Pedro Felipe Hoyos Körbel


El manizaleño, que a pesar del manifiesto desorden, recorra las calles del Centro de la ciudad se encontrará entre las carreras 24 y 20 y de la calle 18 hasta la calle 14 un sector con una arquitectura diferente a la que surgió inmediatamente después de los incendios. Edificaciones como el actual Mercaldas y diagonal a este la pensión Margarita, del ingeniero Chepe Gómez, muestran que en los años 40 y 50 se dio otra mini transformación. El estilo lo llama el arquitecto Hernán Giraldo “naval” y podría decirse que es la síntesis del Art Déco, ya que suplanta casi por completo la ornamentación con apliques en la fachada. Queda sí la curva del ochave de la esquina y el semibalcón que ayuda a remover la rigidez de la fachada, demostrando que la estética tradicional aún existía y que el feo racionalismo causado por hombres como Walter Gropius o Le Corbusier, se le estaba ofreciendo resistencia.
Si la pensión Margarita se pintara diferente, embellecería notoriamente ese tramo de la ciudad. Su trabajo de forja es de los bellos de Manizales. Es el estilo naval un eslabón más, tal vez muy transitorio, dentro de nuestra agitada historia arquitectónica. Los edificios Art Déco, como el Hotel Escorial o el antiguo Club Manizales están en todo el Centro Histórico, o sea la zona del gran incendio del 25. El conflicto entre estos dos estilos lo reflejan los edificios de La Licorera, el Edificio Jaramillo, o el Palacio de Bellas Artes que tienen más de naval que de Art Déco. Si Manizales se hubiera quemado 10 años más tarde, o sea en 1935, habría sido reconstruida siguiendo el diseño Art Déco, que era el que se imponía en el mundo.
Por causa de los incendios el centro histórico pasó del bahareque patricio al estilo ecléctico o republicano. El cambio en la renovación en este pequeño sector que describo se dio por la capacidad económica de los dueños. Los ranchos de paja constituían la periferia de la ciudad, los extramuros. Ya en fotos de los años 20 y 30 se ven casas en bahareque de una planta, y pocas de dos, las que derriba el dueño y manda edificar algo nuevo. Este fenómeno se da por las modas arquitectónicas del momento. Pero lo usual es que el bahareque es sustituido por el “estilo” del día. Faltaría estudiar las escrituras de esas casas para verificar si fueron los dueños originales los que crecieron, o fueron inversores ajenos los que compraron y construyeron. La ciudad en 1951 tenía 126.201 habitantes, con tendencia al crecimiento. Sospecho que una investigación de esta índole confirmaría ambas tendencias.
Este sector naval típico de nuestro Centro queda fuera del actual “Centro Histórico” definido por la ley, concepción que privaría de una preservación idónea a este patrimonio. El concepto que enuncia que sólo lo que está construido en el estilo republicano, o sea construido después de los incendios, es histórico, carece de lógica, porque las edificaciones en bahareque que se salvaron, como muchas del barrio Los Agustinos, tienen muchos más años. La historia es un continuo que sólo a los funcionarios del Ministerio de Cultura se les ocurre fraccionar creando un centro histórico incoherente, artificioso y difícil de preservar.
Creo que a pesar de todo el papeleo que se ha hecho, el Centro
Histórico de Manizales no tiene un futuro fácil. Un centro histórico funcional debe tener una zona de influencia y una de amortiguación y por lógica debe incluir todas las manifestaciones arquitectónicas surgidas en el territorio, no sólo la más vistosa. Olvidan los señores planificadores que nuestro Centro histórico, además de hito cultural, es un barrio residencial, y no es un museo al aire libre. No solo es un sector patrimonial, sino es un centro comercial de gran importancia que se está lumpenizando a pasos agigantados.
Los invito a pararse al frente de la pensión Margarita e imaginarse este edificio pintado en colores claros diferenciando la forja en otro color y subrayando ciertos apliques y así hacer surgir la belleza de ese olvidado edificio, uno de los emblemáticos y más representativo de esa época.
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