Para los tibetanos, compartir lo que sabemos es una forma de alcanzar la inmortalidad. Y aunque prefiero que la inmortalidad me la den en plata, comparto con James Rodríguez, nuevo 11 del Bayern Munich, mis “profundos” conocimientos sobre Alemania para que se aclimate pronto.
Para empezar, defiéndase James con la interjección “so”. Según el contexto significa: bueno, ajá, claro, ok, bien, no puede ser, vea, pues, ¡uy!
Después de algún triunfo del Bayern en casa, lo esperan las cervecerías muniquesas que tienen los meódromos más grandes del mundo. Después de hacer pipí en alguno de ellos el bebedor queda como acabado de confesar. Dicen los bávaros, los paisas alemanes.
Sigamos por cualquier parte. Tenga claro el recién separado James que debe acostumbrarse a hacer pipí sentado. O con embudo. Sobre todo si lo invitan a casa de una feminista verde.
Las activistas teutonas llevan incorporada una CIA en los oídos para detectar violaciones al prusiano reglamento. Saben que si bien el macho ha logrado encontrarle el punto G al átomo, ha sido incapaz de domesticar el chorro.
Más vale que respete las normas. Una activista de estas que vale por diez Zinedine Zidane juntos, es capaz de asustar una serpiente mapaná.
En algún momento de su andadura los pasos llevarán a James a la hanseática ciudad de Hamburgo. Después de liquidar al rival de plaza, que no falte la selfi en el lago Alster. En la noche lo espera la Reeperbahn, la calle del pecado, situada en el barrio St. Pauli.
Torciéndole el pescuezo al cisne, St. Pauli tiene su equivalente en el antiguo barrio de prostitución, Lovaina, de Medellín. A la calle alemana se le pueden aplicar los versos que la compositora y cantante cartagenera Amelia Gómez escribió inspirada en el barrio paisa: “Lovaina, la de alegre risa y amarga verdad, donde convivieron lujuria y maldad, feliz amalgama de guerra y paz”.
Ojo, James, con la “pistola”, la bebida hechiza o falso positivo etílico que venden en los bares. El trago es tan caro que hasta el mismo James, de fortuna obscena, podría quedarse sin pa’l bus.
Si el trago es costoso, ¿cómo quedaría su bolsa si decide internacionalizar la libido por fuera de su propio catre? Más de una vez, el consulado en Hamburgo tuvo que ir al rescate de periodistas emproblemados.
También puede darse una pasada por el Café Coqueto. La especialidad de la casa radica en que las mujeres son las que van de cacería. Si el varón domado se resiste, lo echan del lugar a las reverendas patadas.
Cada mesa tiene su teléfono. Si usted le cayó bien a equis especimen, espere la llamada. Y prepare la fuga si la germana que le montó la perseguidora no tiene siquiera un remotísimo parecido con la femme fatale berlinesa Marlene Dietrich quien tenía mejores piernas que Neymar, Messi, Ronaldo y James juntos…
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