Vanessa Sánchez
LA PATRIA | Manizales
Es una tragedia cuando Celeste, de 3 años, pierde su cobija de elefantes morados. La lleva con ella al colegio, a las visitas, sale a jugar con ella, envuelve sus muñecas y su rostro: con el borde de la manta lo roza hasta dormirse.
Su mamá aprovecha este momento para lavarla. De otra forma, quitársela representa tristeza para la pequeña. También le tiene nombre: la “tita”.
Su mamá le ofrece cambiarla por otra, más colorida, sin rotos, de corazones o la que ella escoja, pero Celeste se rehúsa.
Es habitual que en la niñez haya apegos a objetos transicionales. Cobijas, peluches, muñecos, la almohada o el biberón son los más comunes. Los padres tienden a quitárselos para corregir ese obsesión del pequeño por el elemento.
Ellos se resisten a esto con estrategias como manipulación, chantaje o amenaza. ¿Cómo proceder en estos casos?
Natural
Según la pediatra Vilma Andrade, experta en crianza, los objetos transcionales son naturales durante el proceso de crecimiento. Menciona que renuncian a ellos más adelante. Se llaman así porque el niño deposita apego en estos. Por ejemplo, un peluche tiene funciones psicológicas cuando el niño quiere dormir, cuando está solo o aburrido.
“También reemplaza a los padres cuando no están. Constituye una fuente de placer y de seguridad. Por eso lo aprieta, lo tiene cerca y le habla. Les ayudan a disminuir la angustia y los procesos de separación. Un juguete puede tomarse como símbolo de protección”. Agrega que pueden ser una fuente de peligro para la autoestima del niño, porque al perderlo tiene una regresión al momento desagradable en el que el objeto lo auxilió.
Por separación
De acuerdo con la especialista, los niños recurren a los objetos cuando están tensionados, cambian de jardín, casa o enfrentan la violencia intrafamiliar o la separación de los padres. En el caso de Celeste, sus papás se divorciaron. Su apego también obedece a que se fracturó y una tía le regaló la manta durante la incapacidad.
¿Qué hacer?
Mary, la mamá de Celeste, siente pena por el estado de la cobija. Busca formas para reemplazarla, pero al obrar de esta forma la cura puede ser peor que la enfermedad. Según la pediatra, los padres acuden a estrategias para quitárselos sin saber que puede provocar actitudes depresivas, angustia, miedos o agresividad, en lugar de ayudarlo a madurar.
“Un objeto transicional representa para el niño un lazo afectivo a través del tiempo. Para quitárselo se debe tomar un tiempo necesario que depende de cada pequeño. A veces requiere de terapias para sanar heridas que posiblemente el elemento calma”, aconseja.
Anota que uno de los errores más comunes es que los padres le dicen al niño que ya está muy grande para jugar con peluches o andar “arrastrando una cobija”, en palabras de Vilma Andrade. En apariencia, no tiene nada de malo, pero estos reclamos les provocan angustia, confusión y represiones.
“El apego es temporal. Con el tiempo, los niños renuncian a ellos a medida que desarrollan otras técnicas de control del estrés”, afirma.
¿Cuándo renuncian?
Según la psicóloga infantil Marcela Llano, esta conducta puede comenzar a partir de los 4 o 6 meses y dura hasta los 3 o 4 años cuando el niño adquiere mayor control de los miedos de abandono, siente más independencia e inicia su vida social. Puede que use su objeto de apego de forma continuada o que recurra a él al estar ansioso.
A. Hay niños que en lugar de objetos especiales adoptan fenómenos transicionales, conductas como chuparse el pulgar, acariciarse el pelo, repetir una canción para dormirse, pedir la mano o meterla en el pecho de la mamá.
B. Es necesario establecer un acuerdo entre el niño y los padres. Ambos deben aceptar el proceso terapéutico, de esta manera llega a ser efectivo.
C. Los objetos representan todo lo que es positivo y reconfortante en el mundo de un niño, su habitación, su propio olor. Su apego proviene de la familiaridad del objeto y su valor reside en su capacidad para volverlos autónomos.
D. El niño lo elige arbitrariamente. Por más que se intente imponer un objeto determinado es solo el pequeño quien decide cuál es su objeto especial. No importa que sea el más bonito o el más llamativo.
E. Tiene que ser ese y no otro. El objeto transicional no debe cambiarse a no ser que el infante decida reemplazarlo y pasarle los poderes a otro.
F. En cualquier caso, que el niño adopte un objeto transicional es normal, signo de un correcto desarrollo psíquico y no se debe interferir ante él.
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