Luis Francisco Arias B.
LA PATRIA | Manizales
No es fácil ver al exsenador Luis Guillermo Giraldo Hurtado en sitios públicos de Manizales. Él asegura, sin embargo, que viene unas 10 veces al año y que si no fuera porque le encanta compartir con sus nietas, quienes viven en Bogotá y lo han elevado a la “quinta dimensión espiritual”, tal vez ya habría regresado a la capital de Caldas.
Sus viajes fugaces son, casi siempre, para cumplir compromisos familiares, aunque esta vez vino a dictar una conferencia sobre historia de la política, invitado por la Presidencia del Concejo Municipal.
Es casi invisible en Manizales porque ya no recorre los barrios en busca de votos, como lo hizo desde mediados de los 60 durante 30 años, y va poco a restaurantes o bares: “Estoy en una edad en la que uno parrandea excepcionalmente, por eso no salgo mucho a la calle”, explica mientras sorbe un granizado de café en Juan Valdez, a punto de partir con su maleta hacia Bogotá.
Giraldo tiene 71 años, pero su risa y sus expresiones son las de un hombre mucho más joven. Entre otras razones, por eso resulta extraño su tempranero retiro de la política de Caldas, donde hizo parte de un triunvirato de caciques al lado de Víctor Renán Barco y Ómar Yepes.
También es raro que en el ámbito nacional tampoco suene, o mejor que suene apenas por el embrollo en que se metió a mediados de la década pasada, cuando se le acusó de irregularidades en el manejo del referendo con el que se impulsó la reelección presidencial de Álvaro Uribe.
Confiesa que el problema con las firmas del referendo es el que más tiempo le absorbe en su vida diaria, en la que también destina dos horas a caminar, otro tanto a jugar con sus nietas, bastante tiempo a la lectura y no pocas horas a escuchar música clásica y rancheras de José Alfredo Jiménez, a quien dice que le debe su vocación sentimental. “Así paso mis horas y soy feliz”, cuenta con una carcajada.
Confía en que su lío del referendo terminará con un veredicto positivo. “Yo no traté de engañar a nadie”, asevera, y con una amplia sonrisa, en la que aparecen visos de ironía, agrega: “Lo que sí le puedo decir es que yo no me voy del país”.
Giraldo Hurtado se hizo político y liberal gracias a sus padres conservadores, las lecturas de juventud y las cátedras gratuitas de liberalismo que Ramón Marín Vargas les daba cada semana a él y a su amigo ya fallecido Iván Jaramillo Tejada. Acerca de su precoz retiró de la política activa enumera varias razones.
Se desmotivó porque la Dirección Nacional Liberal decidió no expulsar de esa colectividad al entonces presidente Ernesto Samper, pese al comprobado ingreso de dineros del narcotráfico a su campaña, lo que llevó al partido a la crisis que no le ha permitido regresar a la Casa de Nariño.
Relata que para esa misma época vio que a la campaña electoral en Caldas también ingresó mucho dinero, y decidió que después de 28 años en el Congreso era mejor retirarse. “No me pareció tener que competir con dineros del narcotráfico, algunos en Caldas, no por mi seguridad personal, sino porque dejarse derrotar por el subterráneo dinero es como muy triste”.
A eso se sumó que al estar el Congreso tan penetrado por los carteles, el trabajo de los parlamentarios se volvió improductivo. “Para defender un proyecto de ley casi que era con una red tratando de cazar micos, sabiendo que no se iban a aprobar las cosas buenas. Yo me sentía como no cumpliendo mi papel...”.
Y, en el liberalismo de Caldas pasó algo que calificó como supremamente triste: “Casi que una parte del partido cayó en unas manos, desgraciadamente, criminales, y entonces eso lo están cobrando, y por eso ahora está tan disminuido”.
El procurador de entonces, Carlos Jiménez Gómez (1984), lo acusó porque a la contabilidad del Directorio Liberal de Caldas, del cual Giraldo era presidente, ingresaron dos cheques de distribuidores de la Industria Licorera de Caldas (uno por $100 mil y otro por $150 mil).
“Yo tuve que aceptar la responsabilidad, yo era el presidente del Directorio. No podía decir que no la tenía”, admite el líder político, pero agrega que pidió muchas veces un juicio para que le dijeran si era culpable o inocente, pero que el proceso se estancó.
“Cuando era fiscal Alfonso Valdivieso (1994 al 97) le pedí que me reabrieran la investigación, y me dijo: usted consignó esos cheques en la cuenta del Directorio, si eso fuera para robar habría hecho lo del Proceso 8000, que le recibían cheques al Cartel de Cali y ponían al mayordomo, al chofer, a la muchacha del servicio. Usted no tiene nada...”.
Con no poca amargura en la mirada, Giraldo recuerda ese episodio sombrío de su vida. “Para mis adentros, con el tema del Robo a Caldas me quedo con esto: Soy muy liberal de corazón e ideología, pero al mismo tiempo soy muy creyente, y a mí me da mucha tranquilidad pensar que Dios sabe”.
El exsenador defiende con vehemencia la coalición liberal-conservadora que se formó a finales de los 70, y que dominó la política de Caldas durante cerca de 30 años. Tras una larga reflexión política concluye: “las coaliciones pueden ser fuente de gobernabilidad, porque un alcalde, liberal o conservador, encuentra una coalición que lo puede apoyar”.
