Pbro. Rubén Darío García


Pbro. Rubén Darío García Ramírez
Jesús nos anuncia su Reino de Vida plena y en abundancia en el que seremos grandes si cumplimos con el mandato de amor y verdad concretado, enseguida de las Bienaventuranzas, en El Sermón de la Montaña.
El Sermón de la Montaña es Evangelio y normativa declaración de principios del pueblo cristiano. Con el don de Dios, cumplimos la normativa cuidando y respetando tradiciones y formas de vida digna (moral cristiana) reglamentadas en un código perfecto (ética cristiana) que empieza recordándonos: “Ustedes han oído que se dijo a los antiguos: “No matarás y el que mate, será reo de juicio… Todo el que se llene de ira contra su hermano será reo de juicio… Y si uno llama a su hermano imbécil… Si le llama necio, merece la condena de la gehena del fuego.”
La vida de los bautizados de hoy se ajusta más a una cotidianidad de “ateísmo práctico” que al comportamiento presupuesto en nuestra moral cristiana: realizamos prácticas religiosas, pero languidece nuestra Fe a causa de la inconsistencia de nuestros actos con lo que decimos creer. Pero la enseñanza del Señor va al fondo del corazón, nos impone revisar el trato que damos a los demás porque no se mata solamente con las armas, también con la palabra, la mirada, los sentimientos de odio y rechazo y hasta con leyes en contra de la vida humana:
1) ¿Por qué el pueblo cristiano yace congelado mientras los poderes legislativos persiguen por el mundo, y a muerte, a criaturas frágiles, indefensas e inocentes?; ¿cómo atreverse a legalizar el aborto en un país consagrado como el nuestro? Un creyente en Cristo, jamás aceptará asesinar en el vientre de la madre a un ser inocente que ya desde la concepción tiene derecho a vivir. ¿Cómo vanagloriarse con la eutanasia?, ¿por qué insistir en la oscura cultura de la muerte?
2) Al celebrar la Eucaristía, reflexionamos sobre estas palabras de Jesús: “Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. La celebración va más allá de un simple rito, es la vida entera la que se pone en el altar. La vida sacralizada.
3) Con respecto a la vida matrimonial, Jesús nos conduce a la pureza interior: “Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”; pero yo les digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. El Señor nos confronta con nuestras más profundas intenciones-raíz de nuestro pecado.
4) Y dice también: “Ustedes me honran con sus labios, pero su corazón está lejos de mí”. He ahí el mensaje del día: La Palabra nos llama a ser auténticos en la manera de testimoniar la fe. Nos urge despertar y reaccionar. Vivimos en tibieza espiritual, se nos metió la mundanidad y no somos capaces de discernir dónde está el bien y dónde está el mal. Como en el tiempo del profeta Isaías: “!Ay, los que llaman bien al mal y mal al bien; que toman la oscuridad por Luz, y la luz por oscuridad; que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!” (5,20).
Dios nos hizo libres y, si de verdad creemos, abandonémonos en Él y vayamos dispuestos a dar la vida, con valentía en el anuncio de la verdad en todos los ámbitos. Seguramente enfrentaremos la persecución por vivir los valores del Reino en este mundo presente. Tenemos que ser capaces y necesitamos mucha oración. Recordemos: “Nada sin orar y todo como fruto de la oración”…así prevalece la rectitud de intenciones.
Eclesiástico 15,16-21; Salmo 118; 1Corintios 2,6-10; Mateo 5,17-37
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