Mi amiga Nancy había escrito un guion para una película, en el que trabajó incansablemente por varios años, una historia sobre nuestra violencia y sectarismo de mediados del siglo XX, la conquista del voto femenino en Colombia y la liberación individual de una mujer que trasciende los estrechos límites de la política. En noviembre de 2019 surgió una oportunidad de oro para que un muy reconocido director de cine supiera de este trabajo y pudiera hacer algunas recomendaciones. Gilma, otra amiga, con ese don único que tiene de hacer amigos, los más impensados, es del alma del director y organizó un almuerzo de sábado para que Nancy y el cineasta pudieran hablar del guion ‘El llamado de la montaña’. Fuimos nueve los comensales: la anfitriona Gilma, David, Natalia, María, Ricardo, Adriana, Juan Carlos, Nancy y Sergio.
Así tuve la dicha y privilegio de conocer a Sergio Cabrera, pues su presencia y compañía en ese larguísimo almuerzo de sábado fue fascinante. Era curioso, sabiendo que estaba con una persona muy importante en el mundo del cine, al mismo tiempo Sergio se revelaba como alguien sencillo y afable, que en ningún momento quería tomar protagonismo y ser en centro de atracción. Pero era imposible que esto no pasara, pues las preguntas que le hacíamos se tornaban en crónicas maravillosas: la historia de varias de sus películas, su paso por el Congreso, su vida de juventud en China y su paso por la guerrilla del EPL, entre otras. Como nota al margen, me “preparé” para la reunión viendo el día anterior su película ‘Todos se van’, un relato muy bien logrado sobre el drama de la partida definitiva de Cuba de unos y la permanencia de otros. Como soy apasionado de la isla, la disfruté mucho. Hacia las 8 de la noche nos despedimos, y para mí quedó la sensación de una tarde tranquila, suave, que nos había llenado el corazón a todos. Como remate, las infaltables fotos.
A finales del año pasado se publicó el libro ‘Volver la vista atrás’ del escritor Juan Gabriel Vásquez, su tema era la vida de Sergio Cabrera. Sin la menor duda, era imperativo leerlo. Lo leí justo en el momento más álgido y duro del pasado Paro Nacional. Fue un oasis en medio de tanta turbulencia y desazón. Al sumergirme en la historia de Sergio, mientras estuviera en las páginas del libro, todo lo demás quedaba suspendido. Estoy convencido de que estos espacios asépticos e inmunes al día a día tan duro de este país son necesarios para la salud mental de cada cual y para tener una perspectiva más amplia de esa misma realidad que nos agobia.
La Guerra Civil Española, el exilio de los republicanos, la dictadura de Trujillo en República Dominicana, la Violencia, el surgimiento de la televisión en Colombia, la Revolución Cultural China, la vida guerrillera en el EPL, además de eventos del cine, todo esto vivido por la familia de Sergio Cabrera y especialmente por él mismo, está presente en esta historia alucinante.
La vida de un adolescente colombiano en la China de los años 60, en medio de la efervescencia de ese esperpento histórico que fue la Revolución Cultural, la conversión de Sergio en un Guardia Rojo, el hecho de que pensara en chino antes que en español, pues era más fluido en Mandarín que en Castellano, sus años de guerrillero convencido en las sabanas de Córdoba y Sucre, para que luego llegara el desencanto del absurdo revolucionario, son todas historias que se tienen que leer.
En lo relativo a China, la vida de Sergio Cabrera me trajo a la mente ‘El libro de un hombre solo’ del nobel de literatura Gao Xingjian y la película El Violín Rojo, pero en un relato más cercano. Su paso por el EPL retrata de manera prodigiosa esa contradicción que hemos vivido por décadas: una energía que quiere cambiar las cosas pero que cae en el absurdo y la tragedia.
Al final, emerge la esencia de Sergio al terminar la retrospectiva de su obra en Barcelona en octubre de 2016, al caminar por la ciudad con su hijo Raúl y luego viajar a Lisboa para encontrarse con su esposa Silvia y su hija Amalia.
Juan Gabriel Vázquez escribió un gran libro, en el cual su presencia no se siente, como el mejor testigo de su propia obra.
No importa si se conoce o no a Sergio Cabrera, este libro bien vale la pena leerlo.
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