Alba Nelfy Bernal Orozco*
LA PATRIA | Manizales
“Eso es un cáncer, eso se va de cirugía”, afirmó un primer médico, cuando le entregué el resultado de la mamografía, que semana y media antes me habían hecho. Él fue así, directo, sin miramientos, diría que ‘sin anestesia’. La verdad es que ese es un diagnóstico que jamás esperé, pues no ha habido un dolor, ni una protuberancia, nada que hiciera sospechar que algo anduviera mal.
Otro galeno, luego de ver los resultados, dijo: “nos vemos en la cirugía”. Él me corroboró lo dicho en primera instancia. Fue muy sorprendente, porque -de alguna manera- guardaba la esperanza de que el primer dictamen hubiera sido muy apresurado. El desconcierto, por supuesto, fue total.
Familia y amigos
Inmediatamente devolví la película y recordé lo vivido por mi mamá hace unos 50 años, cuando los avances en medicina estaban aún en pañales y, un diagnóstico parecido, no dio opción diferente a una amputación, con sus consecuentes traumatismos físicos y psicológicos.
Las lágrimas, entonces, rodaron sin querer queriendo, recordando aquel doloroso suceso. Para coronar el pastel, ese día a la madrugada, me avisaron de la muerte de mi amiga Martha. Ella precisamente me había acompañado a recoger el resultado unos días antes.
Según Oscar Wilde, “la mejor forma de evitar las tentaciones es ceder a ellas”. En esa oportunidad, la curiosidad nos pudo y abrimos el sobre y lo leímos. Decía que aparecía una masa pequeña y ella, para tranquilizarme, me recordó que el año pasado le habían hecho ese examen y que también aparecía algo así, que el médico le había dicho que no tenía de qué preocuparse, porque esa presencia no ameritaba ningún tratamiento ni mucho menos una intervención quirúrgica.
Así pues, dos novedades de ese talante y en el mismo día, me sumieron en una profunda tristeza. Ambos sucesos eran muy difíciles de digerir. La muerte de mi amiga, porque fue algo intempestivo, que llenó a familiares y amigos de dolor, pesadumbre y un gran desconcierto. Ella y yo nos conocimos años atrás, compartimos muchas vivencias, muchas experiencias, fuimos amigas, cómplices. Su deceso, por supuesto, me produjo una honda nostalgia y gran pesadumbre, de la cual, aún no me repongo.
Sobre el diagnóstico
Y en cuanto al diagnóstico del tumor, no falto a la verdad si afirmo que aún hoy, con tantos avances y tanta tecnología, la palabra cáncer, asusta, aterroriza, lo deja a uno como desarmado y vulnerable. Es, sobre todo, por el hecho de saber que ‘le van abrir a uno, la unidad sellada’. Frente a este panorama, entonces, cualquier cantidad de cosas, se me vinieron a la mente, como por ejemplo:
Y si hay que amputar todo el seno izquierdo, si extraen la masa y queda una profunda herida y tienen que sacar piel de otra parte del cuerpo, para implantarla en el seno.
Y si tienen que apelar a la quimioterapia, tratamiento que es agresivo y agotador. Si se me cae el pelo, ¿cómo me veré yo calva?.
Y si no logran extraer toda la parte afectada y si se reproduce más tarde o aparece algo en la otra mama.
En fin, surgen cantidad de interrogantes en esos momentos y lo positivo como que también entra en cuarentena. Las noches se hacen eternas, se juntan los duelos, los recuerdos se vienen a borbotones: Mi mamá y su cirugía, la amiga de mi mamá y las abuelas que murieron de cáncer y hasta Martha, que ahora también está en otra dimensión.
Y viene la otra parte, los exámenes, no uno ni dos, son varios. Unos dijéramos que normales, otros dolorosos, algunos tediosos, de minutos, de horas, de mañanas y tardes enteras.
Entonces ya requiero un archivador para llevar el registro de todo: órdenes, radiografías, resultados, diagnósticos, aparte de toda la historia clínica de años anteriores. Todo ello, con el fin de ser precisos acerca del proceso, tener certezas del sitio y del tamaño, descartar focos en otros órganos y en los huesos.
Y así voy pasando los días, pero eso sí, contando con la presencia incondicional de mis dos hermanos, mis tres sobrinos, otros familiares y demás allegados, quienes desde el primer momento se apersonaron de mi situación. Siempre ahí, pendientes, acompañando, tratando de hacer más llevaderos y menos dolorosos estos dos duelos.
Lo que resta
Pero a pesar de tantas vicisitudes y perplejidades, no puedo pasar por alto que con tantas idas y venidas, pude -en una cita con un médico- resolver muchos interrogantes. Él me explicó, con dibujo y todo, en qué consistía la cirugía, el tamaño del tumor, la profundidad y el posoperatorio. La reunión con él fue muy positiva para mí, porque me dio gran confianza y, por sobre todo, despejó muchas dudas.
La cirugía no ha sido programada aún, pero ya está lista toda la literatura interior y exterior de mi cuerpo, ya ha mermado un poco la incertidumbre, aunque no deja de ser asustador el hecho de tener que internarse en una clínica en estos momentos de tanta incertidumbre por la presencia no deseada del 'antipático bicho aquel’.
Lo que queda ahora es poner el máximo de mi parte para no decaer e izar la bandera del optimismo, a fin de no bajar las defensas y esperar que todo salga de la mejor manera.
* Periodista, licenciada en filosofía y letras e investigadora.
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