El Partido Liberal escogió como candidato presidencial para las elecciones de 1978 a Julio Cesar Turbay, quien venció con facilidad en la convención del partido al expresidente Carlos Lleras Restrepo. Turbay era un clientelista redomado y manzanillo por excelencia, conocedor al detalle de la mecánica política, pero pobre en su concepción del Estado y la sociedad. Lleras Restrepo era reconocido como un estadista y su gobierno entre 1966 y 1970 había generado cambios muy importantes para el momento del país; sus reformas crearon una nueva arquitectura institucional del gobierno central, la que jugó un papel muy importante en el proceso de modernización nacional. Ya sabemos lo que fue Turbay y nos quedamos sin saber cómo habría sido un segundo mandato de Lleras, pero sin duda habría sido muy superior al gobierno de Turbay.
En el escenario electoral de hoy hay cuatro nombres: Petro, Fico, Hernández y Fajardo. Petro representa el cisma, denunciando muchas de nuestras aberraciones como sociedad y Estado, a veces con razón pero a veces con temeridad, e incitando la pugnacidad eterna, por más que pregone el amor. Su contra, Fico Gutiérrez, representa el pasado y la vieja política que tantos males nos ha traído, es tan elemental como Turbay y superficial como Duque. Rodolfo Hernández aparece de la nada y con una habilidad impresionante martilla el subconsciente colectivo con el trauma nacional de la corrupción, presentándose como el héroe salvador, pero de resto no es nada, no sabe nada, y hay que recordar que el gobierno de un país es tremendamente complejo. Entonces queda Sergio Fajardo, que busca un cambio de verdad, no cosmético, pero sabe que hay activos construidos que no se pueden demoler; que en su plena madurez personal y política ofrece un camino sensato y firme para la nación. Hoy, sin duda, es el mejor candidato. Es hora de dejar atrás lo que hizo o dejó de hacer hace cuatro años, la precaria proyección del centro político hasta las consultas del pasado 13 de marzo, a Ingrid y los graves daños que causó, y a todos los lugares comunes que han contaminado esta campaña.
¿El lector ha dado una mirada a los planes de gobierno? ¿Ha pasado por el de Fajardo? Este es un ejercicio que casi nadie hace, me atrevería a decir que ni siquiera el 1 % de los votantes. Pero vale la pena. La lectura de todos los programas me lleva a decir que el mejor, más equilibrado, responsable, progresista y visionario es el de Fajardo. Todos los temas son tratados de manera concreta, con diagnósticos acertados, metas ambiciosas y razonables, apuntando a los problemas más dramáticos del país y llegando al detalle necesario en este momento, lo que demuestra que hay un conocimiento de las materias tratadas.
Es imbatible en educación; la economía apunta a la justicia social con la promoción de un sistema productivo para el siglo XXI; la tributación es digna de un Estado serio y justo; la protección social monetaria hace realidad el Estado de Bienestar; tiene una comprensión única en temas ambientales, sin populismo pero con firmeza, dejando claro la gravedad del desafío ambiental y las oportunidades del país en la materia; visionario en un sistema de cuidado de vanguardia, identificando y respondiendo al hambre de un pedazo de la población, y sin duda, cumplidor del Acuerdo de Paz.
Quien haya seguido con atención, sin prevenciones y prejuicios, la campaña presidencial después de las consultas, podrá concluir que Sergio Fajardo es el más sólido de los candidatos. Personal y políticamente, el mejor candidato. Algo nos tiene que decir que tantas figuras públicas hayan manifestado su apoyo a Fajardo en las últimas dos semanas a través de sus columnas de opinión: Rodrigo Uprimny, Salomón Kalmanovitz, Juan Gabriel Vásquez, Enrique Santos, Piedad Bonett, entre muchos; a ninguno de ellos se le puede tildar de ‘castrochavista’ por un lado o de reaccionario de derecha por el otro. Fajardo representa sin duda la fórmula adecuada de liberalismo y socialdemocracia que tanto necesita Colombia. Por favor, no escojamos un Turbay. El 30 de mayo Sergio Fajardo estará más vigente que nunca.
Nota: en 1988 el candidato demócrata Gary Hart iba a ser el presidente de Estados Unidos, pero un infame y absurdo escándalo lo sacó de competencia. Sus capacidades de estadista estaban fuera de discusión. Que no repitamos historias parecidas.
Nota cómica: el presidente Duque afirmó a la BBC que si hubiera reelección, él sería reelecto sin la menor duda.
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