Sebastián Galvis Arcila
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Apenas intentamos salir del estrés producido por los estragos de la pandemia y ahora enfrentamos una ola polarizada de elecciones presidenciales, que tal y como les mostraré, se ha convertido en un caldo de cultivo para la ansiedad. Lo que ocurre entre derecha e izquierda más allá de la negación política que pueden indicar los expertos sobre esas nominaciones, es un torrente de improperios, tretas, manipulación de medios y mentiras deliberadas.
El impacto de lo que comúnmente podría llamarse “trastorno del estrés electoral”, que no se refiere a ningún cuadro clínico descrito por la ciencia, sino a un referente social que proviene del malestar por el que están atravesando miles de personas en épocas como esta, en la que nos acercamos a la primera vuelta por la presidencia de la república y apenas nos reponemos de los comicios por el Senado que ya proporcionan un caos institucional de escándalo entre otras cosas por el mal proceder de la Registraduría en el conteo de votos.
El estrés electoral es real, de 125 personas que contestaron a una breve encuesta electrónica en Manizales, 46 de ellas mencionaron estar sintiendo miedo, incomodidad, dolores de cabeza o gástricos e incluso insomnio. Todo esto, como resultado de la agitación de los ciudadanos que se sienten representados por un candidato u otro. El problema es que la discusión acalorada es insana y a menudo permite la aparición de ansiedad y la pérdida de control, lo que lleva a una sospecha de intensificación de este malestar en la medida en que nos acercamos al 29 de mayo.
¿Habrá segunda vuelta? ¿ganará este candidato? Muchas personas están lidiando con la incertidumbre y se preguntan repetidamente estas y otras cuestiones que afectan su salud mental; lo interesante es que la mayoría son conscientes de lo que está pasando. El 71% de las personas entrevistadas aceptó que el tema electoral afecta directamente la salud de los ciudadanos al incrementar sus niveles de estrés. Por supuesto, unas personas son más tendientes que otras a desarrollar algún cuadro como el de ansiedad.
Partiendo de esta situación, uno de los aspectos preventivos más urgentes es el de gestionar responsablemente las redes y el acceso a medios, lo que implica informarse prudentemente de las noticias y alejarse con frecuencia de las fuentes identificadas como perjudiciales. Entonces, si sé que encontraré memes y mensajes mentirosos o hirientes en alguna de las plataformas, puedo evitar acceder constantemente a ellas al planear otro tipo de actividades beneficiosas en las que pueda participar, tales como: debates, juegos, conversatorios, formación gratuita, etc.
Es preocupante ver la crueldad con la que nos referimos a conocidos y desconocidos por el solo hecho de permanecer en orillas políticas opuestas. Si bien hay medios de comunicación que han perdido la neutralidad para favorecer a cualquiera de los presidenciables, el saberlo, debe ser una razón más para evitarlos y cuidar de nuestras relaciones interpersonales que son mucho más importantes que las tendencias ideológicas.
La encuesta informó que el 44% de los entrevistados respondió que sus amigos más cercanos comparten sus mismas posturas políticas, lo que permite pensar en la necesidad de generar una cultura política desde el hogar y desde la niñez. Una cultura política que no superponga el criterio electoral a vínculos emocionales; donde se privilegie el respeto, fortalecimiento de la amistad y el amor fraternal por encima de todo aquello que pertenece a la esfera de lo público. Sí, una cultura política que nos permita disentir desde la opinión y el argumento, desde la comprensión por la diferencia y desde el control de los sentimientos que reverberan cuando no sabemos gestionarlos sanamente.
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