Las épocas que la posterioridad debe llamar históricas producen personajes que llaman la atención. Ellos, durante sus vidas sintetizan ese momento y eso nos atrae. Otros contradicen su tiempo; también hay los que solo simbolizan el pasado. En la Colonización Antioqueña intervinieron muchas personalidades, tal vez la más popular y recordada es Fermín López, aquel hombre que se negó aceptar unas reglas de juego y puso en marcha toda una resistencia que a la postre deja fundadas varias poblaciones. Él representa al colono enfrentado al concesionario de tierras. Pero me causa más admiración el poeta Gregorio Gutiérrez González, alguien muy diferente, porque logra una conciencia y con su mente de artista abarca toda esa densa gesta.
Nace Gregorio Gutiérrez en la Ceja del Tambo, no lejos de Sonsón, en 1826. Es primo hermano de Juan de Dios Aranzazu, de Cosme Marulanda y sobrino del famoso Elías González. Estudia Derecho en Bogotá, seguramente porque no había más carreras que escoger. Nunca se dedica de lleno a esa liosa profesión, ejerce sí como magistrado y hasta representante a la Cámara fue. Como empresario no fue gran cosa, seguramente su sangre Villegas no le fue provechosa en ese campo. Con su amigo Pedro Justo Berrío se embarca en la empresa de derrocar el gobierno de Pascual Bravo, semi impuesto por el general Mosquera después de la Convención de Rionegro en 1863. En un combate el presidente del Estado Soberano de Antioquia, don Pascual Bravo, muere. Berrío llega a un acuerdo con el presidente Manuel Murillo Toro y a Antioquia se le permite ejercer sus libertades de Estado federal, a pesar de carecer de legitimidad democrática y de no comulgar con las ideas liberales de Bogotá. A Gregorio Gutiérrez le corresponde manejar el golpe de Estado en la recién fundada Manizales, un punto estratégico, pues por esta vía podría recibir refuerzos el presidente liberal desde el Estado del Cauca. En el Archivo Histórico Municipal se conservan los libros donde se ve su bella firma, que resalta por las tres ges perfectamente delineadas.
Hasta ahí no hay gran hombre, pero cuando le ponemos una pluma en la mano a Gregorio Gutiérrez, este personaje cobra vida y fuerza. Para ser aceptado en una asociación de amigos de la agricultura se le exigía una ponencia y Gutiérrez redactó en verso La Memoria del Cultivo del Maíz en Antioquia. Este poema en cuartetos asonantes es una especie de fábula que muestra en forma metafórica un sistema político ideal. La fábula requiere animales y el poeta sonsoneño no teniendo fauna, ponía a hablar al maíz. Gutiérrez era poeta de línea romántica, con inmensa fuerza espiritual y que poco se preocupaba por convencionalismos. En este trabajo sueña con una sociedad donde el trabajo es recompensado con justicia; donde hay un ahorro que sirve para atender al necesitado, y el trabajo mancomunado es preferido. Él decía que no escribía en español, que lo hacía en antioqueño para resaltar el apego que sentía por la región, su gente y su lucha.
En la entrada del Cementerio de Sonsón hay una lápida con este verso de él:
Aquí no se descansa ni se duerme
Que “morir no es dormir y no es soñar”,
Aquí solo reposa el polvo inerte;
Pero el alma... buscadla más allá.
Mas venid a rogar por el ausente;
Para toda plegaria hay un altar,
Y la fe, la oración, hallan fervientes
Consuelo siempre, decepción, jamás.
Repasando las parábolas vitales de estos hombres se puede entender mejor nuestra idiosincrasia y nuestro complejo pasado saturado de vitalidad donde hombres y mujeres lucharon por un porvenir que involucrase a toda la sociedad y no solo por el beneficio económico personal.
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