Para quien está abatido a causa de esta pandemia, a quien le cuesta esta cuarentena y experimenta angustia, tristeza o temor, llega esta Palabra de Aliento: “El Señor me ayuda, por eso no quedo confundido”. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo; me conduces hacia fuentes tranquilas y reparas mis fuerzas, en verdes praderas me haces reposar” (Sal 23,2-4).

Jesús entra triunfante a Jerusalén y es aclamado con ramos y gritos: “Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en el nombre del Señor”. Esta entrada “triunfal”, entraña una nueva realeza, una concepción inédita del poder, una acción reparadora que abraza a toda la humanidad. Jesús es rey de un reino que no es de este mundo.

A los ojos del mundo, el desenlace de Su ingreso a la Ciudad Santa no es ningún “éxito”, más aparece como un hombre derrotado porque Jesús enfrentará el dolor más grande de su vida cargando con la cruz y muriendo fuera de Jerusalén, maltratado, burlado, acorralado por una banda de malhechores; le taladrarán sus manos y sus pies, se le podrán contar sus huesos (Sal 21).

La Pasión de Jesús, nos libera de todas las esclavitudes y ataduras producidas por nuestros pecados pero el mundo no piensa en la realidad del pecado que destruye la esencia humana, se engaña a sí mismo negándose la equivocación y el error para justificar la maldad y la injusticia. La lucha de poderes, la búsqueda del predominio y la hegemonía, desconoce la primordialidad de la vida humana... Esta pandemia mata miles de personas, afecta la economía, la naturaleza y el estilo de vida: La humanidad está en la Cruz. Necesitamos aprender a prescindir, regresar a lo básico, volver a nuestra FE.

Este tiempo nos llama a reflexionar sobre lo fundamental de la existencia. Debemos racionalizar los productos de la canasta familiar, el “pico y cédula” controla salidas de casa y los comercios controlan el número de productos por comprador para que alcance para todos. Sí, podemos consumir menos, pensar en el otro, su salud y su derecho a vivir. Nos falta educar la voluntad, superar el consumismo caprichoso…Hoy, ¿de qué me sirve tener 30 pares de zapatos, un ropero desbordante, las colecciones, el vicio?... ¿Resistiríamos una hambruna?

El ayuno cuaresmal es una herramienta de luz que ayuda a templar la voluntad y a volver los ojos al Señor. Cuando nuestro cuerpo experimente la precariedad, un poco de hambre, el pensamiento se dirija a Dios nuestro Señor pidiendo su asistencia y ayuda, para que sane nuestra almas desviadas, nos libere de la soberbia y la errática autosuficiencia. Conviene ayunar de alimentos, de caprichos, de ciertas actitudes, para recibir la ayuda de la Gracia. Los días privilegiados para este ayuno son Viernes y Sábado Santos, cuando nos preparamos de modo inmediato a vivir la Vigilia Pascual.

Esta semana es un itinerario de salvación. Desde hoy hasta el Domingo de Resurrección estaremos ante nosotros mismos descubriendo qué necesitamos cambiar en nuestras actitudes y dejarnos purificar en la Noche Santa de la Vigilia Pascual cuando renovaremos nuestras promesas bautismales.

El tiempo de desierto cuaresmal, que nos coincide con la cuarentena, nos brinda la posibilidad de mirar a la cara a nuestros hijos y revisar, con amor, las relaciones conyugales; para los hijos revisar su relación con sus padres y conocidos… Es momento de purificar nuestras intenciones y la honradez en nuestras decisiones; es tiempo de perdonar los males sufridos y pedir perdón. Tiempo bendito si logramos un deseo sincero de conversión. La muerte de tantos hermanos en el mundo, es un llamado, un grito a nuestras conciencias para despertarnos y unirnos a la Pasión de nuestro Señor, para que nos dejemos infundir un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Evaluemos: ¿Qué esclavitudes marcan mi vida?, ¿de qué necesito conversión en esta semana?