A principios de 2001, un querido amigo aseguraba que Álvaro Uribe sería el presidente en las elecciones del 2002. No le creí. Para el momento de la afirmación de mi amigo, Uribe apenas contaba con un 3 % de intención de voto y Horacio Serpa se perfilaba como el más probable sucesor de Pastrana, todavía existía el Partido Liberal. Las cosas cambiaron a finales de enero de 2002, Uribe lideraba las encuestas y nada atajaba su triunfo en primera vuelta. Había tenido un ascenso monumental en las encuestas y lo que pasaba en el país en ese momento le pavimentaba su llegada a la presidencia. La violencia criminal de la guerrilla de las FARC en medio de las negociaciones con el gobierno le estaba haciendo la campaña a Uribe. El candidato solo tenía que esperar al toro en medio del ruedo, no tenía que moverse un centímetro. Uribe llegó en el momento justo para él.
Mi amigo hizo un nuevo vaticinio hace ya un año de quién sería el presidente en las próximas elecciones: Rodolfo Hernández. Para el momento de su predicción el candidato no superaba el 1 % en las encuestas. Tampoco le creí. Pero Hernández crece y está de segundo. En este momento es una posibilidad real, seria, que ‘El Ingeniero’ se convierta en el próximo presidente. Ojalá en esta oportunidad mi amigo se equivoque, pues Hernández me parece un candidato funesto y perverso. Pero como para Uribe en 2002, todo está servido para que su candidatura prospere, el viento está a su favor.
Día a día los hechos le favorecen; el último de ellos es el escándalo de un abusivo funcionario de la Presidencia y su esposa, Andrés Mayorquín y Karen Váquiro, quienes con las influencias del primero obtuvieron una cantidad astronómica de contratos para la segunda en entidades públicas, recibiendo honorarios impensados hasta para el más serio y aquilatado profesional. La contratista apenas lleva 3 años de salida de la universidad. Y mañana con seguridad aparecerá otro hecho de corrupción que le eche candela a la campaña del Ingeniero, porque su tema único es la corrupción, lo que él llama ‘la ladronada’ o ‘ladronería’. Así como Uribe hizo toda su apuesta al ‘combate de los violentos’, Hernández es monotemático con el combate a la corrupción.
¡Eureka! El candidato da en el clavo de lo que la gran mayoría de colombianos identifica como el más grave problema del país: la corrupción. El mensaje único del Ingeniero se conecta con un núcleo profundo de la psicología del votante. Y este elector promedio siente que puede contribuir con su voto a que un superhéroe llegue para resolver sus problemas. Y también como en el fenómeno Uribe respecto a la agresión de la guerrilla, votar por Rodolfo Hernández es una manera de canalizar la rabia hacia un sistema cleptómano y cínico, que va creando ricos grotescos a costa del dinero público y de necesidades básicas de la población mal atendidas.
¿Dónde está el problema? En la persona misma de Rodolfo Hernández. Es un déspota, con rasgos violentos de su personalidad probados en sus hechos y sus dichos. Hábil y exitoso empresario de la construcción, pero burdo y simplista en la concepción de la vida pública y social, y esto es tremendamente peligroso. Es también mentiroso, y expresa sus falsedades en medio de risas. Si bien la corrupción es un problema monumental de la nación, no es el único, y no podemos reducir todo a esta gravosa dificultad. Además ¿podrá el Ingeniero, solo con sus bravuconadas, acabar la corrupción? No lo creo posible.
En cuanto a su trayectoria pública, solo tiene para mostrar un período como alcalde de Bucaramanga. Su dicho es que hizo una alcaldía perfecta e impoluta. Pero esta afirmación exagera de manera astronómica sus aciertos y esconde sus pecados. Es imposible encontrar un candidato más parecido a Donald Trump que Rodolfo Hernández. Empezando por esa simpleza burda de ver lo público y llegando a cosas tan banales como su pelo implantado y pintado.
Ojalá mi amigo se equivoque en esta oportunidad, pues Hernández de presidente sería una calamidad para este país. Guardo la esperanza de que hayamos avanzado algo como sociedad y no sucumbamos a cantos de sirena. En medio de esta profunda encrucijada el país tiene opciones diferentes a nuestro Trump. Opciones serias y comprometidas con soluciones reales. Todavía hay esperanza.
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