Pbro. Rubén Darío García


Entramos en el segundo domingo de Cuaresma y la liturgia nos va conduciendo como una pedagoga, llevándonos de su mano, para hacernos comprender el regalo de la Pascua. La Vigilia Pascual será el culmen de este tiempo; en ella renovaremos nuestras promesas bautismales haciendo presente el más grande acontecimiento de nuestra historia. En efecto, por el Bautismo se nos ha comunicado la fe y por ella la Vida eterna. El telón de fondo que nos ayuda a comprender la Palabra de Dios podría identificarse con la potencia que encierra el texto: “Por la cruz a la gloria”.
¿Qué significa esto? Una respuesta nos conduce a descubrir que no hay resurrección sin cruz porque no hay cruz sin resurrección. Todos los momentos de sufrimiento o circunstancias difíciles que nos corresponde vivir, son como un túnel, al final del cual siempre llega la luz. Toda nuestra vida podría ser vista, por la fe, en una dimensión pascual: algunos momentos son de muerte y ellos preparan los de resurrección.
Cuando Jesús se hace acompañar de Pedro, Santiago y Juan y sube a la montaña para transfigurarse ante ellos, está preparando el momento más difícil y glorioso: su muerte y su resurrección. Ante Él aparecen Moisés y Elías. Ellos significan la ley y los profetas, es decir, que Jesús es el cumplimiento del Antiguo Testamento.
En este tiempo de Cuaresma el Señor te invita a salir de ti mismo, esto es, de tus seguridades, para encaminarte a la tierra que él desea mostrarte: “tierra que mana leche y miel, donde encontrarás ciudades grandes que tú no construiste; árboles fructuosos que tú no sembraste; casas repletas de riquezas, que tú no llenaste; viñedos que tú no cultivaste”. Él te da la tierra gratuitamente, basta la obediencia por la fe. Esta tierra es el Reino de Dios, aquel que experimentaron los apóstoles después de la transfiguración y del paso por la Cruz.
Te invito a salir, a despojarte de todos tus intereses y aparentes seguridades; de tus apegos e ídolos; de tus proyectos personales y planeaciones del futuro; de tus miedos y de tus anclajes al pasado. Sal de ti y déjate guiar por la Palabra de Dios. Entonces se te abrirán los ojos y contemplarás la vida y la belleza. En esto consiste prepararte para la Semana Santa. En esta semana Dios te mirará con misericordia y te sacará en resurrección: hará pascua contigo. ¡No huyas, déjate amar!
Génesis 12,1-4; Salmo 32; 2Timoteo 1,8-10; Mateo 17,1-9
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