18 de agosto de 2022
¿Será posible la paz total?
Ricardo Correa Robledo ricardocorrearobledo@gmail.com
En el decálogo de gobierno que enunció el Presidente Petro en su posesión, la paz ocupó el primer lugar. Sin duda, el propósito de una “paz verdadera y definitiva” no puede ser objetado por absolutamente nadie. La paz tiene múltiples manifestaciones que abarcan varias dimensiones: lo estatal, lo social y comunitario, y lo personal. La paz es la ausencia de violencia y también la presencia de unas condiciones de vida dignas para todos. Sin embargo, los colombianos entendemos la paz en primer lugar como la ausencia de violencia física y coerción proveniente de organizaciones armadas, tales como guerrillas, grupos paramilitares, organizaciones criminales y el mismo Estado. Y sin duda, es en este ámbito donde Petro quiere lograr la paz.
Si algo hemos aprendido en 40 años de procesos de negociación con grupos armados ilegales es que la firme voluntad de alcanzar la paz es condición necesaria pero no suficiente; los procesos que no han logrado su objetivo final son prueba irrefutable. La negociación paralela con múltiples actores genera de entrada una complejidad tremenda, pues cada una de estas organizaciones presenta una naturaleza diferente. Lidiar con esta diversidad exige del gobierno un gran conocimiento de sus contrapartes y contar con los instrumentos que posibiliten las negociaciones. También debe tener en cuenta desde un principio los límites, hasta donde se puede llegar en ofrecimientos y qué se espera como mínimo que cedan los armados.
Un postulado básico para todas estas negociaciones pareciera que está siendo ignorado por el Gobierno, o por lo menos no lo han hecho público: la capacidad del Estado de confrontar a todas las organizaciones con las que se quiere pactar. Petro, más que nadie, debe saber que solo es posible tener firmeza en la mesa de negociación si la Fuerza Pública está en condiciones de contener y golpear con contundencia a los delincuentes y criminales. Hasta ahora ni una sola palabra al respecto de boca del mandatario. El proceso de paz más importante de estas cuatro décadas de negociaciones, el del gobierno Santos con las Farc, tuvo como base la superioridad estratégica del Estado. La propia negociación del M-19 con el gobierno Barco tenía como elemento subyacente el debilitamiento militar de esta guerrilla y las dificultades económicas que atravesaba. En la preparación de las negociaciones que se vienen, este tema debe ser estudiado y revisado con mucha atención. Y lo más importante, las Fuerzas Militares y de Policía deben hacer los ajustes estratégicos que permitan que los ilegales lleguen a la mesa en una posición militar incómoda y de debilitamiento. Desde que se firmó la paz con las FARC en 2016, la Fuerza Pública ha ido perdiendo su capacidad de combate y control en terreno, pues regresamos a órdenes territoriales armados en cabeza de guerrillas, paramilitares y narcotraficantes. Si el presidente Petro quiere salir adelante con el primer punto de su decálogo, tendrá que prestar más atención a su relación con la Fuerza Pública y saber que la superioridad de los armados estatales es su mejor carta de presentación en la mesa de negociación. No ha empezado bien el Presidente y la cancelación de la ceremonia de reconocimiento de tropas es un mal paso, esta ‘plantada’ es la primera vez que sucede en una historia ya larga de la ceremonia. Petro tiene una fama bien ganada de incumplido, pero debe entender que hay momentos en que tiene que ser puntual, así sea el presidente.
En cuanto a las negociaciones, el tener un conjunto tan diverso de organizaciones con las que se quiere llegar a acuerdos hace difícil que se salga airoso en todo el proceso. Solo el ELN presenta características tremendamente complicadas y variaciones regionales muy demandantes para las ofertas que se puedan hacer desde el Gobierno en la mesa de negociación ¿Y qué se le puede ofrecer a las disidencias de las FARC que no se haya ofrecido en La Habana? Por su parte, el sometimiento a la justicia de narcos y paramilitares tendría como condición para su éxito que el Estado sea capaz de transformar para bien las regiones que dominan los delincuentes, pues de lo contrario aparecerán nuevos jefes mafiosos y nuevas tropas, ya hemos visto que nuestro país es tierra fértil para la reproducción de estas organizaciones criminales.
Tal vez por estar empezando un ejercicio desconocido, el de gobernar, Petro y sus aliados políticos de primer orden no están haciendo bien la ecuación de recursos y posibilidades contra metas que se quieren lograr. Ojalá pronto logren un mejor cálculo.
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