Impera en nuestra cultura y sociedad una veneración por los ideales, en especial si son los propios. Hay un bombardeo diario de mensajes en este sentido, sin pausa, a todos los niveles: en el hogar, la educación, el trabajo, el gobierno, que se multiplica exponencialmente en los medios de comunicación y ahora más que nada en ese nuevo universo de las redes sociales. Cada uno va construyendo un mundo ideal en su mente, el que contrasta con ese otro mundo que está allá afuera, el cual ve como deficiente, dañino, y muchas veces perverso. Y la gente se va asociando con base en su ideal y comienza a odiar el ideal ajeno, el de esos que son vistos como enemigos.
Esta crisis tan dura que está viviendo Colombia, esta pesadilla que completa un mes, es un síntoma de estas profundas fracturas, que parten de la mente de cada uno y que se van agregando hasta formar ejércitos irreconciliables. Se crean realidades paralelas, que en un momento dado colisionan produciendo tragedias descomunales, como la presente.
Los eventos fundacionales del paro lo muestran nítidamente: el proyecto de reforma tributaria de Carrasquilla y el pliego de peticiones del Comité del Paro. El exministro, conocedor de cifras macroeconómicas, cuadró sus números, como quien solo sabe llenar un rompecabezas, pero borró de un tajo toda una realidad que está mucho más allá de su percepción: millones de hogares y personas que resintieron, con razón, la manera de cuadrar caja del gobierno. Por el otro lado, en la antípoda, el Comité del Paro había radicado desde junio del año pasado un pliego de peticiones, con la exigencia de ser negociado con ellos. Este pliego es el que resurgió hace un mes y el que es sostenido como estandarte por este comité. El texto del pliego es la otra cara de la moneda de la reforma de Carrasquilla: es el querer de que el mundo de allá afuera se acomode al ideal de la dirigencia sindical y de todas las organizaciones que lo suscriben. ¿Que el pliego aborda materias totalmente pertinentes? Sin duda, además de urgentes, perentorias, de supervivencia para la nación. Pero lo que dice textualmente el pliego dista mucho de lo posible en este justo momento, empezando por la cuantía exigida para la renta básica. ¿Acaso sería posible destinar 72 billones anuales para pagarla? Otra cosa no suena bien en el pliego: el tono.
La indolencia del Gobierno, y del presidente en especial, ante toda la violencia oficial ejercida en este mes, tiene como respuesta la misma indolencia de Francisco Maltes y los dirigentes del paro ante la destrucción brutal ocasionada por los vándalos, con las billonarias pérdidas para empresarios de todos los niveles, campesinos, comerciantes y ciudadanos de a pie. Cuando le preguntan a Maltes por la tragedia económica que se está causando, de manera cínica elude cualquier responsabilidad y argumenta que todo es culpa de Duque por no haber atendido el pliego hace un año. En medio de sus mundos ideales, el de Duque y el de Maltes, todo un país se va yendo a la ruina.
Y estos mundos paralelos que no se rozan se manifiestan también entre los ciudadanos, dependiendo de su rol en la sociedad y su pensamiento. Por un lado, hay quienes ven en la Fuerza Pública una institución sacrosanta, que no comete errores, que es heroica, salvadora. Son incapaces de ver las atrocidades que el Estado, a través de la Policía y el Esmad, ha cometido en esta crisis, y que viene cometiendo de tiempo atrás. Hay empresarios que se ven a sí mismos como los proveedores infinitos que todo lo que tocan se convierte en oro, sin reflexionar por un minuto en todos los favores y beneficios con que cuentan, y sin reparar en ese abismo tan brutal que separa sus condiciones materiales de las decenas de millones de pobres del país. Y todo esto tiene su manifestación en la política en una derecha dura y tozuda. Girando 180 grados de este mundo están quienes ven todas las manifestaciones del paro como algo inmaculado, incluidos los inmorales y con frecuencia criminales bloqueos, que se hacen los de la vista gorda con la destrucción de la riqueza nacional, y que terminan siendo tan gulosos como sus enemigos. La izquierda dura los aglutina.
Si estos mundos herméticos no se abren, la destrucción está garantizada. Ojalá la mesa de negociación sea un soplo esperanzador para que veamos el mundo de una forma más amplia. Pero no me hago ilusiones, el problema regresará cuando todo haya pasado y se vuelva a la normalidad, esa normalidad enferma.
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