunión a la que fueron llevados con engaños estudiantes de Manizales y se dio una elección allí a mano alzada, pues Tapasco ofreció un renglón en la lista para esos jóvenes asistentes. Ese encuentro fue promovido por representantes de la Fundación Fipaz en Caldas.
Por estos hechos condenaron a cinco años al expresidente de la Asamblea; y a siete años y seis meses a su hijo. Eso demostró la alianza entre los paramilitares y el Partido Liberal de Caldas. La testigo clave fue Euridice Cortés, alias Diana, de ese frente.
De esa lista liberal, cuatro quedaron en manos de la justicia. Además de Dixon estuvieron Enrique Emilio Ángel Barco, quien confesó su nexo con el frente; Jairo Alberto Llano Gómez, sentenciado por sus relaciones con el grupo armado cuando fue alcalde de Villamaría, y Juan Pablo Sánchez Morales, detenido y condenado por lo mismo.
El Cacique Pipintá, entre el 2001 y el 2006, estuvo en Pácora, La Merced, Salamina, Manizales, Aguadas, Anserma, Aranzazu, Chinchiná, Filadelfia, Marmato, Neira, Riosucio, Supía, Villamaría, Belalcázar, Risaralda, San José, Viterbo y Palestina.
Tuvo seis grupos de contraguerrilla: Las Águilas, Las Cobras, Los Escorpiones, Los Halcones, Grupo Delta y Los Buitres. A veces se hacían pasar por guerrilleros del Frente 47 de las Farc para descubrir milicianos y colaboradores dentro de la población civil.
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