Pedro Felipe Hoyos Körbel


Falleció el general Bolívar un 17 de diciembre de 1830. Estas son unas reflexiones al respecto de esta figura a raíz de que un buen amigo salamineño, Juan Jiménez, me remitiera hace unos días por WhatsApp un artículo publicado en 2013 por su pariente Jaime Eduardo Jaramillo en la prestigiosa Revista Aleph. Habla sobre estos dos históricos personajes, pero no parece dilucidar la relación entre estos dos hombres tan diferentes y a la vez fundadores de la nación colombiana. Con citas de connotados autores, Jaramillo trata de ponerle el cascabel al gato, inclusive opta por traer a colación Las Vidas paralelas de Plutarco, para entender ese fenómeno histórico, recurso que tampoco acercan al sociólogo Jaramillo, en me parecer, a interpretar los hechos y esas vidas y solo se puede inventariar como un gesto romántico caduco.
Bolívar es esencial y Santander fundamental. No hay texto del Libertador que no sirva de inspiración, sus ideas, al girar sobre lo esencial, lo elevan más allá de la política diaria, que ayer como hoy es intrincada y caprichosa, regida por ambiciones obtusas. Bolívar es un ideólogo e inspirado político, a su vez Santander es un talentosísimo político sin el cual la Gran Colombia no hubiera pasado de ser un enunciado en una constitución angosturiana que después de una derrota militar implosionaría, porque ese había sido el devenir de los esfuerzos republicanos adelantados en Caracas y Bogotá desde 1810.
La labor de remplazar el gobierno y administración monárquica por una republicana la llevó a cabo el vicepresidente Santander apoyado en los congresos juiciosamente reunidos por él. Son dos obras muy diferentes las que nos legaron estos hombres tan emblemáticos, pero ambas están perfectamente ligadas entre sí. Santander manejaba con éxito el día a día creando leyes y reforzando instituciones, logrando la voluntad política de un pueblo que había abjurado al rey pocos años antes y que se aprestaba a regirse democráticamente. Santander supo convertir la emancipación en una realidad política y solo eso lo convierte en un grande de la patria. Esa labor lastimosamente se olvida, porque sufrimos los colombianos un afán de escribir nuestra historia en términos castrenses anulando los conceptos políticos, dándole prioridad a lo militar. Todo el mundo sabe cuándo se ganó la Batalla de Boyacá, pero acerca de las implicaciones políticas de esa escaramuza pocos ciudadanos saben dar razón. Fue un historiador extranjero, David Bushnell, el que supo desde que ángulo había que interpretar al general Francisco de Paula Santander para lograr el perfil idóneo de este hombre de Estado, cuando publicó su libro sobre el régimen de Santander.
La Gran Colombia no se hubiera desbaratado en esa década, tal vez más tarde, si Bolívar hubiese seguido los consejos de Santander, un hombre práctico y gran conocedor de los móviles humanos de los políticos de esa época. Y seguramente Bolívar muere si Santander hubiera estado al mando del atentado del 28 de septiembre. No cabe duda que Santander sabía lo que se estaba fraguando en Bogotá contra el Libertador, y decide ser leal a sus amigos y pupilos no delatándolos y granjeándose así su merecido destierro, porque su obligación ciudadana era denunciar esa conspiración tiranicida.
La enemistad entre estos dos hombres, que no vivieron vidas paralelas tipo Plutarco, surge a raíz de la metodología para solucionar problemas políticos. Bolívar, convencido de sus principios, optó por hacer prevalecer sus criterios, y Santander viendo que esas ideas no iban a dar fruto, y evidentemente no dieron fruto, porque problemas parecidos eran los que él y el Congreso de la República llevaban manejando desde 1821 cuando Bogotá fue erigida en sede de gobierno de ese nuevo país.
Que nuestros dos partidos tradicionales pongan en su bandera a uno de estos hombres es lógico y digno, porque cada uno de estos hombres representa otra forma de ver la política en función de gobernar y administrar una democracia. Y a nadie le cabe duda que eso es precisamente lo que se espera de los partidos políticos: ser divergentes, representar la diversidad de opiniones, pero en pos de una misma meta: cumplir con la democracia.
El antagonismo Bolívar Santander queda equívocamente planteado cuando se asocia a Santander con el Congreso y a Bolívar con su espada. No se puede perder de vista que tano Santander como Bolívar eran obreros que operaban la misma máquina: el Estado democrático.
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