Sebastián Galvis Arcila

Según nos conviene observar de camino a una socialización política en Colombia, podemos resaltar cuatro desajustes que vienen impidiendo nuestra madurez e identidad en esta materia:
1. La política inexplicable de la familia. Como si fuera dogma, la opinión política es uno de esos temas que no se dialoga en los hogares, a lo mejor es porque se da por sentado que los demás están equivocados al no compartir nuestro punto de vista. Cuando lo que los menores necesitan es que les aclaremos las razones que nos llevan a participar de algún modo en la elección representativa de los gobernantes. El problema es que no se habla del asunto y la gente debe declararse de derechas o de izquierdas siendo víctima de tradiciones y opiniones sin fundamento. Lo que quiere decir que estamos creciendo en lugares donde sobran las opiniones especulativas a favor de los partidismos, las cuales actúan como inercia de valores no cuestionables.
2. La experticia mediática. Informarse a través de los medios puede ser útil en la medida en que contrastamos la información compartida a través de diarios y programas televisivos, con nuestra participación en colectivos y grupos activistas que pretenden aportar de manera positiva en un contexto determinado. El problema es que el hecho político se ha reducido a la apropiación de contenidos sobre las decisiones partidistas que se ilustran a través de los medios de comunicación. ¡Esto en sí mismo no hace a nadie un experto en política! El integrarnos en voluntariados, mesas de trabajo, fundaciones independientes y otros colectivos de participación social, es una forma de desarrollar una formación política mucho más importante y real por la independencia que se logra ante intereses particulares.
3. La incapacidad de lidiar con el disenso. Si hay un ideal que recoge todos los esfuerzos de la política global es el de lograr acuerdos entre las personas. A menudo, ese interés resulta utópico porque “es necesario que exista oposición en todas las cosas”. Desde la casa, hasta la vida en el trabajo, el vecindario o la universidad son escenarios donde el no estar de acuerdo es tan común como hacer una pausa activa. El problema está en la intolerancia que mostramos cuando no estamos dispuestos a mediar en conflictos o cuando nos resistimos a mantener una comunicación positiva con quienes piensan de otro modo; en ese momento la violencia se convierte en un recurso de dominación para resolver de manera egoísta las diferencias. Por lo tanto, es en la búsqueda de acuerdos donde debemos entrenarnos en la cotidianidad a fin de prepararnos para analizar los debates espinosos en el Senado de la república y en otros contextos.
4. Una falsa moral. Esto se refiere a los criterios que tienen que ver con la personalidad de los candidatos, los cuales se magnifican en busca de una perfección fingida. Estas
consideraciones caudillistas y mesiánicas de los líderes en política, debe conservar una postura mucho más prudente que parta de la imperfección y de la humanidad en la
gestión pública. No hay ninguna razón para pensar que la salvación del país recae en un hombre y por lo tanto tampoco existe razón válida para pensar que el presidente de la
república es un sujeto superior a los demás. Se tratará de líderes que tienen que tomar decisiones y ellas están sujetas a distintas fuerzas que operan de acuerdo con la situación específica en la que se encuentra el país, por lo tanto, no hay porque andar en función del candidato perfecto porque esa no es una característica de la política.
Todo aquello, por una cultura política reflexionada que beneficie el futuro de nuestro país.
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