Pbro. Rubén Darío García Ramírez

“Que en estos días florezca la Justicia y la Paz abunde eternamente”. Necesitamos esta Paz para nuestra nación y nuestros hogares; Paz verdadera, no la paz del mundo que nombran los noticieros y las consignas, No. Los textos hablan de la Paz de Jesús, “Mi Paz les dejo, la Paz les doy”. La paz que surge de la conversión de corazón y se refleja en nuestra forma de vivir.

Ahí tenemos a San Juan Bautista: él estuvo allí preparando el camino del SEÑOR y desafió el pecado de su tiempo llevando una vida de penitencia; y, con su sencillez, denunció el bullicio y la perdición del mundo de aquel tiempo, sembró semillas de paz y de esperanza... Y muchos se convirtieron, confesaron sus pecados y pidieron ser bautizados.

La Palabra nos prepara para el nacimiento de Jesús: “Porque está lleno el País del conocimiento del Señor”. En aquel día, “brotará un renuevo del tronco de Jesé y de su raíz brotará un vástago, sobre él se posará el espíritu del Señor. Espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu se consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor. No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas, juzgará a los pobres con justicia”.

Colombia necesita este conocimiento del Señor, como país consagrado al Sagrado Corazón de Jesús no puede seguir traicionándole para mantenerse en desolación y confusión. Estamos llamados a enderezar nuestros senderos, corregir errores y vivir en la FE y la Esperanza de Jesús.

Estamos celebrando la Inmaculada Concepción de la Virgen María, no el día de la velitas, ni la noche del fuego. Y aunque nos guste el brillo de la iluminación decembrina, su verdadero significado es que, en cada luz, prendemos la Luz de Jesús que viene a alumbrar al pueblo que camina en tiniebla y en sombras de muerte.

Las luces pregonan la Navidad. Hagamos el Pesebre que es la memoria central de la Navidad; y recemos la Novena. Con la Novena de Navidad creamos las condiciones para que Jesús nazca en nuestro corazón para que dentro de nosotros podamos vencer el pecado y sembrar la esperanza de Dios. ÉL nace despojado de todo para darnos todo; pobre para darnos verdadera riqueza; escondido para mostrarnos que el mundo nos engaña con la búsqueda de fama, prestigio y reconocimiento. El pesebre es escuela para todos, en toda edad; enseñanza viva para reorientar nuestra vida y propender por familias santas a imagen de la Familia de Nazaret.

El 24 de diciembre celebremos en familia, cristianamente. El consumismo mundano de derroche, licor, lujuria, desorden, es una burla contra nuestra FE. Celebremos recordando que celebrar es diferente a desenfreno y destrucción: Por no poseer el conocimiento del Señor, el mundo cambia la vida por la muerte y desnaturaliza la Noche de Navidad. Iniciemos aquí nuestra conversión.

El nacimiento del Señor ya anuncia la Pascua que celebraremos en la semana Santa: Juan el Bautista, afirma que él bautiza con agua pero llegará el que bautizará con fuego y Espíritu Santo. “La pala de aventar está en su mano y va a limpiar su era: reunirá el trigo en el granero, y la paja la quemará en fuego que no se apaga”. ¡Fuerte llamada a la conversión! Dejar de ser “Raza de víboras” y convertirnos en creyentes, capaces de dar la vida y sembrar un nuevo Reino, de paz, justicia, libertad y amor.

Este tiempo es propicio y único. No sabemos si estaremos en la próxima navidad, el tiempo es ya. Preparémonos y no dejemos paganizar nuestras fiestas. Los necios son los que no conocen (Ne-Scio: Ne=no; Scio = verbo saber, conocer). Puede ser la última oportunidad: “Ya toca el hacha la raíz de los árboles y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego”. El que tenga oídos que oiga.

Isaías 11,1-10; Salmo 71; Romanos 15,4-9; Mateo 3,1-12