Antes de 2002, lo único que sabía de Orión es que era una constelación, y que su nombre venía de un guerrero de la mitología griega.
En octubre de 2002 llegó la Operación Orión, la acción militar urbana más grande que ha desplegado el Estado colombiano en su lucha antisubversiva de seis décadas. La política de Seguridad Democrática del recién posesionado presidente Uribe apenas despegaba, y Orión fue uno de los primeros éxitos que se adjudicó el gobierno. Fueron expulsadas todas las milicias urbanas de las Farc y el Eln de la populosa comuna 13 de Medellín. Pero pronto empezaron a surgir preguntas sobre la manera en que se llevó a cabo la operación y sus resultados: ¿participaron los paramilitares de Don Berna en la toma de la comuna en coordinación con la fuerza pública? ¿Mataron y desaparecieron el Estado y sus aliados criminales a civiles? ¿Dejaron la comuna 13 en manos de los paras?
Los testimonios y pruebas que se fueron consolidando con los años, muestran una realidad distinta a la oficial: el horror que fue la Operación Orión. La foto del encapuchado con prendas militares - tomada por el gran fotógrafo de guerra Jesús Abad Colorado-, ‘echando dedo’ a diestra y siniestra para descubrir enemigos aquí y allá, es un ícono de la ignominia que finalmente resultó siendo esta empresa estatal-paramilitar.
Pues bien, después de 19 años de lo acontecido, llega un documento poderoso a nuestras manos, el libro La Sombra de Orión del gran escritor Pablo Montoya. El autor de esta maravillosa novela nos lleva de la mano de su personaje, Pedro Cadavid, por una cronología detallada, precisa y profunda del horror social y político que fue la Operación Orión. Pero va mucho más allá. Lo que hace valioso al libro La Sombra de Orión es el entronque de esta operación militar y de exterminio en una historia mucho más amplia, que viene desde las primeras migraciones campesinas, de viejos desplazados y desarraigados, a las montañas occidentales de Medellín, a esas fincas lejanas del Parque Berrio, que sigue con las invasiones impulsadas por los caciques políticos liberales y conservadores, que continúa su curso con el abandono gubernamental de los pobres y marginados, lo que facilita la toma de los barrios por parte de bandas de forajidos, los que son reemplazados por justicieros revolucionarios, pero que a su vez se tornan en tiranos monarcas que hacen y deshacen, que deciden vida y muerte, para que finalmente llegue la ‘mano’ del Estado a sangre y fuego, en complicidad con los más crueles asesinos de las últimas décadas: los paramilitares. Y todo esto, en un universo todavía más amplio, la ciudad de Medellín, con sus contradicciones profundas: progreso y prosperidad, marginación y crimen.
Y en el centro de toda la historia están los centenares, tal vez más de mil, de civiles que murieron en la comuna a manos de unos y otros: de los combos, los narcos, las milicias guerrilleras, los paramilitares y la fuerza pública. Muchachos que fueron fusilados por vender arepas aquí, por cantar rap allá, por ser la novia de un guerrero o por alzar la voz ante la ignominia, o por chismes, o porque había que matar a cualquiera.
Las breves historias de María Ofelia Cifuentes, Claudio Miguel Pino, Elkin Elber Paniagua, Elvia Johana Mosquera, Tulio Andrés Acebedo, Hermenegildo Octavio Mejía, Luis Ocoró, Carlos Emilio González, Flavio Josefo Mosquera y muchos más, nos revelan la extrema crueldad e inmisericordia que nuestras guerras y violencias han tenido con los más débiles y los más pobres. Es una historia de nunca acabar. Que se repite desde hace demasiado tiempo. Para muestra un botón, hace poco leí una crónica sobre lo que fue la matanza del Líbano-Tolima, en 1952. En plena candencia de la ‘Violencia’ centenares de muertos civiles e inocentes, como consecuencia de una retaliación gubernamental a los guerrilleros liberales.
Ahora que el tema de Medellín y su caótico y desvergonzado alcalde están en primera plana, sería bueno que todo aquél interesado en la suerte futura de esta ciudad leyera La Sombra de Orión. Y que también leyera las conclusiones de un estudio de las universidades de Chicago y Eafit, según el cual en el 70% de la ciudad los combos criminales ejercen cogobierno.
Gracias a Pablo Montoya por su trabajo y genio plasmados en La Sombra de Orión.
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