Pbro. Rubén Darío García


Pbro. Rubén Darío García
Nos encontramos hoy con una maravillosa Palabra: se nos descubre el Reino de los cielos. Pensemos este reino como felicidad y victoria. Consiste en relaciones sanas y sinceras, es decir, libres de todo tipo de dominio. El respeto al otro es fundamental y éste, se extiende al campo de las decisiones cotidianas.
Vivir el Reino es actuar la justicia en todo momento; tener la paz en el interior y comunicarlo con alegría; es ejercer relaciones libres y sencillas basadas en la verdad. La libertad se experimenta cuando existe la confianza y ella se fortifica por la transparencia de la vida. El Reino de Dios es un Don: es un regalo, que por misericordia infinita, nos viene dado gratuitamente.
Diariamente nosotros pedimos: ¡Padre venga tu Reino! Porque es la necesidad real que tenemos continuamente. Estamos cansados de la mentira; de la doblez en nuestras relaciones; no sabemos si el otro está diciendo la verdad; negocios corruptos; para obtener justicia se debe pagar; traicionamos los afectos más cercanos abriendo puertas a otras personas perjudicando gravemente la relación matrimonial; los hijos reciben muchas veces regalos costosos para cubrir la ausencia de tiempo en el acompañamiento; se trata de robar tiempo en el trabajo, sacando excusas cargadas de falacia; se hace trampa en los exámenes; se fornica y se adultera como si fuese algo "normal"; se engaña al otro, como si fuese un acto de viveza loable; ¡Cuanto vacío en la vida de muchos jóvenes! En fin, a lo que es bueno lo llamamos malo, a la oscuridad la llamamos luz y a lo que es amargo lo sentimos dulce (Cfr. Isaías 5,20).
Necesitamos el Reino de Dios dentro de nosotros. En la Palabra de hoy Jesús compara este Reino con el trigo y señala una realidad dolorosa con la cizaña: "viene el enemigo y la siembra a escondidas". La cizaña es la misma planta del trigo, lo cual no permite reconocer que es cizaña mientras crece, sólo al final, cuando se abre la vaina se descubre si tiene fruto o si está vacía. Es por esto por lo que al final la cizaña se tira al fuego y el trigo se recoge. ¿Nuestra vida está siendo trigo o cizaña? Si el cultivador se fijara en mí en este momento ¿encontraría fruto?
El Reino de Dios es similar a un granito de mostaza: "aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas. Y también el Reino se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta".
Necesitamos el Reino de Dios para que podamos vivir verdaderamente la vida. El tiempo pasa y al final de nuestra existencia terrena se verá cuánto hemos producido: habrá fruto o vacío. Habremos sido felices o nuestro paso por la tierra habrá sido inútil. ¿En cuál de las dos bandos nos ubicamos en este momento? ¿Qué estamos haciendo para que nuestra existencia se cargue de sentido? Al final de la vida nos juzgarán del amor: "Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve en la cárcel y me visitaste, enfermo y estuviste pendiente de mí, desnudo y me vestiste, fui forastero y me acogiste". ¿Cuándo ocurrió esto? Cuando lo hiciste con uno de mis pequeños (Cfr. Mt 25,31). "El que tenga oídos que oiga".
Sabiduría 12,13.16-19; Salmo 85; Romanos 8,26-27; Mateo 13, 24-43
Delegado Arquidiocesano para la Pastoral Vocacional y Movimientos Apostólicos
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