Pedro Felipe Hoyos Körbel


Conocí a María Teresa Ramírez en Roldanillo en uno de los encuentros de poetas mujeres colombianas que organiza Águeda Pizarro, esposa del maestro Rayo. Fue este encuentro el que descubrió y promovió la poesía afrocolombiana en voz femenina, un aporte de gran importancia a la cultura colombiana que no ha sido reconocido por el país debidamente. La gentileza, respaldo y atención de Águeda Pizarro y el maestro Rayo fueron definitivos para que mujeres como Elcina Valencia, Mary Grueso, Lucrecia Panchano, María de los Ángeles Popov y por supuesto María Teresa Ramírez, se reconocieran como un grupo y fueran conscientes de su fuerza.
María Teresa fue profesora y se hizo poeta una vez que dejó su profesión. Ella devoró montañas de poemarios, se leyó todo de Valencia, de Julio Flórez, de Carranza y de Neruda, pero no creo que le haya gustado Gonzalo Arango, ella es de gustos clásicos. Caracteriza a María Teresa una inmensa curiosidad y es una investigadora profunda y asidua. Me acuerdo de un trabajo que me mostró en una de las visitas que le hice en Cali sobre el general y presidente José María Obando, que había nacido en Palmira buscando documentos fehacientes en el archivo municipal.
Su aproximación al mundo es por la ruta del saber y no tanto por la intuición, ella sueña, pero prefiere captar. Me contaba que su interés en la poesía había surgido a raíz de su amistad con el sensacional Sabas Mandinga, con el cual reconoció que había una poesía negra en Colombia fuerte y que a ella le correspondía seguir cultivando, ya que se veía reflejada en esa forma de tejer palabras. Sabas Mandinga le presentó la obra de Candelario Obeso; la de Hugo Salazar; la de Helcías Martán Góngora y ella pudo captar la diferencia de los temas y estructuras. Leyó a Manuel Zapata y Arnoldo Palacios y visualizó la diferencia cultural entre las dos costas colombianas: el sentir del Pacífico y su historia que lo hacen muy diferente a la Atlántica. Digerir ese legado le ayudó a forjar su propia identidad poética.
Siguiendo en el estudio de la cultura afrocolombiana, llega al Palenque de San Basilio y a la lengua palenquera. No solo se admira con esa lengua, sino la aprende y la interioriza para escribir poesía en ella. Es María Teresa Ramírez una poeta de vanguardia, no de la doméstica que plantea otras rutas desde lo técnico, por no decir académico, no, ella innova retomando toda una lengua, rompe parámetros y se regocija en una expresión civilizatoria como lo es una lengua hecha por un pueblo que no se dejó esclavizar ni despojar de su fuerza física. María Teresa captó de inmediato el valor de lo que hablaban, y que su libertad física no se limitaba a solo eso, sino que trascendieron y construyeron una lengua nueva. La historia del Palenque de San Basilio recalca que la libertad tiene un fin y es la civilidad, o sea buscar una expresión cultural; cimentar una economía, defender un tipo de familia, de venerar la justicia; de respetar un sistema político y asi ser un pueblo capaz de articularse con otros sin perder su identidad y unión. Pero la tendencia actual de los afrocolombianos es confundir a una defensora de derechos civiles con una líder, rechazan la idea que una líder es más que eso, que una líder debe tener una visión global y no tanto jurídico-administrativa de su mundo.
Con poetas como María Teresa Ramírez la cultura colombiana crece, se enriquece, descubre otro pliegue de su tersa dermis y continúa la labor del mestizaje iniciado hace más de 500 años. Solo regiones culturales fuertes harán una Colombia sólida y María Teresa Ramírez y sus amigas representan con sus voces una región valiosa y rica que ostenta otro tipo de historia.
Estuvo María Teresa presentando su poemario palenquero “Flor de Palenque” en el propio San Basilio. Me imagino las caras de asombro de los palenqueros al ver a una negra valorando su cotidianidad y no un antropólogo gringo. Vivió el impacto de un asombro efímero que se convirtió demasiado rápido en indiferencia. Sus fotos al pie de la estatua del guerrero Benkos Biohó muestran una sonrisa cortés, pero nunca profunda. A María Teresa y a sus amigas les sucede que su público usualmente es “blanco”, que su propia gente agradece con distancia estos trascendentales logros. Es tiempo de que la brecha entre la vanguardia y cuerpo principal de la cultura afrocolombiana se cierre. Que los lectores asiduos de Franz Fanon se bajen de sus endebles torres de marfil ubicadas en los rincones de las universidades públicas y miren el tipo de lucha que están adelantando estas maestras, dejen de lado el pormenorizado estudio de Malcolm X y entiendan que en Colombia desde el año 1852 todos, en papel, gozamos de derechos civiles y que las miras y metodologías difieren completamente. Que el racismo se superará cuando ellos mismos valoren su afrocolombianidad. Además, dudar que el racismo se extingue por vía administrativa gubernamental, se requiere de la acción positiva.
La necia palabrilla invisibilidad, muletilla predilecta de los activistas alternativos, deja de tener aplicación, lógica y vigencia cuando se sabe que la poeta María Teresa Ramírez, la que sueña y escribe en palenquero, es completamente desconocida en Quibdó; que nunca haya sido invitada a un recital en Istmina, y se pueda dudar que en Cartagena se sepa de su existencia.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015