Uno en la vida elige el recuerdo que quiere ser. Hoy de María Teresa nos queda su franqueza, el temple, la tenacidad, la tierna sequedad, el temperamento agridulce, la elegancia, el humor ácido, la imprudencia y muchas frases que seguirán sonando como disparos.
Perdió a su gran amor muy joven y con él se fue gran parte de su alegría. El vacío lo llenó durante años con sus amigas, esas divertidas mosqueteras que entre costuras, uno que otro chisme y más de un wiskey, se convirtieron en sus compañeras inseparables.
Se refugió en sus hermanos, en Helena su mancorna, en Consuelo su soporte, en Gustavo su cuidado, en María Victoria su cómplice y en Hernando, su todo.
Sus hijos fueron su única y a veces escasa razón para querer vivir. Octavio, su profunda adoración, el que siempre le hizo caso, el que se casó para toda la vida con Elsa su eterna novia a quien ella siempre quiso y agradeció, ese hijo que con nobleza supo lidiarla, con bondad logró apaciguarla, con paciencia logró ayudarla y con amor fue capaz de despedirla.
Y Miguel, el rebelde, el independiente, el libre, el desprendido, el generoso, el que logró demostrarle que era un maravilloso desastre y el que con un beso en la frente le pidió que volara tranquila.
Hoy quedan sus nietas, su debilidad, las únicas que le sacaron a flote su oculta ternura. Mara José, la representación de su vanidad, su coquetería y su silencio. Y Valeria, la bondad en su máxima expresión, la sonrisa y la dulzura.
A mi vida entró hace trece años como era su costumbre, mostrando las espuelas. En cuestión de horas al ver las mías, terminamos limándonoslas mutuamente y desde ahí nos aprendimos a querer. Nos reímos, nos aconsejamos, nos apoyamos, viajamos y nos agarramos de la mano hasta el final.
Dicen que uno se muere del órgano que más usa y a ella se la llevó el corazón en medio de una corta respiración.
Se nos fue Tere con sus cejas levantadas, su subida de hombros, su perfume y su peinado de algodón de azúcar.
La autoritaria mamá, la complaciente abuela, la leal hermana, la maternal tía, la incondicional amiga, la buena suegra, la eterna Tacher.
Alejandra Azcárate.
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