El 12 de enero falleció en la ciudad de Medellín, a la edad de 88 años, José Néstor Valencia Zuluaga, qien respiraba por todos los poros amor a su patria chica: Pensilvania. Allí nació en 1924 y vivió hasta su adolescencia, cuando ingresó al Seminario de Manizales. A Pensilvania regresó a ejercer su misión, después de haber estudiado Teología en la Universidad Gregoriana de Roma, ciudad donde recibió su ordenación sacerdotal.
De su permanencia en Pensilvania los feligreses de entonces conservan un grato recuerdo por su sencillez y amabilidad. De aquella época es el siguiente relato: “Oficiaba como cooperador en la parroquia cuando se presentó el fatídico incendio del 22 de julio de 1955 que amenazó con destruir gran parte de la población. El padre José Néstor, ataviado con su vestimenta ceremonial y portando el dorado copón que contenía la hostia, salió del templo parroquial, caminó por la plaza hasta la esquina de la calle del Comercio, se detuvo frente a las inmensas llamas e imploró a Dios que detuviera el fuego, diciendo: “Hasta aquí no más, mi Amo”. Según algunos testigos del hecho, desde ese momento la intensidad de las llamas empezó a disminuir y el incendio pudo ser controlado”.
José Néstor, además de griego y latín, sabía francés, italiano e inglés. Su cultura académica estuvo complementada con estudios de filosofía y letras en la Universidad de Caldas y en la Universidad Santo Tomás en Bogotá. Viajó por diversos países de América del Sur, América del Norte y el Medio Oriente.
Se retiró de su ministerio sacerdotal y contrajo matrimonio. Radicado en Bogotá trabajó durante veinte años como investigador en el Departamento de Lexicografía del Instituto Caro y Cuervo. Después de obtener su jubilación fijó su residencia en Medellín, donde, a pesar de una ceguera progresiva continuó escribiendo e investigando diversos temas, entre ellos uno sobre los Villancicos navideños, el cual seguramente quedó inconcluso.
La producción intelectual de José Néstor el sacerdote estuvo referida principalmente a la historia de la iglesia católica en Pensilvania. Como resultado de sus investigaciones publicó dos obras. La primera, “Rasgos de un colono de Cristo”, biografía del padre Daniel María López, pionero en el proceso de evangelización y progreso de Pensilvania y del Oriente de Caldas. La segunda, “Pensilvania o cien años de fe”, escrita en 1974 con motivo del centenario de creación de la parroquia.
En el Instituto Caro y Cuervo, además de su trabajo como investigador es notoria su participación en la revista Thesaurus, a través de la reseña de libros y artículos de revistas.
Otra faceta de su producción intelectual son los cuentos en los que recrea tradiciones y relatos de su patria chica. En 1999 publicó un pequeño libro de este género titulado “Bodegón del tiempo”, prologado por el novelista pensilvense Alonso Aristizábal Escobar. Escribió también artículos y comentarios críticos en la Revista Manizales, la Revista Aleph, y numerosas columnas en el periódico La Patria de Manizales. Deja varias obras inéditas, entre ellas una segunda serie de cuentos titulada “Los giros del girasol” y “El moro: un caballo cuenta su vida”, adaptado de la obra de José Manuel Marroquín.
En su Prólogo al “Bodegón del Tiempo”, Aristizábal Escobar se refiere a José Néstor en los siguientes términos: “En mi infancia de asombros entre montañas y soles dorados, este hombre fue mi personaje. Quizá porque ya era el protagonista literario dedicado a hacer realidades las cosas de su cabeza. Por eso de su vida intensa quedan sus palabras, de alguien que duerme con la musa de los sueños. Y esto es lo que él ha querido como hombre de actos radicales... Ahora presenta estos textos con la sabiduría de los años y la ceguera de quien ha visto todo. Aquí se encuentra su universo ancestral como el pasado que siente necesidad de recuperar. Son historias con seres de plumas blancas como ángeles que recrean el mundo de la inocencia y donde la maldad siempre es un hecho pasado... Allí se encuentran lagos con ciudades sumergidas, casas solas donde habitan fantasmas u hombres y mujeres esperando la lunación. Entre la opción de escribir sobre Dios o el diablo él se ha quedado con el primero, pese a que el segundo sea parte de una sociedad que parece no tener salvación”.
Paz en la tumba de José Néstor Valencia Zuluaga.
Silvio Aristizábal Giraldo
Antropólogo
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