Pedro Felipe Hoyos Körbel


Para realizar mi documental sobre los 100 años de Cable Aéreo viajé varias veces a Herveo en el Tolima. Herveo es el que más estaciones de este sistema de transporte conserva, inclusive después de perder la Torre 20 que fue trasladada a Manizales. Por supuesto que estuve también en Fresno, Mariquita y fui hasta La Dorada a filmar en lo que queda de las bodegas del ferrocarril, porque ese era el punto de partida de las mercancías o el punto de llegada para ser embarcadas hacia el exterior.
En cada visita Herveo premiaba mi constancia y genuino interés. En la primera entrada de exploración y contacto con la Administración Municipal conocí la Estación Frutillo, sede de la empresa británica donde se conservan la casa y especialmente un taller en forma de hangar. En la siguiente tuve dos revelaciones: me tocó un día despejado, mejor dicho, la habitual neblina se disipó, y la montaña entera se mostró con toda su majestuosidad. En Herveo se mira hacia lo alto y en la misma proporción se mira hacia lo profundo. Es un paisaje grandioso que llega al alma. Se le debería decir al paisajista Jorge Ortiz que se asome a esa región y capte con sus duchos pinceles esa, otra, cordillera. Y la segunda sorpresa fue conocer a Gilberto Jiménez, el último operario del Cable el cual me explicó una cantidad de detalles acerca del funcionamiento del Cable, tanto, que me tocó cambiar el guion resultando 50 minutos de documental en vez de los 25 previstos y cotizados en un principio.
Mi última entrada para presentar ante la comunidad hervence mi trabajo, hizo que Herveo adquiera una dimensión muy especial para mí: Resulta que su “centro histórico” es construido de forma española, guardando el ángulo recto de sus calles y las 100 varas de longitud y es lógico porque Herveo pertenece a la Colonización Antioqueña, pero buscando más espacio donde ubicar viviendas se expandió a lo largo de los pocos estribos de su plan central. Tiene cuatro calles largas donde se asientan solo la vía estrecha, una vivienda a cada lado y dos de esas calles terminan en plazoletas. La más interesante es la calle de San Martín, se trata la del santo afrodescendiente de Lima o sea el de Porras, que se venera con una estatúa suya colocada en la mitad de este espacio que no mide más de 25 metros de ancho. En estas plazoletas, la de doña Policarpa Salavarrieta y la del santo, termina el pueblo. Ese tipo de manejo urbanístico solo se ve en Herveo; ningún otro pueblo de la Colonización Antioqueña se comprometió con ese tipo de evolución a pesar que estaban confrontados con la misma condición topográfica. Me pregunto: ¿Quién fue el promotor de esa interesantísima solución? Me imagino realizar un evento gastronómico en la plazoleta de San Martín viviendo un ambiente medieval porque ese tipo de plaza se ve en pueblos italianos de esa época.
La siguiente sorpresa fue encontrarme con el escritor hervence Jaider Muñoz Londoño y su novela “El Corazón del Miedo”. ¡Qué trabajo tan importante! Al recibir un libro de 382 páginas, como editor, me asusté, literalmente. Es mucho papel para ubicar una novela en él y eso como obra primera. Sostener el hilo de una trama y no despeñarse en el intento es un logro que solo acoplan los maestros. Jaider me explicó que era una novela sobre la historia del Cable Aéreo y la había publicado, precisamente, para conmemorar, desde la literatura, al Cable que tan honda huella dejó a las gentes de Herveo. Por la noche, en mi cuarto de hotel, empecé la lectura que, por supuesto no he terminado, pero puedo dar cierto avance: Qué grata sorpresa fue encontrarme un narrador nato que sostiene, sin mayor problema, una trama a través de ese mundo de páginas. Jaider tiene mucho que decir. Esta novela rebasa la historia del Cable y exhorta los demonios de un pueblo pequeño empotrado en una montaña gigante. La historia de Herveo sirve de telón de fondo para las memorias de Virginia, la voz protagónica de este trabajo. Me decía, mientras subíamos al Alto de la Cruz para ver otro ángulo del paisaje de Herveo, que al igual que el Cable Aéreo, La Montaña Mágica de Mann y el Ulises de Joyce cumplían, en el 2022, cien años de publicadas. Sé que esta novela hará historia porque es el producto de un artista enamorado de su tema: Herveo.
Los pueblos nos sorprenden cuando nos acercamos a ellos con humildad y no como turistas ávidos de sensaciones que nos compensen nuestras frustraciones citadinas.
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