Colombia es admirada en el mundo entero por la solidez de su institucionalidad cafetera, construimos en 90 años una infraestructura que ha sido la base que ha soportado nuestra industria con desarrollo tecnológico, investigación, asistencia técnica y gestión comercial. Estos fundamentales soportarán el futuro de nuestra actividad en la medida en que comprendamos que el mundo ha cambiado; las empresas modernas deben tener capacidad de transformarse y mutar hacia nuevos tiempos y nuevos negocios, con educación y competitividad, como la única forma en que será sostenible con visión de largo plazo la base productiva de la cadena. Ubicarnos en el contexto de nuestro negocio es la forma de identificar oportunidades que permitan abrir múltiples opciones para el desarrollo empresarial cafetero. El soporte del bienestar social y económico se sustenta en una actividad rentable.
Hasta hace tres décadas nuestro modelo productivo fue sinónimo de calidad y diferenciación, por decisión institucional fuimos transformando nuestra producción hacia commodities, alta productividad con baja diferenciación, estandarizamos y mezclamos los cafés, y dejamos de apostarle a la generación de valor, pero nos quedamos con los altos costos que diariamente tratamos de disminuir infructuosamente. Si miramos con detenimiento la apuesta productiva de países exitosos, se fundamenta en la generación de valor; bienes y servicios para alimentar las cadenas productivas, hasta gobiernos comunistas lo han entendido, porque el único que percibe el valor es quien lo genera, siempre y cuando haga la gestión indicada para capturarlo (no dejándolo en bandeja de plata a terceros para que lo exploten) y devolverlo a las bases productivas para que sean sostenibles. No hay modelos económicos productivos exitosos produciendo bienes básicos. 
Identifiquemos dónde estamos atrapados, qué oportunidades hay y a qué le queremos apostar. Caficulturas muy jóvenes, que nos aprendieron, lo están haciendo; en mercados de alto valor muchos de ellos tienen más presencia que nosotros. En ferias internacionales, café de Perú y Centroamérica, por dar algún ejemplo, muestran apuestas empresariales más agresivas porque han entendido qué quieren los clientes y con quién quieren tratar. Necesitamos políticas estatales e institucionales proempresa, para poner, con todo lo que esté a su alcance, en el centro de la estrategia la producción, la venta de bienes y servicios diferenciados que alimenten toda la cadena. Los consumidores cada vez quieren conocer más de las estructuras productivas de lo que consumen, las redes sociales y la tecnología nos acercan cada vez más, hay más conciencia de la ética en los negocios, de la transparencia y de la sostenibilidad; las grandes corporaciones así lo han entendido, lo explotan publicitariamente y con la emisión de sellos de sostenibilidad por los que ellos sí ganan y nosotros aquí en lo mismo hace 100 años, esperando el milagro, felices porque nos certifican, sin empoderarnos de un negocio gigantesco, el más grande después del petróleo. 
Tenemos que romper el círculo, y lo primero es pensar diferente, dejar de estigmatizar los emprendimientos, capacitarnos, el café es la base del tejido social del campo, es protagonista principal de las alternativas productivas del postconflicto, pero, si no construimos tejido empresarial para los jóvenes, en muy pocos años no habrá quién lo produzca; y ojalá así lo entendieran los mercados y las grandes corporaciones porque su negocio dependerá de que los países productores seamos rentables. Hay que proveer herramientas productivas y comerciales para la sostenibilidad, las empresas innovadoras son la base del desarrollo económico y social, los jóvenes no quieren seguir sintiéndose campesinos, tendremos que dotarlos de capacitación que les permita, desde su entorno económico y social, ver una actividad digna, rentable, sintonizada con la modernidad que los convierta en empresarios del campo.