B. EUGENIA GIRALDO
LA PATRIA | MANIZALES
Pese a lo agitado de sus días con sus noches, reconoce que en estos 16 meses de pandemia por la covid-19 se enamoró más de su especialidad. No solo ayuda a sus pacientes, sino que el guiar a sus compañeros le mostró otra habilidad desconocida: la docencia.
“No es un provecho económico, pero sí de crecimiento profesional y personal para valorar la familia, la salud, el tiempo y la vida misma. No me veo haciendo otra cosa”, asegura el médico intensivista chinchinense Óscar Cárdenas, quien labora en la Clínica Avidanti.
Hace cinco años terminó su especialidad y desde ese momento su carrera es contra el tiempo, porque entre más se tarde en conocer la causa de la inestabilidad de cada paciente que llega a la Unidad de Cuidado Intensivo hay más riesgo de muerte.
En familia
Cárdenas pasó de hacer 250 horas a 500 al mes. “Quisiera trabajar menos, pero mi sentido de responsabilidad me motiva a doblar las horas. Tengo dos hijos, de seis y cuatro años, y cuando estoy de descanso trato de aprovechar a mi familia al máximo”.
En los primeros meses de la pandemia, cuando poco se sabía del virus, le expuso a su esposa el riesgo que tenía, ella no aceptó que él buscara otro alojamiento. Esto le generó una carga emocional alta y lo que hizo fue extremar las medidas, entre ellas, bañándose de tres a cuatro veces al día.
Con infectólogos e intensivistas colombianos creó un grupo de investigación. Lo que estudiaban lo trasmitían a través de una cuenta en Instagram. En dos semanas tenía 14 mil seguidores, pero las agresiones contra el personal médico fueron “como una patada” y los desmotivó.
Acostumbra a despertar a las 5:00 a.m. para leer algún artículo. “Antes nos tocaba buscarlos y ahora nos llegan los más relevantes. Algunos los comparto con una comunidad médica, es momento de cooperación”.
A las 7:00 a.m. ingresa a la Clínica donde hay tres áreas de Cuidado Intensivo, dos covid, de 20 y 17 camas, y una mixta, de 10. Por turno, en cada sala hay un intensivista, dos médicos generales de apoyo, cinco enfermeras y tres terapeutas respiratorios. Sin contar un equipo de seis auxiliares de enfermería que rota por las tres salas para girar a los pacientes.
En la UCI
Cada frase de aquí en adelante el intensivista e hijo de un maestro de Chinchiná retrata lo que viven el personal de salud y los pacientes en cada una de las 299 camas UCI habilitadas en Caldas.
Sin aire
“La covid-19 no solo es infecciosa, sino que produce una lesión pulmonar potencialmente mortal, que impide la llegada de suficiente oxígeno a los pulmones y a la sangre, y demanda mucha atención. Pasó de ser de baja prevalencia en una UCI a ser la causa en la mayoría de los pacientes”.
Giros
“En estas condiciones, el afectado requiere de una terapia denominada de cúbito prono, una labor titánica para la que se necesita un equipo de seis personas. Consiste en girar, al menos dos veces al día, a la persona que está inestable y conectada a bombas de infusión, mangueras, tubos, catéteres”.
Sin aire
“Verlos ahogados, es como ver a un pececito fuera del agua, es algo desesperante. Al final casi todos terminan aceptando la intubación. Muchas veces este procedimiento mejora la condición, así sea porque esté muy mal. Se le da confort, se duerme, no tendrá angustia ni dolor, y solo resta esperar, si va a salir o si definitivamente fallece”.
Hacerlo todo
“El cuidado intensivo me ha enseñado que hasta un 10% de esperanza hay que aprovecharlo utilizando todas las herramientas: ecógrafos, monitores, ventiladores, máquinas para hacer diálisis, el paciente con covid-19 los requiere todos”.
Impacto
“Al final, hay unos que salen y otros que pese a que se hace todo, no alcanzan. Es indudable que la parte emocional se afecta, más cuando es alguien cercano, como me sucedió cuando trabajaba en la UCI del Hospital San Marcos de Chinchiná”.
Cercanos
“En un turno me llegó un amigo de infancia y adolescencia. ‘Si quiera está usted, hermano, ahora sí estoy tranquilo’, me dijo. Desafortunadamente el fatal virus ganó. También llegó otro conocido, este de más de edad y con antecedentes de dos infartos, ya había superado la covid-19, iba muy bien de la oxigenación, pero le dio otro infarto y falleció”.
Preguntas
“A veces llegan con el virus, y sin otras enfermedades, fallecen. Entonces llegan los ¿por qué? y es cuando la espiritualidad llena ese vacío, que no puede la razón. Esto me ha ayudado a no perder la fe, la pasión por lo que hago para poder seguir sirviendo y esperando que algún día esto pase”.
Dios decide
“A eso nos enfrentamos todos los días. El contacto médico-paciente me ha permitido tener claro que la medicina es de medios, no de resultados. Si he hecho hasta lo último y el resultado es la muerte, aunque duela, sé que Dios decide en qué momento llegamos y también cuándo nos vamos”.
Copados
“Estos últimos meses mantenemos al 100% y cuando llega un paciente tratamos de hacer espacio. Por fortuna, no nos han faltado recursos, y alivia que no vemos gente morir por falta de oxígeno o de un ventilador, es una situación que da mucha incertidumbre”.
Duelo
“Ahora que ya se ha entendido más el comportamiento de la enfermedad es fundamental que las personas vean y vivan sus procesos de duelo. Si el paciente está en un punto de no retorno llamamos a la familia para que lo acompañe. La mayoría lo desea, porque es brindar ese apoyo al final de la vida”.
Caja de sorpresas
“Uno llega a un turno y no hay espacio para parar, el tiempo es limitado. Siempre he dicho que la UCI es como una caja de sorpresas, puede ser tranquila, aunque esté llena, pero en momentos en los que fallecen tres o cuatro pacientes, cada cama libre es un nuevo ingreso, que casi siempre es bien complicado”.
Más jóvenes
“Ahora he tenido ingresos de personas más jóvenes, eso golpea más. 20, 36 años, niños pequeñitos, uno como que se refleja en ellos, es un contraste fuerte. Su evolución no es tan buena, se complican y no salen, mientras que el añoso tiene un poco de más aguante. Esas son las variantes, es una enfermedad que aún no terminamos de entender y nos deja anonadados”.
Cada uno, un reto
“La covid-19 es un compendio de todo lo que uno estudia en un solo paciente. Obvio que hay situaciones en los que el cambio es benigno, pero el que no tenga buena evolución es un reto gigante. Para eso estudiamos, hay que hacer, hacer, hacer, al verlo vivo, no hay manera de parar”.
Un polo a tierra
“Mi mejor amigo es sacerdote. Es el que me ayuda a afrontar esto y cuando me siento angustiado es el que me da el oxígeno necesario para aguantar. Pienso que lo relacionado con el paciente hace parte de la ética y del amor por la profesión”.
Vacunado
“La vacuna es lo mejor, ganan la razón y la ciencia. Eso da tranquilidad, porque mi organismo creó las defensas contra esa enfermedad, y aunque cabe la posibilidad de que me dé covid-19, tengo la tranquilidad de que con la vacuna disminuye la virulencia”.
El intensivista Óscar Cárdenas estudió en la Universidad de Manizales el pregrado y la especialidad en la U. Tecnológica de Pereira.
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