Pedro Felipe Hoyos Körbel


Era Paulino Acebedo un hombre nacido en El Retiro en el año 1863. Desde muy joven le correspondió dedicarse a la arriería para ayudar con el sustento de su hogar, por la muerte de su padre.
Tenía este singular hombre el don de la palabra, a pesar de no haber ido a una escuela. Como un bardo griego de la época de Homero, Paulino versificaba y, de memoria, le dictaba a un amanuense sus versos que entonces mandaba a imprimir en formato de volantes y folletos en los pueblos que visitaba, para, en los días de mercado, vender a un público agradecido.
Sus patrones, los señores Henao y Uribe, recolectaron estas hojas sueltas, y un descendiente de ellos, el ingeniero Ramiro Henao Jaramillo, los publicó recientemente como libro.
La poesía de Paulino, digo yo que participé como editor en este proyecto, es muy especial, porque se salta su época y su estilo. Paulino versifica estilísticamente como si estuviera en el siglo 18, negando los avances del romanticismo, pero al ser testigo de la Colonización Antioqueña le da cabida en su obra a esa cotidianidad que sucede en épocas donde Isaacs escribió “María” y Gregorio Gutiérrez González compuso su oda al “Cultivo del Maíz”.
Dentro de su interesante y muy original obra se encuentran varias biografías en verso, que redactaba de los pueblos que recorría con su recua de mulas. A Jericó, a Manizales, a Armenia a Andes y a Marsella, les elaboró historias que en el caso de esta última tocan el tema de la transición de plaza a parque en nuestras recién fundadas poblaciones. Se queja Acebedo de la siembra de árboles y la erección de quioscos en la plaza estorbando el comercio que se llevaba a cabo en ella. Igualmente arremete contra el cable aéreo Mariquita Manizales, que dejó a más de un arriero sin oficio, pero, curiosamente, escribe loas a los trenes. El poeta caminante estuvo en el Cauca, donde se inspiró para comentar el choque cultural entre su natal Antioquia y el Cauca que se daba precisamente en ese tiempo donde gentes de Antioquia colonizaban grandes extensiones de ese ente territorial.
Este trabajo editorial me fue encomendado por Ramiro Henao en el velorio de Vicente Arango Estrada, hace 2 años, ya que estos dos hombres venían trabajando en este rescate histórico literario y al faltar el buen Vicente, ese proyecto se hundiría. Le oí decir a Vicente Arango en alguna oportunidad en el café, que este trabajo era importante porque mostraba una faceta interesantísima de la literatura manizaleña en que el grupo de literatos que presidia un Aquilino Villegas, perfectamente admitía a un poeta de las condiciones de Paulino Acebedo. Era el poeta arriero amigo de Rafael Arango Villegas, de Tomás Calderón y del padre Nazario Restrepo, hombre culto y emprendedor entre otros que sentían una viva admiración por este vate. El clasismo con que gentes malintencionadas señalan a nuestra cultura greco latina no tiene sustento si a esta figura se le suma la de Francisco Botero, el poeta afrocolombiano de Manizales, que igualmente obtuvo el reconocimiento de estos egregios varones de nuestras letras.
Le propuse a Ramiro Henao, y Vicente lo hubiera aprobado, que a esta antología de Acebedo se le adicionaran otros textos sobre arriería y así cubrir el tema desde muchísimos ángulos. Recordaba que había visto en los archivos de Ramiro Henao, el manuscrito de un texto de su padre, el médico Félix Henao Toro, que versaba sobre la traída de unos bueyes en 1920 de Honda a Manizales, en la cual participó de joven. Yo me puse en la tarea de escribir acerca de la arriería desde el aspecto empresarial, retomando el tema que había tocado en mi primer libro sobre caminos de herradura del año 2002, y a Fernando Macías Vásquez de Salamina le conocía un valioso escrito inédito sobre los aspectos folclóricos de la arriería. Resultó entonces un libro doble como lo demuestran sus 2 carátulas donde participan 5 representativos autores de la región. Todo lo que un lector quiere saber de arriería está en estas páginas, fuera de los poemas del más singular de estos hombres esforzados. Es bueno tener a Paulino Acebedo, el poeta arriero, de regreso dentro del panteón de los literatos de Caldas.
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