Al referirse a su polémica coalición, destaca que primero fue el acercamiento al senador Barco, para hallar la unidad entre liberales, y que luego se dialogó con el senador Yepes, para gestionar ayudas del gobierno central para Caldas. “Seguramente tuvimos fallas, errores y pecados, pero la coalición de esa época le dio gobernabilidad al departamento”.
Para explicar ese comportamiento, dice: “A la gente se le olvida que veníamos del Frente Nacional, cuando se nos dijo y se nos educó para conversar y entendernos entre liberales y conservadores. Aquí se les hacía una cosa muy espantosa todo eso, pero en eso nos educaron”.
Al cuestionarle su papel de cacique político, Giraldo responde con desparpajo: “La sociedad humana necesita jefes, si no los hay hay anarquía. Aquí llaman a los dirigentes políticos caciques, pero si usted va a los Estados Unidos los congresistas manejan sus estados con férreos puños, mucho mayores que los de los dirigentes colombianos. Como allá a los indios los mataron no se habla de caciques, pero como aquí les respetamos la vida nos llamaban así”.
Después de la carcajada, Giraldo remata: “Los jefes de esa época éramos gente normal que tratábamos de hacer política sirviendo, claro que también consiguiendo votos, porque si uno no consigue votos, para qué”.
Cuatro caldenses presidenciables
Luis Guillermo Giraldo Hurtado cree que cuatro caldenses pudieron ser presidentes, pero que por diversas razones no alcanzaron.
-AQUILINO VILLEGAS: “Era un dirigente conservador de talla nacional. Como era una persona orgullosa y soberbia no conversó con quienes debió hacerlo. Incluso el Partido Liberal lo habría acompañado. No buscó al arzobispo primado de Colombia, Ismael Perdomo, que era el que ponía los candidatos. No llegó por una cuestión de su carácter, de no intrigar o lagartear, por así decirlo”.
-FERNANDO LONDOÑO: “De la más alta categoría, tal vez la persona que más ha amado a Manizales, le entregaba todo su tiempo a la ciudad. Cuentan que él recibió una llamada de los liberales que eran mayoría en el Congreso y querían votar por él para designado de la Presidencia. Aceptó y les dijo que se reunieran en Bogotá. El vuelo se retrasó, y se tomó un café y otro café y empezó a pensar: mi esposa está enferma en Manizales, yo prefiero entregarme a mi familia, y se devolvió”.
-GILBERTO ALZATE: “Era el caldense con más voluntad de poder, un hombre de garra, pero él se agallinó cuando dominando el Congreso, el 30 de octubre de 1951, aceptó que el presidente Laureano Gómez, quien por fallas cardíacas no podía ejercer, señalara a Roberto Urdaneta Arbeláez. No dio el zarpazo y la anécdota es que él fue consciente después de su equivocación. Al salir de la reunión en que se escogió a Urdaneta un congresista le dijo: doctor Alzate ha caminado mil kilómetros en su avance hacia la Presidencia, y él le respondió, sí los he caminado pero hacia atrás”.
-OTTO MORALES: “Carlos Lleras llamó a Otto Morales, y le dijo: voy a escribir este jueves y publicar un editorial de Nueva Frontera respaldándote, y ese jueves no salió el respaldo. Se supo que en la víspera hubo una reunión de los expresidentes liberales (Carlos Lleras, Alberto Lleras, Alfonso López y Julio César Turbay) y escogieron a Virgilio Barco. Otto se jartó de la política y tampoco se movió... hay una cosa que se llama el donjuanismo de la política que es hacer política pero no comprometerse, y yo creo que a él le pasó un poco eso”.
Dos pupilos, candidatos
El exsenador Luis Guillermo Giraldo se muestra orgulloso al decir que tendrá dos pupilos en las próximas elecciones, y pese a que están en orillas contrarias, asegura que les dará respaldo. Ellos son Adriana Gutiérrez Jaramillo, candidata a la Alcaldía de Manizales por el Centro Democrático, y Guido Echeverri Piedrahíta, candidato a la Gobernación de Caldas, por la Unidad Nacional.
¿Liberal?
-¿Por qué se hizo liberal?
Porque uno se alimenta con lecturas... que Uribe Uribe, Benjamín Herrera, Jorge Eliécer Gaitán, López Pumarejo..., que hicieron tantas cosas, a lo mejor los conservadores también, a lo mejor mis lecturas fueron unilaterales, me alimenté de lecturas liberales... ahora estoy con Uribe.
-¿… Y él es liberal o conservador?
Uribe fue también liberal... (risas).
Voto por la paz
Contrario a la mayoría de uribistas, a Giraldo le parece bien el proceso de paz con las Farc. “Hay que conversar acerca de la posibilidad de que se acabe la guerrilla, siempre y cuando eso no les sirva para fortalecerse. Yo, como ciudadano, no tendría inconveniente en respaldar con mi votico esa firma, si es para que se logre efectivamente la paz”.
Incluso dice que no le choca que las Farc puedan hacer política, aunque está convencido de que no es bueno que lleguen a gobernar. “La izquierda está más para la oposición y para la fiscalización que para el gobierno. La izquierda fracasó en Rusia, en China, en Cuba, en Venezuela. Está bien que exista una izquierda democrática, hay que respetar sus derechos, y si gana las elecciones hay que respetar que gobierne, pero la izquierda no sabe administrar”.
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