LA PATRIA | MANIZALES
"Lo de mi papá fue hace 12 años, ya no recuerdo bien", dice Luis Correa mientras Mario, su papá, escribe en un papel "2005", el año de su accidente. Las memorias son borrosas pero la familia recuerda que ese día el hijo mayor, Luis, recibió su grado de bachillerato. "Llegamos todos del grado y Luis se fue a celebrar con sus amigos, cuando llegó supo lo de su papá", recuerda doña Tulia Salazar, mamá de Mario.
Después de unos dolores de cabeza, Mario sufrió un Accidente Cerebro Vascular (ACV). Un amigo cercano lo llevo al Hospital Santa Sofía, donde pasó varias semanas. Ahí todo cambió: "Tuvimos que empezar de cero", recuerda su hijo.
Mario no podía caminar ni hablar. Estuvo en terapias desde la casa para mejorar su condición. También fue al CEDER dos años; lo único que no recuperó fue el habla, por eso se comunica con una libreta que lleva a todos lados.
Él apoya a su madre. Le ayuda en la cocina, en el aseo, en las tareas que impliquen la fuerza que ella, por su edad, no puede hacer. En su casa lo tratan como igual, pues ya saben cuáles son sus capacidades.
La psicóloga Liliana Castrillón Marín dice que el acompañamiento familiar es fundamental. Agrega que "ellos son el apoyo de la persona que tiene alguna discapacidad. Lo soportan afectivamente, lo que facilita los procesos".
Mario Correa sufrió un ACV en el 2005
De la casa al colegio
Con niños puede ser diferente, ya que lo que sucede en casa se complementa con lo que viven en el colegio. En el Gimnasio Campestre la Consolata hay un trabajo especial para que todos los estudiantes sean tratados por igual.
De acuerdo con Juliana Uribe, fonoaudióloga y coordinadora del equipo de desarrollo humano del colegio, allá hay un plan que permite mayor adaptabilidad a quienes tienen esta condición. "Al inicio del año escolar se hacen recomendaciones a los profesores para que empleen una metodología integral", agrega.
Uribe celebra que todos son tratados como iguales, que no importa qué tipo de discapacidad tienen. Dice que de los 582 estudiantes que están inscritos en el colegio, 60 tienen alguna condición.
Eso lo vivió Alejandro Gómez, quien se graduó de esta institución. Él sufre Síndrome de Ollier, una enfermedad que se caracteriza por la presencia de encondromas (tumores benignos) en los huesos, y por eso debe movilizarse con muletas o en silla de ruedas.
En sus últimos años de colegio se apoyó en lo que considera más importante: los amigos; y en casa, sus papás le ayudaron a aceptar su condición. Pero tiene algo claro: "El primero que tiene que convencerse de que es igual a los demás es uno".
El humor, dice, es el mejor tratamiento psicológico que tiene, pero aclara que no debe pasar al irrespeto.
Eso, de acuerdo con Castrillón, se llama resiliencia, que es la habilidad que tiene la persona de salir adelante a pesar de su condición, "de burlarse de sí, de reírse de lo que le sucede. Para eso es importante tener un buen sentido del humor", dice.
En el departamento hay 27 mil 256 personas en condición de discapacidad, las principales son, según la Dirección Territorial de Salud (DTSC):
*Movilidad: 8 mil 792.
*Mental cognitivo: 6 mil 412.
*Múltiple: 2 mil 500.
*Visual: 2 mil 177.
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