Pedro Felipe Hoyos Körbel


Dos amigos me remitieron al Whatsapp un texto sin firma. Supuse que era don Álvaro Gartner el autor, pero me corrigieron e insinuaron que era José Miguel Alzate el padre del escrito. Con cierto asombro lo leí. El finalmente no identificado autor resalta dos componentes étnicos, el indígena y el negro, existentes en Caldas, denigrando del elemento mayoritario que llamaré provisionalmente antioqueño. Ese tipo de argumentación gusta mucho hoy en día, despotricar da rating y más cuando se incurre en errores históricos como el de confundir los orígenes cantábricos, asturianos y vascos de la mayoría de la gente de Manizales y de ubicar senegaleses en el siglo XIV en Andalucía, no entendiendo que desde el año 711 la península ibérica fue conquistada por los sarracenos y con ellos llegaron gentes de todas partes del norte del África, principalmente (Senegal no hace parte de esa región).
¿Si el autor no tiene unas bases históricas claras, cómo llega a conclusiones tan categóricas? ¿No se da cuenta de lo disparatado de sus pensamientos? Rechazo esa actitud tan innecesaria de hablar mal de algo para exaltar otra cosa. Alguien que denigra de nuestras raíces africanas al final lo hará de nuestras raíces españolas e indígenas, esa persona no tiene clara su identidad y se conflictúa con ella y tratará de buscar justificaciones para armonizar su complejo.
Quien dice que Caldas debería olvidar el “embeleco de lo antioqueño” está proponiendo que se nos cercene la más destacada influencia étnica que tenemos. Tácitamente está solicitando que nos olvidemos del poeta Gregorio Gutiérrez González; que neguemos a don Tomás Carrasquilla. Que demolamos las casas en bahareque y las hechas en tapia, porque dentro de ese conglomerado de casi un millón de caldenses, tenemos dos minorías étnicas que deben sumar alrededor de 100.00 personas.
En la misma Antioquia se dio el mestizaje donde negros, indígenas y españoles, hace más de 300 años, conviven, y enriquecen y marcan nuestra cultura. El bahareque como estilo y técnica arquitectónica es mestizo, así que difamar la Colonización Antioqueña solo puede ser un acto de resentimiento, carente de un análisis amplio y fundamentado. Difamar es hablar usando falsedades, quiero decir con esto que en la historia, en este caso la Colonización Antioqueña, como en todos los actos del ser humano, hay lados oscuros y claros, así que el análisis severo y la crítica es bienvenida, rechazo sí que la historia sea mal usada y convertida en trampa mental para mal engañar a una incauta opinión pública.
Se queja el anónimo autor que Manizales y los pocos blancos que quedamos en ella no vemos y resaltamos a las Danzas del Ingrumá de mi amigo Julián Bueno, y que tampoco nos emocionamos con la imagen traída desde Quito en el siglo XVIII, pero no se da cuenta que usa en su argumentación un eje racial. Somos malos porque somos blancos, no porque en los colegios no se enseña historia hace más de 27 años, o porque la globalización afecta profundamente a las sociedades. Le recomiendo al hombre que redactó esas líneas revise la amplia bibliografía indígena que hemos producido en la región en los últimos 25 años autores como Cristina Moreno, Víctor Zuluaga, Alfredo Cardona Tobón, Guillermo Rendón, Amielka Gelemur, Albeiro Valencia, inclusive yo, hemos publicado más de 20 libros sobre el tema.
Nos endilga ser soberbios y excluyentes, y no se da cuenta que él mismo es lo que ve mal en nosotros. ¡Nadie es moralmente bueno o malo dependiendo de su color de piel, o su gentilicio! A los manizaleños que no salimos del Club Manizales, ese tipo de señalamientos, a la postre, no nos afectan, los damnificados con esa sosa diatriba son precisamente las comunidades, él dice reductos culturales, (vaya qué curioso concepto le vino a la cabeza a este señor), que quiere exaltar y dizque proteger de su desaparición.
Para mi desconocido señor, hay dos departamentos, Caldas y Antioquia, que como entes administrativos no se deben confundir, pero que tienen muchísimas similitudes en su idiosincrasia por lo que perfectamente se puede hablar de un parentesco estrecho. Para hablar de identidad caldense se debe quitar los guantes y no empezar con asignar culpas.
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