Ricardo Correa


“Hay un abecedario del recluta. Y éste enseña que el soldado no es más que un animal que lo puede todo. Y que el servicio militar es una cárcel en la que se cumple una condena dictada por la Constitución. A los reclutas se los llama ‘fantasmas’, ‘gusanos’. Eh, fantasma, anda y tráeme un té. Eh, sácale brillo a mis botas. Eh, tú, ¿Cómo se te ocurre mirarme mal, cabrón de mierda?”
“En una ocasión me pegaron tal tunda que estuve dos días sin poder abrir la boca. Cuando se aburrían de pegarte te obligaban a comer materia fecal o a beber agua sucia. “¡Coge la mierda con las manos! Te gritaban”. Te podían obligar a correr en cueros por todo el cuartel…Los novatos no tenían derechos…Y papá solía repetir que el ejército soviético era el mejor del mundo”.
“Un día se adueña de ti una idea pequeñita, pero tenaz: “aquí yo lavándoles los calzoncillos, pero va siendo hora de que yo también me convierta en un cabrón y sean otros los que me laven los calzoncillos”. Estos son apartes del libro “El fin del Homo soviéticus” de Svetlana Aleksiévich, premio nobel de literatura 2015.
“Durante el entrenamiento básico se me enseñó a odiar. En el campo de tiro disparábamos a blancos que representaban personas. Estábamos aprendiendo a matar seres humanos. Se nos tenía que enseñar cómo hacerlo: ese es el trabajo del ejército. Dicho trabajo se hace bajo una variedad de formas sutiles y no tan sutiles. Cuando terminábamos en el campo de tiro, se esperaba que apiláramos nuestras armas de una manera determinada. Un día, mientras me preparaba para poner mi rifle en la pila, se me cayó. El instructor del ejercicio, un sargento, gritó y con palabras soeces dijo que yo no estaba cuidando mi rifle adecuadamente, que mi rifle era lo más importante en la vida, porque mi vida o mi muerte dependían de él”.
“Este sujeto medía 1,90. Se puso delante de mí, apretando el pecho contra mi cara, señalándome con el dedo y gritándome obscenidades. Entonces sacó el pene y orinó sobre mí, delante de todos. No se me permitió lavarme durante dos días. La rabia se apoderó de mí. No podía exteriorizarla contra él, porque habría ido a la cárcel. Entonces enfoqué mi rabia en el enemigo. El enemigo era cualquiera que no se pareciera a mí, todo aquel que no fuera un soldado norteamericano. Este condicionamiento es un ingrediente esencial en la creación de un buen soldado. Se entrena a los soldados a ver todo lo distinto como peligroso, amenazante y potencialmente mortal. Deshumanizas al enemigo. Te deshumanizas a ti mismo. Mi entrenamiento militar me enseñó a deshumanizar a una raza entera de personas. No había distinción entre el Vietcong y la población en general de Vietnam”. Apartes del libro “A las puertas del infierno” del exsoldado norteamericano Claude Anshin Thomas, hoy monje budista peregrino por la paz.
Estos mismos soldados y policías, aquí y en cualquier parte, una vez terminan esta horrorosa formación que los convierte en monstruos, son condecorados una y otra vez, adquieren el título de héroes, como un lord inglés. Y bajo ese reconocimiento de un Gobierno o sociedad se esconde toda una historia de miserias: físicas y espirituales. Más tarde, matan a Javier Ordóñez en Bogotá, electrocutan con sevicia, golpean y torturan sin piedad, se convierten en los peores criminales. Pero los torpes gobiernos hablan de manzanas podridas.
Sin duda, soldados y policías han actuado con un gran valor en defensa de la sociedad y los ciudadanos. Pero también han cometido los peores crímenes. La idealización solo produce el peor veneno y da patente de corso para que los héroes se comporten como los peores déspotas, como despiadados asesinos.
Y sí, también se idealiza a quienes protestan, a quienes reaccionan ante el crimen cometido por los que hemos instituido como héroes. Sin duda, es legítima la indignación, la rabia, el dolor, la rebeldía. Pero también abundan los criminales, los que solo quieren destrucción, sangre y muerte.
Todos los cambios institucionales para acabar esta barbarie son necesarios, apremiantes. Pero si se quiere un cambio real, es la cultura lo que tenemos que cambiar, comenzando por abandonar la perversa idealización de unos y otros.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015