La civilización y la cultura van creando certidumbre, y estas se instalan en nuestro cerebro. La certeza es una moneda de doble cara, por un lado permite establecer rutinas y actividades, confiados en que las cosas suceden de cierta manera. Por ejemplo, la manera como manejamos vehículos en la vía pública se basa en presunciones de que todos nos comportamos de una manera parecida. Pero estas certidumbres también nos conducen a un engaño que se graba también de manera fuerte en nuestra mente: creer que todo será siempre de una determinada manera. Resulta que la vida encarna en su misma naturaleza la incertidumbre, todo puede cambiar en un segundo. La física cuántica empezó a dar luces en este sentido hace unas décadas.
En lo personal y social hemos asimilado más las costumbres y los hábitos que la incertidumbre, y por esto nos damos golpes duros a cada minuto. Tal vez si pudiéramos tener la certidumbre de la incertidumbre la vida nos sería más grata y los niveles de ansiedad, pandemia moderna, serían mucho más bajos y tolerables. Esa ansiedad que ante movimientos en el tablero no esperados prende el botón de pánico y nos hace actuar de manera no muy recomendable.
Pues bien, la llegada de Petro a la presidencia nos pone a prueba con la incertidumbre. A todos: a sus más fieles votantes que esperan cambios radicalmente positivos y a sus más duros adversarios que temen que nos volvamos una Venezuela. Creo que en cuatro años no seremos el paraíso terrenal que algunos fantasean y tampoco el infierno que otros temen.
El pasado 19 de junio nos dio sorpresas a todos: unas elecciones tranquilas, resultados muy rápidos y confiables y una intervención al país del candidato ganador, Gustavo Petro, de una calidad diferente a la esperada. Sin dejar su prosa algo rimbombante, a veces con un lirismo que raya en lo cursi, se escuchó a un presidente electo sensato y razonable, que parece no llegar a ejercer la venganza de clase, y que entiende que sus obligaciones son con todos los colombianos, incluyendo la mitad de la ciudadanía que votó en su contra. De alguna manera, sus palabras de celebración aquietaron las aguas que se preveían turbulentas.
Sin duda, Petro gobernará desde su espíritu de izquierda. También lo acompañarán su grandilocuencia, megalomanía y vanidad. Pero, ¿acaso no hemos tenido otros presidentes con estas tres características? Petro también es inteligente y sabe que tiene poderes limitados, tal vez a su pesar, y que la realidad diaria, visceral y terrenal, le restringe el margen de acción, obligándolo a enfocarse en tareas posibles y viables. Ahora bien, este foco en lo viable y conveniente depende también de todo un conjunto de realidades, de diferentes actores estatales, políticos y sociales que deben darle forma a este gobierno. Las contenciones y límites serán tremendamente importantes. Así como cuando la Corte Constitucional cortó de un tajo la aspiración de Álvaro Uribe de un tercer período.
Que gobierne una fuerza política que nunca ha gobernado, que experimente el día a día de muchas realidades que desconoce, que deba cumplir con un rol que no ha tenido nunca nos va a servir a todos. Por ejemplo: con la reapertura de relaciones con Venezuela, el gobierno Petro tendrá que velar por el pago de las enormes deudas que el gobierno Maduro tiene con las empresas colombianas. Esta es una obligación que no podrá eludir.
Hay un valor inmaterial en la llegada del nuevo gobierno: amplios sectores de población están sintiendo como propio este triunfo político. Y no tenemos idea si sus condiciones de vida mejorarán, pero por lo pronto, ese sentimiento de pertenencia es muy importante. Los que Francia Márquez ha llamado ‘los nadies y las nadies’ tienen derecho a esta alegría. Será fundamental, la clave de todo en los próximos cuatro años, el balance institucional y político.
Esto depende de la voluntad del presidente Petro de permitirlo y de las instituciones del Estado y las fuerzas políticas de exigirlo y lograrlo. La Corte Constitucional debe ser la figura sabia que marque la pauta cuando sea necesario.
Si aprendemos a aceptar la incertidumbre, y actuar sobre hechos concretos, sobre su conveniencia o inconveniencia, este tiempo que viene nos ayudará a mejorar como sociedad y avanzar en una sana convivencia.
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