Pbro. Rubén Darío García


Pbro. Rubén Darío García Ramírez
“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” La Palabra de este domingo tercero de Adviento es esperanzadora: En el Antiguo Testamento en palabras de Isaías, se esperaba el día glorioso del Señor, el día de “La contemplación de la Gloria del Señor, la majestad de nuestro Dios”. “Las manos débiles se fortalecerán y las rodillas vacilantes se afianzarán”.
Sabemos, desde aquel tiempo, que vendrá Dios mismo y entonces abrirá los ojos a los ciegos, los oídos a los sordos y hasta el cojo saltará como un ciervo. Sonreirá la alegría en los rostros porque se sanarán penas y aflicciones. Es Tiempo de esperanza y de paciencia, creemos y esperamos Su Venida:
1. Desde el día en que entró Jesucristo en el mundo, Su encarnación gozosa...y año tras año. Juan el Bautista, encarcelado, envió a sus discípulos a preguntar a Jesús: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Y Jesús dijo a los discípulos “vayan y díganle a Juan que: “Los ciegos ven, los sordos oyen y los cojos andan”. Seguramente Juan evocó el texto de Isaías y estuvo plenamente seguro: “ ¡Es el Mesías, Jesús es el Mesías!”.
2. También esperamos su Segunda Venida: y se abrirán nuestros ojos y nuestros oídos y caminaremos definitivamente porque nos veremos como ÉL nos ve y podremos completar nuestra conversión.
Por ahora hay aún mucha ceguera, no logramos ver la realidad y reaccionar; contemporizamos con el pensamiento mundano. Para los católicos, este tiempo se reviste de alegría, porque “hemos contemplado su gloria”. Los antiguos padres no pudieron ver este día, nosotros hemos nacido en es este “día”, en este tiempo en el que podemos conocer a Jesús. Esta alegría se entrelaza con la urgencia de conversión para superar el mundo y librarnos de sus sombras. Queremos merecer el cielo que será plenitud eterna.
La “lepra” de hoy presenta síntomas como corrupción, venganza, retaliación, mentira… vigencia de la ley del talión. Definimos éxito y progreso en términos de vencer, como si viviésemos en guerra entre nosotros, con lemas como “la competencia está para aplastarla”, la infidelidad matrimonial es cotidiana y solamente aceptamos placer y bienestar a nuestro capricho.
La buena noticia del Evangelio es que Jesús sana la lepra: los cojos saltan, los ciegos ven, los mudos hablan. Es la presencia de Dios en nosotros la que nos hace capaces de aceptar, amar y abrazar el sufrimiento; de confiar pacientemente en la providencia. Dice el Salmo 54: “Encomienda a Dios tus afanes, que Él te sustentará; no permitirá jamás que el justo caiga”. Con esta confianza, que es FE, el dinero deja de ser objeto idolátrico para convertirse en instrumento al servicio de la vida del ser humano, suscitando deseo y necesidad de rechazar toda acción corrupta, doble o engañosa.
La Fe en Cristo nos hace caminar en la verdad, porque Él es la verdad; así lograremos rechazar toda “lepra”, toda iniquidad; nuestro espíritu hace que nuestras obras sean transparentes y generadoras de paz. Por la Fe en Jesús, somos capaces de amar a los enemigos, orar por quienes nos hacen daño, Su Amor en nosotros destruye la ley del talión.
Este Tiempo de Adviento nos prepara para el nacimiento de Jesús en nosotros, en nuestros hogares, en nuestras instituciones. Jesús nace para iluminar las tinieblas y las sombras de muerte en las que nos movemos y para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
La Navidad tiene que ser tiempo de amor, esperanza, gratitud y moderación, oportunidad para fortalecer los lazos familiares y expresar sinceramente el perdón por nuestras fallas con nuestros hermanos. Es tiempo de salvación y de misericordia. Después vendrán la justicia y la liberación definitiva.
Isaías 35,1-6.10; Salmo 145; Santiago 5,7-10; Mateo 11,2-11
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