LA PATRIA | Manizales*
Es posible que haya contagiado a mi mamá. Quise visitarla cuando más sola se sentía y a los días terminó congestionada, con tos y sin olfato.
Las recomendaciones de la ciencia, de no visitarnos, de no acercarnos, las seguimos con disciplina por meses, hasta donde pudimos. Sin embargo, “algo” nos hizo ceder. Así que esa tarde estuve en su casa. Nos mantuvimos a distancia, cada uno a un lado de la sala. Solo nos quitamos el tapabocas cuando decidimos tomarnos una copa de vino juntos y de lejitos. Se veía feliz.
Cada que los gobiernos amenazaron con irse por la epidemiología más estricta, con toques de queda por decreto y distancia con policía, aparecieron límites para no dejarnos más rotos. Llamados de los industriales y los comerciantes. Opiniones de las escuelas económicas. Decisiones y tutelas de las cortes.
Alguien pudo poner equilibrio. Al ser de la ciencia moderna le reapareció un deber ser ya conocido: la productividad capitalista y las garantías liberales. Era fácil volver a balancear estos discursos que se han validado entre sí durante la última era.
Sin embargo, cada que en las casas hemos querido ponernos estrictos con la epidemiología, con separaciones decididas, ¿qué es lo que da equilibrio para no dejarnos más rotos? Ese “algo” que me hizo ver a mi mamá cuando más necesitaba cuidado, que le dijo a ella que no era suficiente estar sola y segura en casa. ¿Cómo se llama?
Parece difícil encontrar un término que se sincronice con la ciencia y la modernidad. ¿Amor? Cursi. ¿Empatía? Cliché. ¿Cohesión? Sospechoso. ¿Solidaridad? Muy activista. ¿Espiritualidad? Sin evidencia. No me refiero a eso de excusarnos en el otro para restarle gravedad a la pandemia y darle rienda a nuestra falta de cuidado. Hablo de esa paradoja de querer cuidarnos bajo el riesgo y la cura del encuentro. No le hemos dado un nombre este año, ¿o sí?
La epidemiología tiende a decir que ese impulso por el otro se llama “ignorancia” o “desinformación”. Porque es claro que tiende a romper el aislamiento. Los gobiernos hasta han pagado vallas para generalizarlo como un acto irresponsable. Pero me parece que en su afán de condena terminan por mezclar demasiadas conductas. Así nos perdemos de esta pregunta.
Mi mamá ya está sana de la covid-19. Alrededor todos salimos negativos en las pruebas. Parece que mi visita no tuvo nada que ver. Supusimos que fue con un billete o con las bolsas de un domicilio. Pero después vino una parte de los científicos a decir que lo del contagio por superficies no es tan cierto.
Así que todavía no me quito de encima la pregunta de si le respiré muy cerca, si debimos abrir más ventanas, si le dejé tocar la copa que usé, si fui un falso negativo. La misma ciencia ha pasado por tantas teorías de transmisión, que en estos casos cada una termina siendo un delirio de culpa diferente.
Sucede que mi mamá extraña mucho a mi papá. Por eso me pareció el momento para acompañarla. Él ha tenido que irse por varias semanas a la casa de mi abuela, su madre, para que no pase más días sola. Es que mi mamá como mi papá tienen a sus padres vivos y tampoco quieren que tanto aislamiento los deje con vida, pero rotos.
¿Cómo llamamos a eso que impulsa a dos adultos mayores de 60 años a querer acompañar y cuidar a sus padres vivos? ¿Cómo llamamos a eso que impulsa a los hijos de estos adultos mayores de 60? ¿Cómo llamamos al querer reencontrarnos en el cuidado? Ese “algo” se va amplificando en cadena. Más bien en una especie de fila, donde cada uno se preocupa para que el de adelante no quede más roto.
La filósofa Catherine Malabou dijo que “la cuarentena solo es tolerable si te pones en cuarentena de ella”. Por su parte, el antropólogo Michael Taussig advirtió que el mundo necesitará ahora más chamanismo, con palabras encantadas, surreales. No como sustituto de la ciencia sino como un arte que despierte la imaginación hasta aliviar el aislamiento y promover la cohesión.
La cuarentena ha tenido recetas modernas para encontrar un equilibrio. Entonces la cuarentena a la cuarentena solo se encontrará en balance cuando nos demos el nombre más mágico para ese “algo”.
* @CamiloVallejoG
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