Pbro. Rubén Darío García

Vivimos un año de gracia, Dios nos ha permitido vivir esta pandemia para que volviéramos nuestros ojos y todo nuestro ser hacia ÉL. En medio de la tiniebla ha brillado la Luz: varias empresas de licores usaron sus materia prima para producir gel desinfectante… “se cambiaron las lanzas por podaderas”.
Comienza ahora un nuevo año y las expectativas crecen acompañadas de la incertidumbre. El futuro causa angustia porque se escapa como el agua entre las manos. El miedo desacomoda los corazones y nos cuestiona sobre el eje de nuestra confianza y nuestras seguridades.
Tenemos una certeza: “Dios camina a nuestro lado y da sentido a todos nuestros sufrimientos”. Se nos exige estar despiertos como el dueño de casa que se da cuenta cuando el ladrón ha entrado para robar; este nuevo comienzo se convierte en LA oportunidad para convertirnos; para salir de la oscuridad y dejar entrar en nuestras vidas la esplendorosa Luz: Jesucristo el Señor.
Ojalá aprovechemos las lecciones de este año: Algunas familias se encontraron de nuevo, algunos encontraron un mayor sentido al trabajo y a la producción y, en muchos casos, se está valorando más el tiempo de compartir... Y quienes aún se resisten a leer los signos de los tiempos peligran en quedarse dormidos. En este Adviento preparamos las dos venidas del Señor invitando a nuestros hermanos a dejarse amar por Dios y permanecer despiertos.
La ciudad que persevera en comilonas y borracheras, lujuria, desenfreno, escándalo y riñas es la ciudad que no quiere despertar. Para tener los ojos bien abiertos tenemos que estar dispuestos a amar y servir y esto impone moderación, orden, dominio de impulsos y flaquezas. Amar y servir nos llena de propósito que renueva nuestros actos.
Vamos, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: “Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas”. Evaluemos este momento en que vivimos: ¿Comemos y bebemos, trabajamos, producimos, pasamos los días sin sentido, vivimos como si Dios no existiera, abandonados a nuestros antojos y caprichos? Así es la vida inerte y aburrida. Cuando llegue la hora del último viaje: “¿Estaremos preparados para el juicio de Dios? ¿Encontrará el Señor fe en nosotros?
El Tiempo de Adviento es un Kairós, un momento oportuno para preparar el año nuevo permitiendo que Jesús nazca de nuevo en nuestros corazones y en nuestras familias. La Navidad es el acontecimiento que marca el inicio de esta nueva etapa en nuestra historia. Dejémonos sacudir por la Palabra de Dios, despertemos de este letargo fruto de la indiferencia. El Señor está a la puerta y llama, no permitamos que pase de largo, sin entrar en nuestra casa (Cfr. Ap 3,20). Hagamos de este tiempo de pandemia nuestra oportunidad de cambio y renovación.
Si llega el Señor a media noche, que nos encuentre despiertos. Le fue mal al ladrón de la parábola por que el dueño de casa estaba despierto y no permitió que llevara a término su plan de robo. Que la Palabra de Dios nos encienda la lámpara para que podamos entrar al banquete: que la llegada del esposo nos encuentre con suficiente aceite. Comencemos a recorrer este nuevo sendero llenos de esperanza: remocemos nuestra FE.
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