Pbro. Rubén Darío García


Pbro. Rubén Darío García Ramírez
“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final”. Estas palabras tomadas de la primera carta del apóstol san Pedro, reflejan los sentimientos que ahora tenemos quienes hemos experimentado la Pascua y señalan todo un programa de vida para los días que siguen hasta la consumación de los siglos.
La Vigilia Pascual nos ha sumergido en el agua viva para que nuestro ser adquiriera la nueva fuerza que, brotando de la Cruz, diera el sentido luminoso a todos los acontecimientos de nuestra existencia. Los problemas continúan y han llegado otros nuevos, como la situación dolorosa vivida en nuestra ciudad de Manizales a causa de las lluvias, pero nuestra actitud frente a todas estas circunstancias es nueva, porque nuestros corazones han salido resucitados, llenos de una esperanza nueva y una fortaleza que antes no teníamos. Podemos ver los hechos nuevos con una luz que no conoce el ocaso: Cristo nuestro Señor, resucitado.
La Iglesia es la asamblea de quienes aquí y ahora hacemos acontecer el Reino de Dios entre los hombres. Este Reino aparece por la manera de amar nueva de quienes, por ser bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, salen de sí mismos para acoger la vida del otro como Don de Dios. Quien llega a creer en Cristo Jesús, resucita con Él a la vida y es capaz, por la fuerza de la Cruz, de morir para que el otro viva. Esta clase de hombres y de mujeres ya no viven buscando su propio interés sino dispuestos a entregar y entregarse sin medida por la existencia del otro, lo cual exige valentía, riesgo, heroísmo. La Pascua nos ha hecho siervos del Señor en la dimensión de la Cruz y nos ha resucitado a la vida nueva en Cristo.
La Resurrección de Jesús entre nosotros se hace patente en las pequeñas comunidades de creyentes que hacen visible, por su manera de amar, la vida nueva.
Entonces: Escucha de la Palabra, vida en comunidad y celebración de la Eucaristía, hacen que todos nosotros nos volvamos creyentes. De tal manera que, llegamos a creer siguiendo etapas, pasos. Al igual que el crecimiento humano, nuestra fe también comienza como germen y está destinada a crecer y a madurar hasta llegar a ser una fe adulta. Los “adultos en la fe” son capaces de discernir en todo momento el bien y el mal y cada minuto de su existencia es iluminado por la luz de la Pascua.
Vocacional y Movimientos Apostólicos
Hechos 2,42-47; Salmo 117; 1 Pedro 1,3-9; Juan 20,19-31
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Podemos ver los hechos nuevos con una luz que no conoce el ocaso: Cristo nuestro Señor, resucitado.
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