Pbro. Rubén Darío García

“Perdona las ofensas a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas”. “¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?”. No tiene compasión de su semejante ¿y pide perdón de sus pecados?. Jesús nos enseñó a rezar: “!Perdona Padre nuestras ofensas así como nosotros también perdonamos a quienes nos ofenden!”. La enseñanza sobre la corrección fraterna va seguida del proceso del Perdón.
El término perdón está constituido por:
“Per”: idea de tránsito, a través de, por medio de, por lo que; y
“Don”: dádiva, regalo, concesión, idea de dar un presente sin esperar recompensa.
El Perdón es un DON GRATUITO, regalo de Dios concedido “a través” de Su Hijo Jesucristo.
El perdón no procede de nosotros mismos, ni se logra por nuestras propias fuerzas o batallas. Dios nos lo concede de manera gratuita. Recordemos a San Juan: “ Tanto amó Dios al mundo que nos envió a su único Hijo, para que, muriendo en la cruz, destruyera, con su muerte, el muro que nos separaba: el odio”.
Cuando perdonamos a quienes nos ofenden, participamos de la misma gracia entregada al mundo entero por el Padre a través de su Hijo Jesucristo Crucificado. La primera palabra de nuestro Señor en la Cruz, “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, aclara la naturaleza del perdón: “Realmente perdono cuando declaro inocente a quien me ha ofendido”. Hacer libre de culpa a quien me ha hecho daño, exige una profunda reflexión: “Si quien me ofendió hubiera sabido el daño que me iba a causar, no lo habría hecho. Yo lo declaro inocente”. Esta actitud libera y sana las heridas causadas por la ofensa. Perdonamos de corazón y Dios nos perdona.
En el Antiguo Testamento este perdón se otorga dos o tres veces. Leemos en el libro de Job 33,29: “He pecado y torcido el derecho, pero-Dios- no me ha pagado con la misma moneda…Es lo que Dios suele hacer, dos veces, tres veces al hombre”. Para el apóstol Pedro era preciso perdonar un poco más, hasta siete veces…Y Jesús excede en mucho la medida: “Pedro, no te digo hasta siete veces, sino hasta “setenta veces siete”. Si quien ofende manifiesta su arrepentimiento sinceramente, cuantas veces lo haga debe ser perdonado.
La medida del perdón dada por Jesús evoluciona desde el libro del Génesis 4,24: “Siete veces será vengado Caín, pero Lamec setenta y siete veces”. Las nuevas relaciones en el Reino de Dios superan la ley del Talión: “Ojo por ojo, diente por diente” y llega hasta el “Setenta veces siete” que significa SIEMPRE.
Jesús murió en la Cruz para saldar la deuda que contrajimos por desobedecer y éramos incapaces de pagar. La Palabra nos va señalando un camino:” FE – Oración – Abandono en Dios - Obediencia – Corrección Fraterna – Asumir mi error – Librar a mi ofensor (o a mí mismo) de la Culpa – Conversión – Fe… “, SIEMPRE. ¿Por qué parecemos fracasar? En buena medida porque no recorremos este camino y nos invaden el resentimiento y la sed de venganza, dos trampas malignas que destruyen la vida y nos roban la paz. Aprovechemos este discernimiento para empezar a recorrer la vía de la reconciliación.
Eclesiástico 27,33-28,9; Salmo 102; Romanos 14,7-9; Mateo 18,21-35
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