Pbro. Rubén Darío García

La Palabra nos revela el inmenso amor de Dios y su generosa misericordia con gentiles, pecadores y publicanos (los “últimos”), a quienes escribas y fariseos (“los primeros”) consideran indignos de la mirada de Dios por no ser fieles de la antigua alianza. Con la parábola del propietario de la viña, Jesús nos enseña los criterios del Reino de los Cielos, opuestos a los criterios del reino del mundo: “Los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”. El salario (un denario) representa la salvación.
El amor de Dios supera plenamente al de los hombres: “Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes”. Por esta medida insuperable Dios “merece toda alabanza, porque es incalculable su grandeza”; y a nosotros nos corresponde avanzar por el camino de la conversión: Nuestra vida debe cambiar.
Dios Padre, como el propietario de la viña, reparte sus dones más allá de la justicia distributiva, no por méritos propios sino por su apertura a la gracia: Él quiere que el transgresor se convierta, viva y conozca la verdad. En el cielo hay fiesta cada vez que un pecador regresa a casa, al amor entrañable del Padre que lo espera.
Los fariseos y doctores de la ley, herederos de la promesa divina y por su conocimiento de la Torah, tendrían que obrar conforme obra Dios: con clemencia y misericordia, sin ira , con piedad. Sabiendo que el Señor es bueno con todas sus creaturas, muchos actuaban contrariamente al plan de salvación: creyéndose buenos y justos, rechazaban a publicanos y pecadores y murmuraban de Jesús cuando se compadecía de ladrones, prostitutas y enfermos aislados…. Tal como nosotros hacemos hoy, señalando, juzgando , condenando...
La parábola señala 3 características de los inconformes que, al final de la jornada, juzgan, inquisidores, al dueño de la viña:
“Buenos soberbios no necesitados de Dios” reclamamos justicia para nosotros y despreciamos a quienes aprovechan la “hora” para convertirse… Cegados de soberbia, ayer y hoy, no le reconocemos al prójimo la posibilidad de merecer la vida eterna. Jesús denuncia así semejante impureza de corazón: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios”. (Mt 21,28-32): “Los últimos serán los primeros” (Mt 19, 30)
Nuestra vida debe cambiar: La conversión capacita para reflexionar, corregir, disponerse al perdón; para vivir y aplicar la verdadera Misericordia. Aprendamos del propietario de la viña y comprendamos que somos hijos del Reino de los Cielos, nos reconocemos pecadores…Hoy actuamos como fariseos, dejémonos convertir por Cristo en la Cruz y celebremos las nuevas conversiones.
Isaías 55,6-9; Salmo 144; Filipenses 1. 20-24.27; Mateo 20, 1-16
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015