Ricardo Correa


El martes, hace dos días, se llevó a cabo el primer debate presidencial en Estados Unidos. Al finalizar, apenas unos segundos después, el veterano y respetado periodista de CNN, Wolf Blitzer, lo calificó como el más caótico y vergonzoso de toda la historia de los debates presidenciales en ese país. No era de esperar otra cosa, uno de sus participantes era Donald Trump. Anderson Cooper manifestó que había sido un encuentro entre un presidente desencajado y abusivo y un hombre decente. Más cerca, sin preguntarle, mi mamá, de 89 y ni idea de política de Estados Unidos, dijo que a Trump “le provocaba darle trompadas a todo el mundo, que estaba todo el tiempo furioso”. Le pregunté por Biden y me dijo que se le veía sereno y tranquilo. Esto que parece una anécdota, va más allá, ella percibió la energía de ambos, la perversa del presidente y la tranquila del candidato demócrata.
El duelo, porque eso fue, empezó con la discusión sobre la vacante a cubrir en la Corte Suprema de Justicia. Trump argumentó que tenía el derecho a cubrir la posición con la candidata ultraconservadora Amy Coney Barret, pues era el presidente y tenía el Senado. Es sabido que el presidente quiere consolidar una corte a su favor ante cualquier disputa judicial que se pueda presentar con las elecciones y tener el favor del máximo tribunal para su segundo período.
Se discutió luego el plan de salud conocido como Obama Care, los derechos de la mujer y el manejo que el presidente le ha dado a la covid. En cada asunto Trump acusaba a su opositor de estar influenciado por sus amigos socialistas, izquierdistas y radicales. Las mentiras de Trump también emergían como crispetas que salen de la máquina: que había evitado la muerte de millones, que la vacuna estaría en noviembre, que había sido el presidente con mejor desempeño económico en toda la historia, que la gente le decía que estaba haciendo un maravilloso trabajo, y muchas más. Biden refutaba con datos y hechos las mentiras del presidente. El moderador preguntó a Trump por qué en los últimos dos años había pagado respectivamente ridículos 750 dólares de impuestos federales, a lo que el magnate dijo que pagaba millones.
Y llegó el tema grueso: la violencia racial de los últimos meses y los grupos de supremacistas blancos. Biden acusó a Trump de generar división y odio racial en Estados Unidos y no cuidar a la población afroamericana; el presidente, en una evidente negación de la realidad, argumentó que él protegía y velaba por la población negra y que en eso había sido mejor que el gobierno Obama-Biden, y que lo que pasaba era que siempre estaría por delante la ley y el orden, para referirse a la represión del movimiento de protesta por la muerte, a manos de policías, de ciudadanos negros indefensos. El tema de la urgente reforma de la policía también estuvo presente, Trump diciendo que todo estaba bien y Biden llamando por una urgente transformación.
El moderador Chirs Wallace les preguntó si reconocerían una derrota y a Trump en especial si aceptaba el apoyo de los supremacistas blancos armados. Biden sin ambages dijo que sí reconocería una derrota, pero Trump nunca lo explicitó, habló de presunto fraude, en especial con el voto por correspondencia, y lo más grave, no rechazó el apoyo de grupos armados, solo les mandó el mensaje “stand back, stand by” (retroceder y esperar). En otras palabras, acepta el apoyo de grupos armados, violentos y extremistas, como los ha calificado el FBI.
En temas ambientales Trump se limitó a querer un agua limpia y un aire limpio, y lo redujo casi a un tema estético: beautiful water, beautiful air. Confirmó su negacionismo. Biden fue serio.
Las primeras encuestas sobre un ganador del debate favorecen por un margen cómodo a Biden. El demócrata logró el objetivo más importante, que Trump no lo dejara en la lona con sus agresivos ataques. Faltan dos debates. Todo parece indicar que Biden tiene buena posibilidad de ganar; pero esto no es suficiente, los demócratas y la institucionalidad norteamericana tienen que evitar que Trump se robe las elecciones. El mundo aguarda, pues como nunca antes el futuro del planeta depende de esta elección.
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