Rubén Darío López
LA PATRIA | Pensilvania
Dos habitaciones sirvieron de refugio para los 13 ancianos con los que empezó el Asilo José María Gallo en Pensilvania.
Hoy, a sus 50 años, es evidente que las condiciones cambiaron y el centro cuenta con 15 cuartos individuales y siete generales para albergar a los 41 adultos mayores que los habitan. Aunque son pocos, hay unos que aportan una mensualidad gracias a sus familias o a su pensión. Es el caso de María Dolly Ramírez, de 81 años, quien reconoce que el José María Gallo es su amparo, no solo por la buena alimentación y los cuidados que recibe, sino por la compañía, esencial en esta etapa de su vida, cuando sus hijos ya formaron sus familias. "Aquí tengo buenos libros para leer y me integro con los compañeros".
El comerciante José María Gallo fue quien donó el terreno para el asilo, ubicado a la salida del pueblo por la vía que conduce a Manzanares. Este poco a poco se llenó de casas hasta conformar lo que es el barrio San Francisco.
Al comienzo, los viejitos vivían de la caridad de la gente, pero con el tiempo el ancianato comenzó a recibir donaciones de la Fundación Acesco, del empresario Alberto Escobar y de otros benefectores a los que se suman los aportes del Municipio y de la Gobernación de Caldas por el impuesto de estampilla del Adulto Mayor.
Margarita Ramírez, quien además de ser alma y motor del Asilo, es miembro de la Junta, destaca el crecimiento del centro en la parte estructural, que se amplió para dar cabida a más ancianos, y mejorar la calidad de vida de quienes lo habitan. "Esto es como una casa familiar, los tratamos con cariño, estamos pendientes de ellos y procuramos que siempre estén activos. A algunos no les alcanza el día para todo lo que hacen", dice.
Resalta que el Asilo fue fundado por hombres y manejado por ellos durante unos 20 muchos años y después fueron las mujeres las que tomaron las riendas del Hogar. "Lo bonito es que en ambos mandatos el hogar siempre ha tenido progresos".
Cuenta Margarita que el sostenimiento completo de cada persona bordea el millón de pesos mensual y que el Asilo acoge entre sus habitantes a 13 personas mayores de 90 años, unos en silla de ruedas y otros que requieren pañal, lo que incrementa los costos de funcionamiento. "Unos llegaron por petición de la Comisaría de Familia y a otros los familiares los llevan y luego se olvidan de ellos".
Pese a que los ancianos cuentan con servicio de salud subsidiado, en el centro faltan terapeutas y personal de salud para jornadas médicas. “El manejo es duro porque a muchos hay que ayudarlos para todo y también hay que estar pendientes de la insulina para los diabéticos”.
Elsy Zuluaga, presidente de la junta directiva del Asilo, sostiene que este 2020 cuentan con un presupuesto de $60 millones procedentes de la estampilla y pese a que reconoce que siempre están escasos de recursos, han logrado salir adelante gracias a la buena administración. “La gente confía en el Asilo porque comprueba la calidad de vida de los adultos mayores y la mejora en las instalaciones. Para este año esperamos construir 10 habitaciones más, ya tenemos los planos. Si no fuera por el voluntariado y los corazones generosos, no podríamos funcionar. Toda donación es bienvenida”.
Zuluaga asegura que en estos 50 años no harán fiestas ni agasajos, sino que se centrarán en actividades lúdicas y de salud para los adultos mayores. Por ejemplo, este sábado 1 de febrero hay una misa y luego algunas actividades para quienes habitan el centro, que no solo necesitan recursos, sino que como sueña Margarita: "Más voluntarios que quieran apadrinar a un anciano y le brinden compañía".
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La hogar José María Gallo cuenta además de sus 22 habitaciones, con enfermería, comedor, cocina, bodega, patio y salón para eventos, patio exterior y un parque, jardines, capilla, senderos, kiosco, lavandería, patio de ropas, gimnasio y oficina administrativa.
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En estos cincuenta años son incontables las personas que han colaborado y aunque prefieren el anonimato se recuerdan grandes benefactores como Aceneth Ramírez de Cataño, Jaime Alonso Zuluaga, el profesor Azael Osorio, Tulia Duque y don Alonso Aristizábal.
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* Ernestina Manrique, 84 años
Aquí me siento bien atendida, es maravilloso. Soy pensionada del hospital. Viví con mi esposo en Pereira y cuando enviudé, éste fue el mejor lugar que encontré para vivir, porque no tuve hijos.
* Jesús Antonio Aristizábal, 85 años
Hace muchos años me fui a trabajar a Bogotá. Vivía solo en una pieza. Volví a mi pueblo y en el Asilo me siento muy contento porque el trato y el ambiente son muy buenos.
Fotos | Rubén Darío López | LA PATRIA
Trabajar la tierra, una labor que no olvidan en el Asilo José María Gallo.
El ejercicio no les falta y en medio del jardín, mucho mejor.
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