La Cuba que se levanta y sale a las calles a protestar no es la de Carlos Puebla, no canta ‘Y en eso llegó Fidel’ o ‘Hasta siempre comandante’, no es la de Silvio Rodríguez con ‘Playa Girón’ o ‘Canción del Elegido’; no es incluso la de los Van Van con ‘Sandunguera’, o la de La Original de Manzanillo y Cándido Fabre, con su música siempre candentemente sabrosa como ‘Mi sombrero de Yerey’ y en ocasiones comprometida como ‘Tiburón’. La Cuba que está profundamente inconforme es la que escucha, canta y baila a QVA Libre, Interactivo, Kelvis Ochoa, Gente de Zona y CimaFunk, entre otros, y mucho reguetón.
La música cubana y el arte de la isla nos pueden orientar para entender lo que pasa. El movimiento San Isidro que surgió en 2018, antecedente de las manifestaciones del 11 de julio, ha sido la voz de muchos artistas que hacen un reclamo por las restricciones gubernamentales al ejercicio de su oficio a través del decreto ley 349, el que busca seguir otorgándole el control total al gobierno de todas las manifestaciones culturales y artísticas del país, para que no se vaya en contravía de los sacrosantos valores de la Revolución. Una pasada por La Fábrica de Arte Cubano, paradójicamente un espacio oficial, revela de manera palpable esa nueva Cuba que se sale de moldes ideológicos y políticos, esa que quiere soltarse de las amarras.
Cuando se mira desde afuera de la isla lo que pasa en ella aparecen los estereotipos. Por un lado, desde los sectores de izquierda se excusan los desastres, carencias y despropósitos de las últimas décadas a partir de una supuesta e imaginada dignidad del pueblo cubano, lo que es un mito; y de un bienestar social anclado en la salud y la educación de excelencia para todos, otro mito ya sin fundamento. Desde la otra orilla, desde la derecha, se habla de una Cuba menesterosa, de desarrapados sometidos a la crueldad de unos comunistas sin alma. Ambas versiones generan una distorsión enorme que impide ver las singularidades de la realidad.
Las marchas del 11 de julio marcan, eso sí, un camino sin retorno, hacia unas transformaciones mayores. El régimen, basado en un partido único y la ausencia de una democracia liberal, con una economía formalmente centralizada y dirigida desde el Estado, no tiene la menor posibilidad de fortalecerse y revigorizarse. El drama es que el gobierno sabe que los cambios no tienen reversa, pero no tiene idea de cómo se deben dar, en parte porque no quiere perder el poder, el control. Sin embargo, es poco inteligente seguir reprimiendo el cambio, pues este se ha venido dando aun sin el querer del régimen, porque los cubanos siempre están en la jugada para burlar controles y retenes, como ellos dicen: ‘por la izquierda’.
Pero ojo, la solución no está en liquidar todo ya mismo, como en remate de almacén, y fantasear que mañana habrá ríos de leche y miel. Europa Oriental y Rusia transitaron esa vía hace 30 años y los horrores fueron muchos. Los testimonios plasmados en el libro ‘El fin del homo sovieticus’ de la nobel de literatura Svetlana Aleksiévich son suficientemente contundentes para no emprender esa senda de destrucción.
¿Cómo deberían ser los cambios que demanda Cuba? Los tienen que decidir los cubanos en la isla, no pueden venir dictados desde Miami por el viejo exilio. Tal vez se podría insinuar que se debe continuar, ya con el apoyo del Estado, en el propósito de creación de sociedad civil, apenas incipiente en la isla; estimular la iniciativa privada sin que el gobierno la asfixie con ánimo rentista; ir creando espacios de participación no partidistas, y preparar una hoja de ruta para una democracia social con elecciones directas y partidos políticos. El camino para llegar a estos cambios no será fácil, y ciertamente hay urgencia.
Hay una canción del exquisito músico cubano Tony Ávila: ‘La casa’, lo dice todo en este asunto. Y si el lector quiere conmoverse hasta la médula, escuche ‘Madre’, y para gozar ‘La choza de Chacho y Chicha’, ambas también de este artista.
Cuba sigue siendo una joya, tiene los activos necesarios para ser un lugar digno y grato para sus ciudadanos.
Por mi parte, no veo la hora de estar en La Habana, subirme a un ‘almendrón’, caminar un poco El Vedado y La Habana Vieja y a eso de las cinco de la tarde tener el inmenso gusto sensorial y espiritual de escuchar un concierto de vieja o nueva música cubana.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015