Mateo Yepes Serna
LA PATRIA | Manizales
"Esa tarde esperé en la sala del hospital junto a otros papás. Varios esperaban ansiosos a sus bebés, yo esperaba a uno ya fallecido. De pronto, un hombre se me acercó y me dijo: 'yo también perdí un bebé hace un tiempo'. Me dejó perplejo, esa fue mi primera lección".
Carlos Eduardo García y su esposa, Sandra Pachón, querían tener un bebé pero sin agüero ni afán. Ella llevaba 15 años sin quedar embarazada hasta que por fin, en julio del año pasado, confirmaron las sospechas que tenían: Sandra estaba embarazada. Lloraron de emoción y se prepararon para lo que venía con cursos preconcepcionales, ecografías y dopplers. Todo estaba en orden y el corazón de su bebé latía con fuerza.
Llevaban cinco meses de embarazo cuando decidieron viajar a Santa Marta. "Fuimos allí para que el bebé sintiera el mar, fueron unas lindas vacaciones. Sentíamos cómo se movía y nos emocionábamos", explica Carlos. Esos movimientos eran una ilusión.
Regreso a la realidad
Con el retorno a Manizales también volvieron los exámenes. A la semana fueron a uno de rutina. Esos momentos, según la pareja, eran muy felices. Veían a su bebé y escuchaban su corazón. Pero ese día eso último no sucedió y la doctora les ordenó una ecografía de emergencia.
"Las palabras del médico, después de la ecografía, nos atravesaron como una lanza: 'ese bebé ya no está'. Nunca se escuchó de nuevo el corazón", recuerdan.
El bebé había fallecido tres semanas antes, según los exámenes posteriores. Es decir, no había estado con Carlos y Sandra en Santa Marta. El médico les explicó que los movimientos que percibían eran intestinales, no del bebé.
Ellos no se culparon, tampoco a Dios. Lo tomaron como un aprendizaje.
Compañía
La psicóloga Fanny Bernal afirma que, desde su experiencia, ha visto que las entidades de salud no le dan el tratamiento apropiado a estas situaciones, pues en esos casos las mujeres sienten soledad y angustia, y no encuentran la compañía necesaria.
No obstante, Sandra recuerda con agrado a los médicos que la trataron, sobre todo, a quienes la acompañaron después del parto. Dice que lo que más valoraba era que ellos se acercaban y, antes de examinarla, le preguntaban cómo estaba de ánimo.
Lástima no quieren dar. No quieren que les demuestren pesar, ni que la gente tenga pena por preguntarles qué les pasó. Al contrario, disfrutan contar su historia, les gusta recordar ese momento, porque a pesar de lo difícil que fue, intentan sacar lo bueno de su experiencia.
Si Sandra vuelve a quedar embarazada, seguirán adelante con el embarazo y soñarán por ese nuevo niño. La psicóloga afirma que es necesario volver a tener confianza para intentarlo y volver a soñar: "Un hijo es un sueño y a los sueños hay que ponerle todas las estrategias y recursos del ser humano para que se hagan realidad".
Vuela alto
La diferencia del duelo a personas que vivieron y a bebés perdidos durante el embarazo radica, según Bernal, en que los primeros son despedidos con imágenes y recuerdos que guardan las familias. "Con los bebés no hay imágenes que recuerden a ese ser querido, por eso el duelo se vuelve mucho más difícil", menciona.
Por eso, Carlos y Sandra reunieron, en noviembre del año pasado, a 50 personas en la vereda El Arenillo para despedirse de ese niño que no llegó. La reunión fue en la Fundación Niños de los Andes, en donde hicieron una actividad espiritual y en donde escribieron mensajes para el bebé. Esos papeles volaron al cielo en globos.
Características
Gustavo Parra, médico ginecólogo y obstetra, dice que el aborto espontáneo se manifiesta con dolor y sangrado. El tratamiento requiere, en primer lugar, de una ecografía, que determina si el embarazo continúa o no.
En caso de que no, hay dos tratamientos: El primero, una intervención quirúrgica llamada legrado, que limpia el útero. El segundo es con medicamentos que permitan que el aborto se termine. "De 100 embarazos, 15 pueden terminar en aborto espontáneo", agrega el médico.
Entre los factores de riesgo, según Parra, están la anemia y las infecciones urinarias o de otros sistemas.
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