En múltiples columnas durante casi tres años que llevo escribiendo en este diario sobre café, he sido crítico de nuestro modelo productivo enfocado en producir commoditie y volumen. He advertido las implicaciones que tiene este modelo para nuestra caficultura, nuestras denominaciones de origen e indicaciones geográficas protegidas; he expresado mi oposición a la venta y exportación de "pasillas" como producto de Colombia porque atenta contra la reputación y el reconocimiento del café de Colombia, trabajado por décadas por nuestros ancestros. Vender inferiores pone en riesgo esa reputación "de facto" que se ganó el café colombiano por su calidad. 
Desde hace unos 15 años viene tomando fuerza y generando inquietud la posibilidad del café especial. La primera aproximación fueron los cafés certificados con sellos de sostenibilidad, que también he criticado, que poco ofrecen a los productores y que son un brillante negocio de multinacionales. Estamos llenos de sellos que exigen códigos de conducta a los productores (por nuestra cuenta y riesgo) para remunerarlos con sobreprecios que no alcanzan a cubrir los costos asociados a la certificación; los productores cada vez vemos con menos entusiasmo pertenecer a ellos. 
La única categoría que reconoce valor al café son los especiales por calidad de taza siempre y cuando se articule con estrategias para comercializarlo bien. Hago un reconocimiento a las cooperativas del departamento, al Comité Departamental de Cafeteros, Sena y la Gobernación de Caldas, pues empiezan a ver resultados de la implementación de prácticas que lleven a mejorar la calidad. Permanentemente se están abriendo convocatorias y concursos para que los cafeteros participen, identificar los mejores y buscar comercialización diferenciada para estos cafés. Hoy vemos en Caldas algo que no se veía hace 5 años, microlotes y perfiles de algunas regiones o veredas que expresan diferenciación e identidad en sus atributos sensoriales. Los esfuerzos técnicos del servicio de extensión han rendido frutos y el trabajo de las cooperativas en acopio, clasificación y gestión comercial están complementando la estrategia. Podemos decir hoy, que todas las cooperativas del departamento tienen ofertas de microlotes con puntuaciones desde 84 a 87 puntos SCA que abren una expectativa comercial completamente diferente. El reto es que valoremos lo que tenemos y que ese buen café no se vaya por los voraces canales de cafés certificados con sobreprecios de $500 a $2.000 por arroba que no justifican el esfuerzo de producirlos. 
Lo que viene es consolidar estrategias de logística y comercialización especializada para atraer clientes que reconozcan sobreprecios por calidad y que esta sea transferida al productor. Organizar ferias, subastas e invitaciones internacionales a eventos de cafés especiales, facilitando la llegada y estadía de clientes, requiere inversiones que deben sufragar, como política pública, conjuntamente gobernaciones, alcaldías, Comité, cooperativas y cámara de comercio para promover nuestros orígenes; esa gestion la deben hacer gobiernos e instituciones para beneficio comunitario. En otros departamentos patrocinan a compradores su estadía, generalmente ellos pagan sus tiquetes y los anfitriones proveen alojamiento, inversión que posiciona los departamentos como origen de cafés de especialidad. La Gobernación ya hizo una subasta este año, y aunque los clientes fueron nacionales, se vendieron unos cafés a precios interesantes para los productores. 
Tenemos con qué abrir mercados para café especial, falta consolidar una oferta exportable de calidad y salirnos de la comercialización tradicional. El reto de los productores es trabajar en calidad, capacitarlos, financiar transformación tecnológica en las fincas o centrales de beneficio especializadas porque el único espacio de diferenciación y oportunidades comerciales mejores está en este tipo de café. Tenemos que romper el círculo vicioso: "no hay café especial porque no hay quién lo compre y no hay quién lo compre porque no hay café especial" .