Pbro. Rubén Darío García


Cuando le pedimos a Dios, ¿cuál es el contenido de nuestras súplicas? Pedimos salud, dinero, trabajo, casa, títulos, reconocimientos y no falta quien llegue a pedir que se le colmen los anhelos de venganza por el mal que le han hecho. Pues el rey Salomón nos deja una lección que estamos en mora de aprender y practicar: ante la posibilidad que Dios le da de pedir lo que desee, el rey dice “Señor, concede a tu siervo un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal”. No pide la muerte de sus enemigos, la victoria en las batallas, ni riquezas abundantes. Lo que Salomón pide es la inteligencia para saber agradar a Dios mismo. Le importa Dios, Él tiene el primer lugar en sus anhelos.
Esta Palabra nos revela que el secreto está en la relación que el rey ha alcanzado con su Señor. Se trata de una intimidad tal que confía y cree. Esta relación con Él le hace feliz y le hace caminar seguro en todo. No necesita más; si lo tiene a Él, todo lo demás llega en abundancia porque el Padre sabe qué es lo necesario para ser feliz. Dios entonces le replica: “Por haberme pedido esto y no una vida larga o riquezas para ti, por no haberme pedido la vida de tus enemigos sino inteligencia para atender a la justicia, yo obraré según tu palabra: te concedo, pues, un corazón sabio e inteligente, como no ha habido antes de ti, ni surgirá otro igual después de ti”.
El reinado de Salomón fue el más floreciente y colmado de riquezas: porque lo buscó a Él en primer lugar, Dios le concedió todo lo demás. Así lo enseña Jesús a sus discípulos y hoy a nosotros: “Busca primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se te dará por añadidura”. Ahí está el secreto, ahí está el tesoro.
La “relación” es el tesoro; está escondido en el campo, quien lo encuentra, va y vende todos sus bienes y compra el campo. Es también la perla más fina, la cual el comprador la adquiere vendiendo todas las demás que posee. ¿Cuántos bienes tenemos? No se habla aquí únicamente de posesiones materiales. Podríamos estar llenos de apegos y esclavitudes, afectos desordenados que nos roban la paz cotidianamente; miedos que atormentan la existencia día a día. Tantas preocupaciones que acaparan nuestra atención y no nos dejan ver el verdadero sentido de la existencia. Busquemos primero la “relación con Él” y veremos cómo todo lo demás se nos dará y al final, cuando llegue la hora del último viaje, habremos ganado el poder ser contados entre los que van al cesto y no tirados fuera.
El Papa Francisco viene a compartir con nosotros su fe, el tesoro que Él tiene en su ser. Su visita es motivo de comunión y de vida. Desde ahora nos vamos preparando. Nos visita, más que un personaje de talla mundial, el “Vicario de Cristo” en la tierra, el mensajero de Paz y de Amor y viene a animarnos a buscar este tesoro y a comprarlo como la perla más fina.
Pidamos la inteligencia, el amor por Dios mismo, su conocimiento. Que aprendamos y nos acostumbremos a discernir entre el mal y el bien para lograr así la fe adulta que afianza nuestra relación con Él. ¿Cómo está verdaderamente esta “relación” con Él en tu existencia? Si Dios mismo te dijera hoy —y en verdad te lo dice— pide lo que quieras: ¿qué le pedirías?
Delegado Arquidiocesano para la Pastoral Vocacional y Movimientos Apostólicos
1 Reyes 3, 5.7-12; Salmo 118; Romanos 8, 28-30; Mateo 13,28-42
***
Si lo tiene a Él, todo lo demás llega en abundancia porque el Padre sabe qué es lo necesario para ser feliz.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015