La epidemia de obesidad es un problema global que ha incrementado la carga de distintas enfermedades no transmisibles (ENT), entre ellas las cardíacas.
Se ha comprobado que hay una relación directa entre el aumento del Índice de masa corporal (IMC) y el riesgo de enfermedad cardiaca. Un estudio demuestra que por cada 4 puntos de aumento en el IMC, el riesgo de enfermedad cardíaca isquémica (cuando el corazón se daña por falta de oxígeno) aumenta en un 26%.
De acuerdo con Edgar Hernández, cardiólogo del Hospital Roosevelt de Guatemala, existe una variedad de factores de riesgo que aumentan la probabilidad de padecer estas patologías, entre ellos los biológicos (edad y genética) y aquellos que están relacionados con hábitos de vida que sí se pueden cambiar, como una dieta desbalanceada y el sedentarismo, dos de las principales causas de la obesidad.
“En palabras sencillas, una persona llega a ser obesa cuando el consumo energético total, que se compone por todas las calorías que se ingieren a partir de los alimentos, es mayor al que gasta diariamente mediante las funciones básicas vitales y la actividad física”, señala.
Según la Organización Mundial de la Salud un 80% de los infartos prematuros se pueden prevenir al mantener una dieta balanceada, actividad física regular y al abandonar el consumo de tabaco.
1. Una alimentación equilibrada debe incluir suficientes cantidades de cereales, leguminosas, frutas, verduras, lácteos, carnes, pescados, aceites y grasas. Recuerde que ningún exceso es bueno y que no hay alimentos buenos o malos, solo dietas mal balanceadas.
2. El consumo excesivo de ciertos alimentos en la dieta, como los carbohidratos (pan, tortillas, pasta) y las grasas (alimentos fritos, mantequilla, papas fritas) propicia la ganancia de peso, por lo que es importante moderar su ingesta.
3. Mantener una adecuada hidratación favorece el transporte de nutrientes y su utilización. Además, regula la temperatura del cuerpo, elimina toxinas y desperdicios metabólicos del organismo.
4. La actividad física regular regula la presión arterial, el metabolismo del azúcar y de las grasas. Caminar a paso rápido, trotar, andar en bicicleta, bailar durante 30 minutos por lo menos 5 veces a la semana.
5. El tabaco lesiona la salud, independiente de cómo se consuma (cigarrillos, cigarros, pipa o tabaco para mascar). La exposición pasiva al humo del tabaco también es peligrosa. Lo bueno es que el riesgo de infarto de miocardio y AVC empieza a disminuir inmediatamente después de dejar de consumir productos del tabaco y se puede reducir a la mitad en tan sólo un año.
6. Reducir el estrés es importante para todos, pero un estudio muestra cómo afecta de manera distinta el corazón de las mujeres, poniéndolas potencialmente en mayor riesgo de un problema coronario.
* Vigile la tensión arterial: La hipertensión suele ser asintomática, pero puede causar infartos de miocardio o accidentes cerebrovasculares.
* Mídase el azúcar en la sangre: El exceso de azúcar en la sangre (diabetes) aumenta el riesgo de infarto de miocardio y accidentes cerebrovasculares. Si padece diabetes, para reducir dicho riesgo es muy importante que se controle la tensión arterial y el azúcar en la sangre.
* Controle los lípidos en la sangre: El aumento del colesterol en la sangre incrementa el riesgo de infarto de miocardio y accidentes cerebrovasculares. Controlarlo requiere una dieta saludable y, si fuera necesario, medicamentos apropiados.
Para determinar si una persona tiene sobrepeso u obesidad, el indicador más adecuado es el IMC, el cual mide la relación entre el peso y la talla en los adultos. Se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2).
Según la OMS:
Un IMC igual o superior a 25 determina sobrepeso.
Un IMC igual o superior a 30 determina obesidad.
Los síntomas de un ataque al corazón se manifiestan de maneras ligeramente diferentes entre hombres y mujeres. Tanto en hombres como en mujeres, el síntoma más común de un ataque es dolor de pecho y malestar. No obstante, las mujeres son más propensas a experimentar dificultad al respirar, náusea o vómito y dolor en la espalda y la mandíbula.
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