Vanessa Sánchez
LA PATRIA | Manizales
"Tus hijos no son tus hijos
son hijos de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen".
Khalil Gibran
Una vez que los hijos abandonan el hogar para independizarse, las madres, sobre todo, sienten un profundo vacío. Casarse, formar una nueva familia o comenzar una vida autónoma, sume a los padres en una gran angustia.
Esta etapa los psicólogos la denominan como el síndrome del nido vacío, en el que los hijos se independizan o pueden separarse emocionalmente de los papás sin irse de casa. Martha Luz Páez Cala, coordinadora de la especialización en psicoterapia y consultoría sistémica de la U. de Manizales y especialista en temas de pareja y familia, indica que tomar esta decisión no implica abandono como muchos papás lo consideran, sino que en el ciclo normal de la vida, en el que los jóvenes quieren volar porque ya son responsables de sus decisiones.
"Muchos hijos no se van de la casa, pero sí se independizan en el sentido de que pasan más tiempo con sus amigos, en sus ocupaciones académicas o laborales y sus intereses están centrados en asuntos por fuera de la familia", explica.
La experta señala que en estas situaciones los padres se dan cuenta de que ya nos son tan necesarios en la vida de los hijos, y en muchas ocasiones, en especial las mamás que son amas de casa, han centrado sus vidas en el cuidado y atención de ellos, sienten que su existencia ya no tiene sentido.
Se deprimen
Foto | Martha Monroy | LA PATRIA
La especialista aclara que los primeros rasgos para detectar que los padres padecen síndrome del nido vacío es cuando hay ansiedad, tristeza o estados depresivos, producto de un duelo no elaborado por esta partida.
Sin embargo, esta sensación no necesariamente aparece en todos los casos, ya que en las familias donde hay buen entendimiento, un matrimonio sólido y respeto por la diferencia, se entenderá este paso como un cambio propio en las personas, e incluso genera alegría porque los hijos se casan o construyen su propia proyecto.
"Si se establece un vínculo sólido desde pequeños, en el cual se les acompaña y se entiende que son un préstamo y no una pertenencia y en el camino se fijan lazos de confianza, seguramente el joven no tendrá dificultad en tomar distancia afectiva", apunta Paéz.
Sobre la duración del síndrome depende de la adaptación. En muchos casos las emociones negativas pasan en unas semanas y la calidad de la relación entre esposos mejora, porque se dan apoyo entre ellos mismos.
Sobrecarga emocional
De los hijos 'bombriles' los psicólogos han advertido los riesgos que implica para su vida y su personalidad coartarlos y pretender que ellos hagan la voluntad de sus padres. "Una mamá que niegue al hijo irse de casa, porque teme que por fuera no le brindan lo que ella sí le da, esto representa una carga enorme y se manifiesta en el bajo rendimiento escolar, en el consumo de sustancias psicoactivas y en la toma de decisiones equivocadas", comenta.
Por otro lado, cuando queda aún algún hijo más en la casa, el impacto de la marcha del primero es menor, pues favorece la adaptación. Aunque se eche de menos al hijo que se ha ido, el cambio que se produce en casa puede ser positivo. Los padres tienen algo más de tiempo disponible que se puede emplear con los hijos que se quedan. Incluso es posible que discutan menos.
Reacciones:
Pese a que casi todos los hijos terminan su proyecto de vida lejos de los padres, la reacción de ellos depende de múltiples factores:
1. Culturales: hay culturas donde es previsible que los hijos tempranamente se vayan del hogar como en Europa, donde el joven después de su mayoría de edad emprende su vida en otro lugar para realizarse como persona y profesional. En Latinoamérica, en cambio, los hijos entre más duren al lado de los padres es mejor, incluso muchos se casan y continúan viviendo con ellos.
2. En función de ellos: si los padres siempre han vivido en función de los hijos, así trabajen, les cuesta vivir su proyecto de vida.
3. Vínculo conyugal: si la pareja funciona bien, tienen una relación armónica enfrentan este proceso como la oportunidad para volver encontrarse como esposos. Pueden aprovechar la ausencia de los hijos para hacer cosas que por falta de tiempo y espacio dejaron de hacer.
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